sábado, 30 de noviembre de 2013

SOBRECODIFICAR

EL NACIONAL - Domingo 10 de Noviembre de 2013     Papel Literario/3
El poder de nombrar
EDGAR MORIN

"Hay algo más que el dominio de las imágenes que permite presentar como actualidades y documentales los espectáculos montados por el Partido y en los que participan todos y cada uno. Hay el dominio de las palabras, comenzando por el poder de nombrar. Mediante sus palabras rectoras el Partido/Estado nombra el Bien y el Mal, confiere a los objetos que designa su verdadera naturaleza. El Partido/Estado designa lo que es democrático y lo que no es, lo que es verdadero y lo que no, lo que es sincero o hipócrita, lo que es traición y lo que es patriotismo (...) El Partido/Estado es designado siempre como dictadura del proletariado, democracia popular, y su tiranía de aparato se denomina socialismo real.
El poder sobre la clase obrera se denomina poder de la clase obrera. Todo esto es ilustrado mediante películas, imágenes, entrevistas, relatos, incluidas las impresiones de viajeros ilustres que se extasiaron ante la libertad que reinaba en la URSS bajo Stalin. El arte de manipular el lenguaje puede alcanzar la prestidigitación más asombrosa: así, la palabra socialista es desacreditada en el término `socialdemocracia’, porque en este caso se haya subordinada a la idea de democracia, pero la palabra democracia es exaltada en la expresión `democracia popular’ porque en este caso sirve para enmascarar la realidad de la dictadura (...).
El poder mediante las palabras se verifica también en el riquísimo dominio de la imprecación. En el lenguaje del partido, la imprecación tiene valor de maldición y de anatematización. Impone el terror y la intimidación. Así, el término renegado vuelve abyecto a quien en el seno del partido despierta a la conciencia crítica y rompe con la mentira. El término de anticomunista mancha con la ignominia a quienquiera que no solo impugne al comunismo, sino y sobre todo a este pseudocomunismo. Es destacable que la imprecación anatematizadora haya arrastrado, en el exterior de la URSS, la convicción de intelectuales racionales y críticos, quienes han creído en la verdad del epíteto `hitlerianotrostkista’y para quienes, según la expresión de Sartre, todo anticomunista es un perro.
El insulto descalifica todo lo que podría decir el insultado.
Es la única forma de evitar la argumentación y la discusión.
No se discute con un `anticomunista visceral’, un provocador, un iniciador de la guerra, un canalla, un traidor: se les hace callar. La calumnia es vital para un sistema que miente sobre sí mismo, que por tanto debe denunciar despiadadamente a todos aquellos que lo denuncian, sino que detectan aunque no sea más que un fragmento de la mentira, o levantan aunque no sea más que una esquina del velo.
Más profundamente, el sistema tiene una necesidad vital de canallas, fascistas, traidores.
No sólo necesita desacreditar a todos aquellos a quienes quiere reducir o destruir porque se desvían, llevan en sí un germen de libertad, expresan una aspiración a la democracia, también necesita una causalidad diabólica, por retomar una expresión de Poliakov. A imagen de la visión cristiana medieval en la que Satán, siempre necesariamente vencido, amenaza siempre con vencer, el enemigo, en la visión estaliniana, refuerza su amenaza en su misma derrota. De ahí la asombrosa teoría elaborada por Stalin para justificar las purgas de 19341938, de la agravación de la lucha de clases en función misma de las victorias del socialismo: cuanto más progresa el socialismo, más violento se vuelve el enemigo e inventa medios cada vez más innobles para impedir este avance irresistible. Aunque la ciencia marxista afirma que será vencido, su amenaza mortal exige la más extrema vigilancia y los peores castigos.
Así se comprende lo que representa el monopolio de la información y de la comunicación: no es solamente la posibilidad de controlar la información y de producir pseudoinformación, sino que también es el poder de controlar las palabras, de imponer el vocabulario, la lógica, la verdad del Partido como reflejo objetivo de la realidad del mundo".
NOTA: Este es un fragmento del capítulo 4 del libro Qué es el totalitarismo. De la naturaleza de la URSS Editorial Anthropos, España, 1985.
Fotografía: Michal Macku.

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