miércoles, 5 de septiembre de 2012

UNO Y MÚLTIPLE

EL NACIONAL - Domingo 22 de Julio de 2012     Siete Días/3
Por qué debemos despedir a Chávez
ANTONIO PASQUALI

Algo narcotizados por los 260.000 minutos de telediscurso y más de 2.000 cadenas que durante 13 años nos han inyectado insultos y acusaciones obscenas, irresponsables promesas, mentiras y otros odios ha venido menguando nuestra capacidad de medir cuán indecente es Hugo Chávez, el Presidente felizmente próximo a ser arrojado al desaguadero por una catarata de votos.
Indecencia (de indecens, sin decoro, inapropiado) connota la falta de dignidad en actos y palabras relativamente al estado o cargo de la persona y un jefe de estado que telefonea a La Hojilla, negocia con pranes y condecora dictadores que cuelgan homosexuales y lapidan adúlteras es un indecente por antonomasia, indigno de continuar dirigiendo un país que aún atesora un fondo de decencia. Salgamos, pues, de la modorra y redefinamos las cosas mismas, algunas en particular, con suma lucidez, según recomendaba la fenomenología. Cuatro recientes indecencias muy mayores, atinentes a su insaciable ansia de poder, han reducido a cero los milímetros de estatura moral que aún le quedaban: es una indecencia el haber convertido su enfermedad en grotesco espectáculo para inducir empatías en votantes, es una imperdonable indecencia que un presidente mantenga a su país calculadamente desinformado de la evolución de su enfermedad; es un indecente insulto al saber-hacer de la medicina local el ir a curarse a La Habana como cualquier gobernador de colonias que vuelve a su metrópoli y es una suprema indecencia moral candidatearse por tercera vez a la Presidencia teniendo cáncer, una indecencia sin precedentes conocidos en la tierra y por cierto temeraria (no se sabe de candidato enfermo que haya ganado elecciones).
Con lo anterior bastaría para despedir masivamente a Chávez en octubre, si no fuera porque ha venido cometiendo en el tiempo indecencias aún más perjudiciales causantes de profundos daños a la República, al espíritu de la gente y al aparato productivo del país. La más perniciosa, tal vez poco ponderada por efecto de la narcosis, es la de haber vuelto añicos la división de faenas del aparato administrativo del Estado para gobernar durante 13 años por "misiones" que su personal cacumen improvisaba.¿Qué país del siglo de la cibernética y coloso energético, tecnológicamente atrasado y sediento de modernidad, necesitado de óptima gobernanza y rigurosa planificación por confrontar graves problemas internos y aguerridos competidores externos, puede seguir perdiendo tiempo y riquezas tras un cacique que tiene la indecencia de gobernarlo por misiones inconexas e implanificadas, irracionales y clientelares que se inventa y reemplaza cuando le da la gana, como las "misiones seguridad" que ya van por su vigésima versión ante una industria del asesinato en irrefragable crescendo? ¿Y qué decir de su armamentismo potencialmente tan peligroso ­a otra escala­ como la crisis de los cohetes de 1962, y de la indecencia de disfrazarlo con una "misión desarme" de las que jamás han servido para nada desde que el mundo es mundo? ¿Y que más añadir al clamor contra las indecentísimas cadenas radiotelevisivas, su forma gozosamente adictiva de violar con saña la libertad y privacidad de todos los venezolanos, o del indecente insulto al entero país con su doble y personal invención del nuevo mausoleo al Libertador y del autódromo en La Carlota? Hace poco, Narciso Chávez se dignó informar a los súbditos de su salud al estilo Grimm: "Esta mañana me miré en el espejo y me dije: qué bien te ves, Hugo" (¡vaya indecencia!), y de estos días es su doble y más indecente y amenazante ninguneo de la oposición: le pidió a sus pretorianos en armas que trataran como no-venezolanos, como no-gente, a quienes no eran chavistas (una prepatente de corso a disparar).
Aseguró, además, que no dialogaría con Capriles "porque él no es nada, no se dialoga con la nada". Chávez, el Ser, Capriles, la Nada: la polarización elevada a su extremo y sartriano nivel metafísico. Le veremos la cara de Museo Militar, en octubre, cuando la Nada lo anonade.

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