Fiesta de Todos los Santo y Domingo 31 de. T. ordinario /C
Mal programados. La felicidad no se compra.
José Antonio Pagola
Todos experimentamos que la vida está sembrada de problemas
y conflictos que en cualquier momento nos pueden hacer sufrir. Pero, a pesar de
todo, podemos decir que la «felicidad interior» es uno de los mejores
indicadores para saber si una persona está acertando en el difícil arte de
vivir. Se podría incluso afirmar que la verdadera felicidad no es sino la vida
misma cuando está siendo vivida con acierto y plenitud.
Nuestro problema consiste en que la sociedad actual nos
programa para buscar la felicidad por caminos equivocados que casi inevitablemente
nos conducirán a vivir de manera desdichada.
Una de las instrucciones erróneas dice así: «Si no tienes
éxito, no vales». Para conseguir la aprobación de los demás e, incluso, la
propia estima hay que triunfar.
La persona así programada difícilmente será dichosa.
Necesitará tener éxito en todas sus pequeñas o grandes empresas. Cuando fracase
en algo, sufrirá de manera indebida. Fácilmente crecerá su agresividad contra
la sociedad y contra la misma vida.
Esa persona quedará, en gran parte, incapacitada para
descubrir que ella vale por sí misma, por lo que es, aun antes de que se le
añadan éxitos o logros personales.
La segunda equivocación es ésta: «Si quieres tener éxito,
has de valer más que los demás». Hay que ser siempre más que los otros,
sobresalir, dominar.
La persona así programada está llamada a sufrir. Vivirá
siempre envidiando a los que han logrado más éxito, los que tienen mejor nivel
de vida, los de posición más brillante.
En su corazón crecerá fácilmente la insatisfacción, la
envidia oculta, el resentimiento. No sabrá disfrutar de lo que es y de lo que
tiene. Vivirá siempre mirando de reojo a los demás. Así, difícilmente se puede
ser feliz.
Otra consigna equivocada: «Si no respondes a las
expectativas, no puedes ser feliz». Has de responder a lo que espera de ti la
sociedad, ajustarte a los esquemas. Si no entras por donde van todos, puedes
perderte.
La persona así programada se estropea casi inevitablemente.
Termina por no conocerse a sí misma ni vivir su propia vida. Sólo busca lo que
buscan todos, aunque no sepa exactamente por qué ni para qué.
Las Bienaventuranzas nos invitan a preguntarnos si tenemos
la vida bien planteada o no, y nos urgen a eliminar programaciones equivocadas.
¿Qué sucedería en mi vida si yo acertara a vivir con un corazón más sencillo,
sin tanto afán de posesión, con más limpieza interior, más atento a los que
sufren, con una confianza grande en un Dios que me ama de manera incondicional?
Por ahí va el programa de vida que nos trazan las Bienaventuranzas de Jesús.
LA FELICIDAD NO SE COMPRA
Nadie sabemos dar una respuesta demasiado clara cuando se
nos pregunta por la felicidad. ¿Qué es de verdad la felicidad? ¿En qué consiste
realmente? ¿Cómo alcanzarla? ¿Por qué caminos?
Ciertamente no es fácil acertar a ser feliz. No se logra la
felicidad de cualquier manera. No basta conseguir lo que uno andaba buscando.
No es suficiente satisfacer los deseos. Cuando uno ha conseguido lo que quería,
descubre que está de nuevo buscando ser feliz.
También es claro que la felicidad no se puede comprar. No se
la puede adquirir en ninguna planta de ningún gran almacén, como tampoco la
alegría, la amistad o la ternura. Con dinero sólo podemos comprar apariencia de
felicidad.
Por eso, hay tantas personas tristes en nuestras calles. La
felicidad ha sido sustituida por el placer, la comodidad y el bienestar. Pero
nadie sabe cómo devolverle al hombre de hoy el gozo, la libertad, la
experiencia de plenitud.
Nosotros tenemos nuestras «bienaventuranzas». Suenan así:
Dichosos los que tienen una buena cuenta corriente, los que se pueden comprar
el último modelo, los que siempre triunfan, a costa de lo que sea, los que son
aplaudidos, los que disfrutan de la vida sin escrúpulos, los que se
desentienden de los problemas...
Jesús ha puesto nuestra «felicidad» cabeza abajo. Ha dado un
vuelco total a nuestra manera de entender la vida y nos ha descubierto que
estamos corriendo «en dirección contraria».
Hay otro camino verdadero para ser feliz, que a nosotros nos
parece falso e increíble. La verdadera felicidad es algo que uno se la
encuentra de paso, como fruto de un seguimiento sencillo y fiel a Jesús.
¿En qué creer? ¿En las bienaventuranzas de Jesús o en los
reclamos de felicidad de nuestra sociedad?
Tenemos que elegir entre estos dos caminos. O bien, tratar de
asegurar nuestra pequeña felicidad y sufrir lo menos posible, sin amar, sin
tener piedad de nadie, sin compartir... O bien, amar... buscar la justicia,
estar cerca del que sufre y aceptar el sufrimiento que sea necesario, creyendo
en una felicidad más profunda.
Uno se va haciendo creyente cuando va descubriendo
prácticamente que el hombre es más feliz cuando ama, incluso sufriendo, que
cuando no ama y por lo tanto no sufre por ello.
Es una equivocación pensar que el cristiano está llamado a
vivir fastidiándose más que los demás, de manera más infeliz que los otros. Ser
cristiano, por el contrario, es buscar la verdadera felicidad por el camino
señalado por Jesús. Una felicidad que comienza aquí, aunque alcanza su plenitud
en el encuentro final con Dios.
Fotografía y breve nota LB: Tomamos la gráfica durante la homilía del Padre Numa Molina SJ), en la Iglesia de San Francisco (Caracas, 04/11/13). Involuntariamente, pues, llamándonos la atención las alpargatas de Numa, la vecina levantó el codo y quedó una curiosa estampa.
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