EL NACIONAL - Sábado 15 de Septiembre de 2012 Papel Literario/4
Valentía y coherencia
El caso de Tomás Moro
Tomás Moro, un hombre importante de su tiempo, abogado exitoso, político sagaz y admirado; un hombre valiente, un hombre coherente, a tal punto, que murió por ello. Esta fue su decisión: no abjurar ni de sus principios ni de su religión
JUANCHO PÉREZ-PERAZZO
Pasando por los diversos miedos, desde "los normales" hasta los patológicos, José Antonio Marina se apoya en gigantes del pensamiento como Sócrates, Tomás de Aquino, Spinoza, Heidegger, Kafka, Rilke, Camus, Greene y otros, para así --en siete capítulos-- presentarnos un tratado psicológico-filosófico sobre el miedo.
Pero el libro no se limita sólo a ello. Después de toda esta anatomía en la que es fácil y evidente sentirnos retratados, aparecen los dos últimos capítulos que son para mí la razón por la cual este libro de Marina se convierte en un clásico de toda biblioteca: Un tratado sobre la valentía. Así lo subtitula.
Rescato y comparto con ustedes, la que a mi juicio es la médula del libro: "El valiente siente miedo, pero actúa como debe `a pesar de él’." Hay un instante, en el cual el hombre supera lo neurológico y psicológico, trasciende lo animal e instintivo, y movido por un fenómeno exclusivamente humano y humanizante, se enfrenta al miedo y lo supera. Ese fenómeno es la valentía.
Saber lo que se debe hacer, cómo y cuándo hacerlo, pero al final sucumbir a la tentación de la comodidad, de la facilidad, eso será quizás la reacción de tipos listos, astutos o pusilánimes... pero valientes no.
Ese actuar como se debe, para Marina es un acto liberador, pues "nos lanza al descampado, que es el territorio de la libertad y la creación". Yo me atrevo a decir que es precisamente ese como se debe, lo que definimos como coherencia. Entre varios ejemplos de valientes, Marina nos trae el clásico caso de Sócrates y su condena. Nos lo presenta como un hombre serenamente valiente.
Yo en cambio, prefiero recordar a Tomás Moro. Un hombre importante de su tiempo, abogado exitoso, político sagaz y admirado que llegaría a ser Lord Canciller de Enrique VIII. Pero sobre todo, un hombre valiente, un hombre coherente, a tal punto, que murió por ello. Esta fue su decisión: no abjurar ni de sus principios ni de su religión. Acusado de alta traición fue condenado a pena de muerte. No hubo forma de convencerle de relajar su posición. Ni su hija Margarita ni su mujer Alicia lo consiguieron. El 6 de julio de 1535 fue decapitado.
El día de su ejecución, con un buen humor ejemplar, dijo al salir al corredor frío: "por favor, mi abrigo, porque doy mi vida, pero un resfriado sí no me quiero conseguir".El hombre valiente sabe que el humor es un compañero fiel del valor. Sus últimas palabras en el cadalso fueron de honor para su Rey, pero de entrega a su Dios. ¡Una actitud coherente con su vida! Subido a los altares por católicos y anglicanos, por su ejemplo de hombre serio, por su coherencia y por su valentía, fue designado en el año 2000, patrono de políticos y gobernantes. Ese es el caso de Tomás Moro, un hombre grande para todos los tiempos.
Pero el miedo lo sufrimos todos, y por pequeña o insignificante que parezca, a todos se nos presenta la oportunidad --aunque sea una vez en nuestras vidas-- de ser valientes.
Ilustración: Loredano. Crítica de Razón Práctica, nr. 97 de 11/99.
Breve nota LB: Removiendo papeles en casa, hallamos la vieja entrega de la meritoria revista que ya no llega a Venezuela. Loredano nos recordó la última edición del Papel Literario. Afortunada conjunción.
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