lunes, 24 de septiembre de 2012

GRABADOS EN COLA

Colas y grabaciones
Luis Barragán


En la década de los noventa, el convincente ejercicio de la libertad de expresión reportó inconmensurables beneficios para el – no lo olvidemos – aplaudido ascenso de los actuales detentadores del poder. Sin lugar a dudas, permitió la denuncia y corrección de muchos de los desaguisados de entonces, como – creemos – suele ocurrir en una democracia. No obstante, por más de diez años, esos beneficiarios se han convertido en los insignes campeones de la (auto) censura.

Recurriendo a dos sencillos ejemplos, por una parte, hubo aquello que se llamó las “colas de PDVSA” que sintetizó el empleo a discreción de los más costosos medios de transporte del Estado por las más variadas e influyentes personalidades. El inicial favor para alguna diligencia política, pronto se convirtió en una práctica para las personales, aunque constituyó una importante solución la evidencia misma del problema, la acusación moral que recayó sobre los agraciados y el costo político que acarreó, por no citar la posibilidad de un proceso penal.

Ahora, presumimos que esas “colas” no sólo se han multiplicado, sino que contribuyen a los más insólitos caprichos de los altos funcionarios y familiares, simplemente porque no existe ocasión alguna para indagar, averiguar o curiosear en torno al uso de tan importantes medios. No se diga que el asunto fue resuelto, pues impresiona que haya burócratas de gran calibre en un sitio e – inmediatamente después – en otro muy distante, sin alguien diga verlos en un vuelo comercial;  que el tránsito sea tan confidencial que hasta son vistos en Disney de Estados Unidos o Europa, añadida la prole; y que, en definitiva, el cerco informativo tenga tan enteramente eficaz que ya nadie se atreva a preguntar sobre las listas de pasajeros de las que acostumbran las entidades gubernamentales, sumada la carga que suponemos también es de propaganda electoral.
Por otra parte, en el aludido decenio,  fueron tantas las grabaciones ilícitamente realizadas y rápidamente divulgadas, que forzó a una muy severa legislación en resguardo de la privacidad de las personas. Y, si bien es cierto que ayudaron a llevar a escena diferentes y peligrosas vicisitudes que dibujaron la franqueza de nuestros males, por no exaltar las mismas bondades del sistema que permitió ventilarlos, también lo es que el abuso obligó a una regulación necesaria para ponerle coto – sostenemos – a la masificación del chantaje, pues – seguramente – muchos serían los casos  que poblaron las gavetas del tarifado olvido.

Por estos tiempos, es el gobierno nacional el que tiene la inmensa capacidad de grabar y seguir a todo el mundo, en lugar de la oposición a la que quiere inculpar. El consabido caso de Caldera, por esas maniobras infinitas del régimen, nos distrae en torno al esencial asunto de la impune videofilmación de cualquier mortal y su olímpica aparición en las manos de los corajudos parlamentarios oficialistas o de los no menos corajudos de los programas de las emisoras del Estado especializados en la guerra sucia.

Nadie, en su sano juicio, se atreve a un comentario presto a malentendidos por la vía telefónica. El más modesto ciudadano, así no sea activista de la oposición, siempre corre el riesgo de una literal reconstrucción de lo que dice en distintas oportunidades, mediante las más sofisticadas técnicas de edición: ya no es la política lo más importante, porque realizamos esa sociedad de la extorsión sobre la cual magníficamente versó el editorialista de la última entrega de SIC, la revista del Centro Gumilla.
Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/09/colas-y-grabaciones/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=904872

No hay comentarios:

Publicar un comentario