domingo, 3 de noviembre de 2013

TRES FELICES NOTAS

Últimas Noticias, Caracas, 3 de noviembre de 2013
La felicidad, jajajajá
Roberto Hernández Montoya

Eso cantó Palito Ortega en 1962 en el Club del Clan. Ya sé, ya sé, nadie se acuerda de ese programa argentino olvidable, que se transmitió en Venezuela, pero yo sí. Vagamente.
Luigino Bracci discurrió con brillo sobre los puntos salientes del vituperio opositor al Viceministerio de la Suprema Felicidad, “El Viceministerio de la Suprema Felicidad, Coca-Cola y la Cajita Feliz de McDonald’s”, así que no redundaré. Recomiendo leerlo aquí: http://j.mp/16OdnEL.
Pero me quedan algunas hilachas.
Quienes aplaudieron la gansada de que “éramos felices y no lo sabíamos” ahora ríen del viceministerio.
¿De qué lado está la felicidad en Venezuela? ¿De quienes llaman a descargar arrechera? ¿De las sabias maestras de oposición que llaman “mama...” a un comunicador? Perdona el sugestivo vocablo, pero así hablan algunas. Mira sus pastoriles preceptos en el reportaje de Zurda Kon- ducta en http://bit.ly/Hq4B9P. ¿De los que golpean mujeres y dicen que se magullan con lavamanos? ¿De quienes manufacturan rumores en laboratorios? ¿De los dragones de Komodo?
Felicidad viene del latín felicitas y feliz de felix, que quiere decir “fértil”. Por ahí nos podemos ir orientando.
El naturalista y escritor argentino Guillermo Enrique Hudson declaró: “Varias veces emprendí el estudio de la metafísica, pero me interrumpió la felicidad”. Curiosa antinomia felicidad/metafísica, que no comparto porque hallo la metafísica bastante divertida, aunque prefiero tocar cuatro.
La Real Academia la define así: “Estado del ánimo que se complace en la posesión de un bien”. No me hace feliz esta definición. Me parece deficiente, neoliberal.
¿Se refiere a los bienes que provee la Cajita Feliz de McDonald’s? Es por una duda que tengo.
Ha habido felicidades indeseables como la época del racismo y el machismo felices, cuando racistas y machistas campeaban con todo desahogo. Ahora se las ven difíciles para ejercer abiertamente su estupidez moral e intelectual.
Hay quien dice que “es feliz como una lombriz”. La próxima vez que me encuentre una lombriz examinaré si es feliz. Tal vez las solitarias.
Hay gente neurótica que detesta la felicidad y se la asegura de diversos modos, como burlándose del esfuerzo bolivariano de buscar la felicidad hasta de esa gente infeliz.

EL NACIONAL - Domingo 03 de Noviembre de 2013     Opinión/8
La felicidad ja, ja, ja, ja
RAÚL FUENTES

" Un pueblo de paz con presupuesto de guerra". Con tan oportuna mancheta develaba este diario el desequilibrio entre gasto militar e inversión social que caracteriza al proyecto de presupuesto de 2014 presentado por el despacho de finanzas ante la AN y que, si se detalla (dispone 10 veces más dinero para armas y material bélico que para alimentos y medicinas), revela que nuestros señalamientos sobre el marcado acento verde oliva del gobierno (en la administración pública ocupan cargos de alto nivel 2.200 militares y aproximadamente 3.000 más en niveles medios y bajos) no son especulaciones estimuladas por el insomnio y el desasosiego que nos produce el desempeño de quien nos precipita por un despeñadero que, al año transcurrido de su debut como encargado de suplir al que ya no podía más y tiró la tolla echándonos semejante vainón, pareciera preludiar un hasta aquí llegamos camaradas porque la verdad no hay mucho que podamos hacer pues no entendemos de la misa la mitad.
Por no entender de economía, Chávez convirtió la política en ejercicio lúdico e hizo de su mandato un espectáculo mediático para seducir a unas masas irredentas que, tras 15 años de lavado de cerebro, subsidios y toda clase de ensayos con sus consiguientes errores, no pudo sustraer de la pobreza; Maduro, sin las cualidades histriónicas de su padre putativo, pero dispuesto ­sin pudor­ a remedarle en todo, se ha transformado en su caricatura; en una parodia simplona que no sabe cómo lidiar con una fuerza armada, que supuestamente comanda, y delega en ella la toma de decisiones para erigirse, él, en el hazmerreír nacional con iniciativas rayanas en la ridiculez, como su circense "gobierno de calle", o en el delirio, como el surrealista Viceministerio para la Suprema Felicidad. Y uno se pregunta: si la felicidad es un estado emocional, desiderátum de la condición humana difícil de definir, ¿será posible administrarla, reglamentarla y distribuirla de acuerdo con los preceptos seudomarxistas que inspiran la revolución bolivariana? "Sentirse seguro es vivir" era el ingenioso reclamo publicitario de una empresa aseguradora; en La máxima felicidad, pieza teatral de Isaac Chocrón, estrenada en 1974 bajo la dirección de José Ignacio Cabrujas, y llevada al cine por Mauricio Walerstein en 1982, uno de los tres personajes que, mediante un menage á trois, intentan alcanzar el quimérico objetivo que explica el nombre de la obra da una vuelta de tuerca al concepto al sostener que "la felicidad es... no sentirse seguro sino estar seguro". Pablo, así se llama el personaje, no se conforma con una sensación de tranquilidad, quiere saberse invulnerable; como queremos todos. No se entiende, entonces, de qué manera ­con un presupuesto que canaliza ingentes recursos para promover la imagen de Maduro y, al mismo tiempo, reduce las partidas asignadas a seguridad interna, orden público, salud y administración de justicia­ se ha de proporcionar felicidad a los venezolanos.
Y es que estos tipos que gobiernan creen que la felicidad es un bien transable y piensan que gratificando eventualmente a menesterosos crónicos proporcionan estabilidad permanente a lo que, en su modelo excluyente, presumen es el pueblo.
La felicidad supone niveles de satisfacción en materia de bienestar, prosperidad, comodidad y otras variables que están negadas en un país donde se cometen más de 20.000 homicidios al año y 97% de ellos permanece sin resolverse, donde la inflación acumulada en los últimos 14 años es de 933%, donde hay aproximadamente 25.000 inmuebles invadidos y circulan 15 millones de armas sin ningún control; y, además, vindica el respeto a la privacidad, derecho negado a un buen número de ciudadanos pues, confiesa ese perdonavidas que sin mérito alguno para ello ocupa la presidencia del parlamento, él y el PSUV mantienen un operativo de seguimiento de la oposición y por ello supieron el itinerario de la diputada María Corina Machado en Colombia. "Sabemos ­se jactó el balandrón­ qué hacen, qué comen y con quiénes se reúnen".
La felicidad llegará por vías distintas de las que pretende gerenciar una revolución cuyas ejecutorias la retratan como una de las más reaccionarias de las que se tengan noticias. La felicidad llegará.
No será roja ni verde oliva; y lo hará transitando el sendero democrático sin que puedan impedirlo ni el fantasma del comandante eterno ni los intentos del oficialismo por propiciar, con sus guarimbas, un apocalipsis preelectoral y que hará del chavismo, el madurismo y otros ismos indeseables motivo para reír de último y cantar cual Palito Ortega: "La felicidad ja, ja, ja, ja".

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