domingo, 9 de septiembre de 2012

LYA

EL NACIONAL - Domingo 07 de Noviembre de 2010     Opinión/10
Lya Imber
ELSA CARDOZO

La joven que aún no dominaba el español al iniciar sus estudios de medicina en 1930, fue recibida por su profesor de anatomía con una pregunta formulada más o menos en estos términos: "¿Su mamá no tiene oficio que darle en su casa?". Así lo leemos en las primeras páginas de la biografía recién publicada por la escritora Ana Teresa Torres sobre la mujer que se convertiría en la primera venezolana que inició y culminó en el tiempo reglamentario los estudios de medicina en la UCV.
Por esa vida admirable, la de Lya Imber de Coronil (19141981), nos conduce la diestra pluma de Torres, en escritura documentada y fluida, a través de las páginas de un nuevo volumen de la Biblioteca Biográfica Venezolana.
El trayecto vital que allí descubrimos no sólo es digno de admiración por los obstáculos que superan la joven y su familia hasta anidar en Venezuela ­provenientes de Rusia y luego Rumania, en tiempos en los que la persecución y matanza de judíos anunciaba los totalitarismos que muy pronto llegarían a Europa y Eurasia­, lo es también por su contribución pionera, desde el estudio y el compromiso con la salud y protección integral de la infancia, a la ola de modernidad que removió a Venezuela desde la década de los años treinta del siglo pasado.
Línea a línea la vamos conociendo desde ella misma, su familia, la consistencia de su infatigable despliegue profesional y, no menos importante, desde el país que no se construyó con estridencias y heroicidades individualistas, sino a partir de las convicciones y el trabajo, discreto, arduo y sostenido, que articularon calificados equipos humanos con empeño institucionalizador.
Es ése el país que recibió a los extranjeros, apreció e integró sus talentos y con ellos cultivó los propios. Tal acogida y su historia familiar contribuyen a explicar que la emigrante de Rusia y Rumania, que se hizo venezolana como el que más, fuese especialmente sensible al tema de la tolerancia, al punto de sostener: "Hay que luchar tanto contra el odio como contra el cáncer".
Nos encontramos así con la sociedad que valora y fortalece la formación profesional de los médicos y su compromiso social. La comprensión y sensibilidad de la doctora Lya Imber se anticipa, como expone su biógrafa, a principios como los de la responsabilidad social ­"el antiguo concepto de caridad ha dado paso al deber social"­ y los derechos de los niños, convencida de que "las familias y las naciones se juzgan por la atención que prestan a los más débiles". Resuena su crítica al "cínico reto, lujoso y ostentoso" de grandes obras públicas de la dictadura mientras había miles de niños en el abandono. Sobre esa etapa sombría, advertía también la temible combinación de despreocupación oficial y falta de libertad para exponer libremente ideas y críticas.
El trasfondo vivo de esta biografía es un mundo y un país donde se suceden grandes y sufridos cambios. Lo significativo es que no hubo circunstancia ni evento que paralizara a esta protagonista femenina, posibilidad y oportunidad que no fuesen construidas y aprovechadas por ella para concebir y materializar sus proyectos. Al final de la lectura de estas nuevas páginas que entrega a sus lectores Ana Teresa Torres, queda el gran respeto y aprecio por Lya Imber y su obra, comprendidos en los desafíos de su tiempo. También queda la certeza de lo mucho que nos falta por hacer, las terribles regresiones por superar.

Fotografía y magnífica referencia a LIC y la cocina: http://www.globovision.com/news.php?nid=231733

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