El Nacional Todo en Domingo - Domingo 23 de Septiembre de 2012
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La energía inagotable de Oscar D’León
Su rostro es un icono, sus gritos de guerra son casi patrimonio nacional. Su música, un tesoro invaluable para la cultura latinoamericana que el resto del mundo ha sabido apreciar. A sus 69 años, el llamado "Sonero del Mundo" se muestra imbatible, preparando disco nuevo, con una gira de conciertos por Europa y con una inquebrantable simpatía que se manifiesta en una sonrisa perpetua. Aquí revela los detalles de la rutina de un coloso
Isbel Delgado
"¿Ustedes están esperando al señor Oscar D’León? ¡Porque está aquí!", dice la recepcionista por teléfono, con una voz que mezcla incredulidad y sorpresa. En la recepción, un grupo de personas sonríe extasiado, mientras el bien llamado "Diablo de la salsa" responde a las preguntas de un fanático, quien lo interroga como si lo conociera de toda la vida. De no ser porque su rostro es reconocible a kilómetros de distancia, el de Oscar D’León bien pudiera confundirse perfectamente con el de cualquier venezolano bonachón, de esos que saludan a todo el mundo y siempre tienen una frase simpática a flor de labios. Ya en la redacción, se dedicó a presentarse ante todo el equipo, y a comerse unos chocolates que fueron dispuestos para hacer más "dulce" la entrevista. Y aunque no hizo falta tal cosa, vale decir que arrasó con todos. A lo mejor ese es el secreto de su energía.
El taxista viaja en autobús.
La agenda de Oscar D’León pudiera ser la envidia de más de un artista consagrado. El niño que nació en la parroquia Antímano de Caracas hace 69 años, al que le llamaban la atención por tamborilear en la mesa del colegio con sus manos de futuro bajista, se convirtió en una estrella. El taxista Oscar Emilio León Somoza alcanzó la fama con la orquesta La Dimensión Latina para luego emprender una carrera como solista y con su propia orquesta. De allí en adelante, el resto es historia. Oscar D’León se convirtió en un icono de la salsa, y se codeó con los nombres más rutilantes del género como Celia Cruz, Eddie Palmieri y Tito Puente, por mencionar algunos. Su presencia se ha sentido en escenarios de renombre como el Madison Square Garden o el Teatro Teresa Carreño, y en lugares tan disímiles como Japón o Alemania. Su capacidad de improvisación caracte
rística se mantiene intacta, mientras viaja de un lado a otro sin parar. D’León se lo disfruta. Eso sí, siempre al lado de sus "muchachos", los músicos de su orquesta: "Gozamos del privilegio de tener una agenda llena. En Venezuela tocamos poco, pero cuando hay zafra, toca ir a muchas partes y a mí me encanta. Preferimos hacer las giras en autobús porque eso nos permite estar más descansados, la presurización del avión y la espera es agotadora; en cambio en el autobús vas durmiendo.
Es chévere, pero salimos con mucha antelación para evitar inconvenientes.
Viajamos todos en el mismo autobús.
Me gusta viajar con mis muchachos, son mi primera familia". Los infartos que sufrió en el pasado y que pusieron a todo el país en vilo no han sido obstáculo para continuar con su vida y su carrera. De hecho, el estilo de vida saludable que practica es modelado por su equipo: "Al subsanar el problema del corazón quedé en ventaja para seguir disfrutando. Yo hago mi vida normal, corro, hago mis ejercicios, en la tarima no me reprimo de hacer cosas. Además, estar allí es algo que disfruto, así que no me causa problemas. Yo pudiera estar más arrugado y no lo estoy por mi temperamento, la forma de vida que llevo; no me gusta el licor y me alimento bien.
Eso ha sido un estímulo para mis muchachos. Soy un ejemplo para ellos".
Los All Stars criollos. Quien ha estado en un concierto de Oscar D’León o en algunos de los múltiples eventos que lo tienen como estrella invitada sabe que va dispuesto a todo, menos a quedarse sentado. Sus shows, que pueden durar entre una hora y media y dos horas, son adrenalina pura no apta para espíritus alicaídos. Su presencia y su fuerza en tarima se ven reforzadas por una orquesta a la que D’León no tiene
reparo en alabar, y que debe mantenerse activa para poder responder a las peticiones de un público exigente: "El ensayo es primordial. Yo cuento con mis músicos en cosas que difícilmente otros pudieran hacer y en la tarima sé que puedo poner en ejecución lo que se me ocurra. Con ellos puedo hacer un movimiento de cabeza, una seña, y ya saben lo que significa, es un molde irrompible. Mis músicos son un baluarte". Si pudiera formar su propio All Stars, no duda en disparar nombres, pero al final, termina incluyendo a "sus muchachos": "Mauricio Silva, William Puchi, José `Mortadelo’ Soto en el bajo, en el piano Alejandro Dávila, Linda Briceño como trompetista, los violinistas serían Rodolfo León y Yanet Trejo, mi trombonista Wilmer Terán.
Como cantantes Wilmer Lozano, el Pollo Brito, Servando y Florentino. Pero también tengo que contar con el resto de mis músicos. Para mí, ellos son unas estrellas".
Paralelo a sus compromisos con los medios, y la grabación de su nuevo disco, Oscar se prepara para asumir un mes de giras en Europa con el mismo entusiasmo de siempre. Sobre los próximos pasos de su carrera prefiere no ahondar mucho, salvo su interés por grabar con los artistas que así se lo pidan. El resto, vendrá por sí solo: "Hay tanta vida en mí por dar todavía y hay tantas ideas que pueden salir, tantos dúos que se pueden elaborar, que no me pongo a pensar en lo que viene. Las cosas van saliendo y ya". Al final, el fotógrafo vivió la que probablemente fue la sesión de fotos más rápida de su vida: Oscar luce alegre, espontáneo, sonriente. Lleno de energía vital. Y con el mismo entusiasmo con el que llegó, se despide de todos los que encuentra a su paso, tomándose fotos, grabando videos y haciendo retumbar su clásico "¡Sabrooso!" en los pasillos del edificio, hasta desaparecer con su tumbao caribeño, llevando su música a otra parte.
Fotografía: Francisco Fernández
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