Caída de Gallegos
José Hermoso Sierra
Realmente no recuerdo la hora, pero con seguridad era en la mañana. Mi mamá, como de costumbre, sintonizaba un flamante radio multibanda Lowe Opta buscando la radionovela preferida. Creo que se titulaba “La culpa es de los padres” o algo así. Papá, ya jubilado en razón a sus prematuras enfermedades, leía en Ultimas Noticias una nota que en ese diario había publicado el Montepío de los telegrafistas al cual no se atrevía a pertenecer “porque esa vaina empava y anuncia la muerte del que se mete”.
-¡¡Hermoso!! - le pega un grito mamá a papá.
-¿Qué estará pasando? Lo único que se escucha en la radio es música de muerto. ¡¡Sal pa´la calle a ver que averiguas!!
Papá que aún estaba en pijamas y que era muy pretencioso dijo que iba a vestirse y a afeitarse porque no iba a salir mal vestido para enterarse le la muerte de algún cura. Mamá no aguantó y abriendo la ventana de la sala gritó:
-¡Hermoso! Hay un gentío montado en el cerrito viendo pal´centro y otros montados en la mata de mango de la comadre Luisa. Todos miran pal centro.
Vivíamos en una casita de tejas donde yo había nacido cinco y pico de años antes. La calle sin pavimentar tenía una acera alta, producto de la nivelación de la calle construida en una pendiente bastante inclinada. Detrás de la casa de la comadre de mamá ya no había construcciones. Eso era como decían “monte y culebra”; un terreno sin ocupación lleno de matas de pasote, tártago y arbustos diversos donde jugábamos vaqueros montados en caballitos hechos con escobas desechadas, revólveres de palo y antifaces de papel. En la acera alta no sé cuantas personas observaban hacia lo que llamaban Caracas que no era más que el centro de la ciudad. Julia Ollarves, una exótica y sensual coriana decía que a su marido, quien era conductor de una radiopatrulla de la policía lo habían venido a buscar temprano y que porque había que acuartelarse. La viejita Dolores aseguraba que en la casa de Magín, adeco desde el PDN, se había escuchado movimiento desde temprano. Isaías, que vivía por la calle Olivares y que para la época era objeto de burlas por ser bailarín de ballet, llegó todo alborotado contando que Ismael Bracho y el señor Valdez se habían montado, armados de machetes, en un carro que los fue a buscar de madrugada.
Se comenzaron a escuchar uno que otro disparo.
¡Es de revolver! ¡No, es de fusil
Que tiros ni que tiros, esos son triquitráquis- afirmó Melesio, ex chácharo de la época de Gómez
El señor Pabón gritó desde su bella quinta ubicada al frente de nuestra casa: ¡Está hablando por la radio Delgado Chalbaud!
La calle se vació de gente. Todo el mundo corrió hacia sus casas para escuchar lo que hablaba Delgado. Anunciaba el derrocamiento del gobierno de Gallegos y quienes mandaban ahora. Papá se cambió la ropa con la que había salido a la calle y se vistió con flux, corbata y sombrero. Cuando mamá lo vio le preguntó:
-¿Hermoso, pa donde vas?-
-Guá Carolina. Me voy a comprar el café que ya no me queda ni un quilo y tu sabes que eso me lo tomo en menos de dos días.-
Papá era un gran tomador de café. Lo hacía colado en una bolsa y endulzado con papelón. Desde que llegó desde Coro se aficionó al café Fama de América y lo iba a comprar en la fábrica, recién molido, ubicada en pleno centro de Caracas, cerca de la casa natal de El Libertador. Mamá comenzó a rogarle que no lo hiciera pero el viejo no le hizo caso. Pasada una hora regresó. Contó que había llegado a la plaza Sucre, terminal de los autobuses que llegaban hasta el centro y no había ni uno. Tampoco carritos por puesto ni ningún libre que se atreviese a ir. Comentó que había poca gente en la calle y que los negocios estaban cerrados.
No pasó más nada ese día. Al siguiente se anunciaron los miembros del gabinete. Nadie en mi calle estaba triste. Nadie iba a salir a defender un gobierno que llamaban sectarista, palabra que escuché del bodeguero Pacheco y que por no conocerla pregunté a papá por su significado. Martín Soto Ojeda, cura admirador de Betancourt y Gallegos aseguraba que los sindicatos y los campesinos saldrían a defender al gobierno. Otros decían que el gobierno se había mudado a Maracay pero Cupertino se reía y decía que tendrían que mudar a Miraflores para allá porque desde allí es donde se manda.
Con el tiempo y analizando esos borrosos recuerdos, sumados a los sucesos del 23 de enero del 58, los cuales viví con plenitud he llegado a la conclusión de que el pueblo: la masa, no interviene con fuerza y hay trata de hacerlo, se amedrenta con dos tiros o una lluvia de piedras y botellas. Sale a la calle a saquear, a delinquir, luego que el supuesto enemigo es derrocado.
Fotografía: Pérez Jiménez en la sede del Ministerio de la Defensa, el día del golpe de Estado contra Rómulo Gallegos. Fotografía atribuida a Nacho López, gracias a la magnífica curaduría realizada por Juan Carlos Gamez Pastells.
http://opinionynoticias.com/opinionpolitica/17296-caida-de-gallegos
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