El año 68 y el esqueleto de Diego de Losada ...
Alfonso Mijares
En 1968 el Liceo Diego de Losada de El Valle, no era más que un conjunto de 8 aulas con techos de asbesto llenos de agujeros, donde, cuando llovía, uno se mojaba igual adentro que afuera, las aulas estaban distribuidas alrededor de un patio mal asfaltado, con una casita de dos pisos en el medio y una cantina de latón y madera donde vendían arepitas, empanadas, café, pepsicola y muchas chucherías, además, en la casita, estaban la dirección y el laboratorio de biología que era para mí, el sitio mas maravilloso de todo el liceo, no porque me gustara demasiado la biología, sino por el hermosísimo esqueleto de tamaño natural que en él habitaba.
Ese esqueleto era uno de los miembros mas importantes de la comunidad educativa, no era raro que lo encontráramos con un sombrero viejo o alguna cachucha usada que algún alumno había traído especialmente para él, o fumándose un cigarrillo, o que los lentes que se le habían desaparecido al gordo Martínez aparecieran encantadoramente puestos en la cara de nuestro esqueleto bromista, muchas veces, cuando faltaba el profesor, el era el que daba las clases, era sin duda el personaje mas popular del liceo. El nunca se ponía bravo por las bromas nuestras, todo lo contrario, siempre mostraba su espléndida sonrisa.
El año 68 fue maravilloso, único, el mundo sufría agonías de parto.
Ese año los Beatles cantaban “Hey Jude” y “Lady Madonna” , en el mundo había convulsiones terribles, ese años asesinaron a Martin Luther King y mil luces se apagaron de un disparo, mataron a Robert Kennedy y USA tuvo otro presidente, en México el ejercito “democrático” asesinaba a mas de 400 estudiantes en la matanza de Tlatelolco, en París los estudiantes se alzaron en rebeldía para conquistar el cielo por asalto en la revuelta mas hermosa de los últimos 50 años, que tanta falta nos está haciendo hoy en día, en Holliwood estrenaban “El planeta de los simios” que era y es una maravilla, en los campus universitarios Norteamericanos, centenares y miles de estudiantes manifestaban contra la guerra de Vietnam, dando hasta la vida bajo el símbolo de la paz y del amor, en Checoslovaquia, el imperio soviético acababa con la perfumada huella de la primavera de Praga invadiendo ese país con mas de 200.000 soldados y mas de 2.300 tanques de guerra, y lo hacía irónicamente a nombre del socialismo y del hombre nuevo. Mientras, en Viet Nam se producía la llamada ofensiva Tet que dejó boquiabierto al imperio gringo por la valentía y la eficacia de los soldados de aquel pequeño país, con ella, Goliat comenzaba a perder la guerra contra David, en Mexico se daban la olimpiadas y un grupo de atletas negros de los EEUU cuando recibieron sus medallas, levantaron en alto el puño combativo del “Black Power” envuelto en un guante negro, el saludo glorioso de los Panteras Negras, ante el mundo entero. Existía Marcuse y existía Sartre.
En Caracas todas las semanas había manifestaciones estudiantiles, a nosotros que eramos chamos nos venían a recoger los de la Tecnica de Coche y los del Pedro Emilio para las marchas y nosotros nos íbamos con ellos hasta el José Avalos a levantar ese liceo y juntos terminábamos en “La Gran Colombia” o en la UCV, unas manifestaciones grandísimas, y la policía nos lanzaba lacrimógenas por centenares y después peinillazos y perdigones, estudiantes golpeados y presos pero a la siguiente manifestación salíamos igualito.
En la UCV la reforma universitaria tocaba las puertas de la rebeldía. En todo el mundo, los jóvenes teníamos algo que decir y lo decíamos fuertemente, el planeta ardía de rebeldía, guerrillas, revueltas, paz y amor, rocknroll y poesía, entre la muerte y la belleza, entre la valentía y el amor, entre la alegría y el heroísmo, después del 68 vino el fin del mundo, solo que casi nadie se ha dado cuenta todavía.
Pero lo mejor del 68, para mi, fue que yo solo tenía 14 años, que no conocía el lado decepcionante de la vida y que una muchacha de minifaldas turbulentas y pelo cortito, llamada Aurora, salía conmigo por las tardes a regalarme besos en el Parque Madariaga de Coche.
Lo otro grande que tuvo ese año, fue que terminaron la construcción del nuevo local del liceo, y un fin de semana el director nos convocó para que los alumnos hiciéramos la mudanza, ese sábado estábamos todos allí, sin uniformes, con bluyines, franelitas y zapaticos de goma, llegaron unos soldaditos con un camionsote bien grande, y allí metimos los pupitres, los escritorios de lo profes, lo pizarrones, los sillones de las secretarias, las máquinas de escribir, el archivo general del liceo, los libros de la pequeñísima biblioteca, las colchonetas, los trampolines, los plintows, los balones de basket y volibol, los mapamundi, y los mapas de Vemezuela, el retrato de Bolívar, el sacapunta elecrtico del director, los teléfonos, las papeleras de todos los salones y la oficinas, la maya de volibol y la cesta de basket, los globos terráqueos de las clases de geografía, las láminas del aparato digestivo y del aparato reproductor femenino que tanto nos llamaba la atención, los microscopios y los mecheros, los tubos de ensayo, las probetas, los bebederos los dejamos porque el nuevo local venía con bebederos nuevos, nos llevamos todo menos los techos de asbesto, era un sábado glorioso, montados en esas gandolas dirigiendo la mudanza, subiendo peroles toda la mañana, no hizo falta mas nada, nosotros mismos, chamos de 13 y 14 años mudamos el liceo, y amueblamos el nuevo local, nos llevamos todo menos el esqueleto del laboratorio de biología, ese lo habíamos escondido unos muchachos y yo.
Y después de que llevamos todo al bellísimo local nuevo, despues que pusimos los pupitres en todos los salones nuevos, después que le acomodamos su oficina al director bien bonita, y antes del almuerzo, nos montamos en unos pupitres y le hicimos un llamado a todos los muchachos para ir al local viejo a despedirnos de él, y a llevarnos lo último que nos faltaba, nuestro esqueleto.
Cuando se enteraron todos que lo habíamos escondido estalló una carcajada general y hasta algunos profesores nos acompañaron de regreso al viejo solar, que quedaba como a cuatro cuadras, los que íbamos adelante sacamos al esqueleto de su escondite y hemos hecho la manifestación mas alegre, jodedora y bella que ha habido en El Valle, que recuerden todos, nos despedimos del viejo local y nos fuimos marchando por el medio de las calles, encabezados por nuestro comandante, el esqueleto; quien iba feliz de que al fin le dieran la importancia que él tenía, iba cantando con nosotros, viejas canciones revolucionarias, gritando “el pueblo unido jamás será vencido” o cantando la vieja canción de la generación del 28: ¡ Ajá Ajá Saca la pata lajá ¡ que unos muchachos y yo habíamos practicado y gritando como solo uno lo hace cuando tiene 14 años y un mundo por delante, la gente nos veía e inmediatamente se daba cuenta que la felicididad existía en este mundo.
Llegamos al nuevo liceo precedido por nuestro líder, el esqueleto, fuimos recibidos solemnemente por las autoridades, y entre cantos gritos y silbidos juveniles, le dimos un recorrido para que reconociera todo el flamante local nuevo del liceo, lo bajamos al primer piso, en el anfiteatro para que le dijera unas palabras a la concurrencia, fue uno de los mejores discursos que se han dado nunca allí, todos aplaudimos encantados por tan sabias palabras y finalmente lo llevamos a su palacio, el nuevo laboratorio de biología, donde todo relucía de nuevecito que era, lo colocamos en silencio reverente en su rincón, creo que una muchacha le dio un beso, los demás le dimos la mano respetuosamente y cerramos la puerta silenciosamente para que descansara de tantas emociones que había pasado aquel día inolvidable.
Luego ya saben comimos tomamos frescos, bromeamos, jugamos volibol, otros descansaban, el director estaba feliz, pero el mas feliz de todos ya saben quien fue.
Hace poco, en una asamblea que se dio allí, visité el liceo después de mas de 20 años sin entrar en él, yo era uno de los ponentes, pero antes de comenzar el acto, me escapé un ratico para curiosear por todos los pisos de mi viejo liceo, que yo había ayudado a mudar, lo hice solo, para recordar tantas cosas, pero desde el principio yo sabía que lo que mas quería era entrar al laboratorio de biología y saludar a mi viejo camarada, no pude, porque ahora los liceos tienen rejas en los laboratorios de biología, y un candado bien gordo impedía todo intento de entrar, pero a través de la ventanilla de la puerta pude ver hacia adentro, algunas luces estaban encendidas ¡y créanme que lo pude ver!
Allí estaba mi viejo amigo, y creo que me reconoció, se los digo en serio, me lo decía la eterna sonrisa con la que me recibió al ver que me asomaba por la ventanilla, es que hay amistades que nunca se olvidan.
Le hice señas cariñosas desde afuera, él me miraba con un cariño único, me despedí emocionado, y cuando bajé, aquello ya estaba lleno de vecinos, yo le dediqué mi exposición de aquella noche a tan entrañable ser, el hermoso esqueleto del laboratorio de biología del Diego, mi amigo de siempre que no me había olvidado.
Fuente: Facebook.
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