viernes, 14 de septiembre de 2012

SUFRAGADORES

EL NACIONAL - Lunes 10 de Septiembre de 2012     Cultura/3
El foro del lunes
LUIS SALAMANCA El ex rector del CNE advierte que el 7 de octubre el enemigo será la abstención
"El sufragio es nuestro método para resolver conflictos"
El politólogo destaca el valor de medio siglo de historia
electoral como muestra de la vocación democrática del venezolano, aunque los partidos ya no son los que determinan la elección de cada quien
MICHELLE ROCHE R.

Por qué vota la gente? (Alfa, 2012) de Luis Salamanca resulta una publicación más que oportuna en este mes. No porque haga un análisis de la intención de voto de los venezolanos el 7 de octubre ­pues no lo hace­ ni porque su autor esté interesado en hacer allí predicciones, sino porque reflexiona sobre la historia del sufragio en el país con el objetivo de entender qué factores inciden en las decisiones de los electores. Es, además, una obra de ánimo académico, porque pone al alcance de los lectores temas y conceptos que le permiten entender mejor las campañas electorales.
Si bien la fortaleza del libro es su análisis histórico, son interesantes las conclusiones de Salamanca sobre el votante venezolano, especialmente el que es tradicionalmente chavista, pues cree que éste entró en una fase de "volatilidad y desaliento electoral" comparable a la del año 1998, cuando la crisis del país y de los partidos llevó a Hugo Chávez hasta Miraflores.
"El votante seguidor de la oposición comenzó a observarse más alineado con su fórmula política, lo que le permitió crecer, desde entonces, en forma constante, en señal de que la abstención opositora estaba disminuyendo, tal como mostraron las elecciones primarias del 13 de febrero de 2012", escribe y añade que el oficialismo, en los 6 años entre los comicios de 2006 y los de 2012, perdió 2.086.716 votos, además de lo que llama "el corredor electoral" ­en referencia a los estados del centrooccidente, excepto Aragua­, mientras que sus adversarios ganaron 985.282 simpatizantes.
­En ¿Por qué vota la gente? dedica muchas páginas a discutir el abstencionismo, pero en lo único que coinciden los adversarios políticos es en la trascendencia de las elecciones del 7­O. ¿Tiene sentido en este momento ser ni­ni? ­El ni-ni es un fenómeno de la época de Chávez, antes se les llamaba independientes, porque no eran de Acción Democrática ni de Copei. Los ni-ni nacieron en 2002, como consecuencia del conflicto tan brutal que vivimos, para abstraerse de los polos que se enfrentaron. Son votantes blandos, fluctuantes, que pueden cambiar de opinión de una campaña a otra. Votaron por Chávez en 1998 y quizá hasta 2006, pero cuando vieron el viraje autoritario del Presidente se frenaron, porque aspiran a la movilidad social ascendente. El ni-ni no es necesariamente abstencionista, sino que trata de evitar el conflicto.
­¿Por qué la abstención se mantiene tan alta? ­La abstención en Venezuela desde la década de los noventa es elevada, lo cual es contrario a lo que había ocurrido en los 30 años anteriores. Debemos preguntarnos por qué dejó de asistir a las urnas el votante: dejó de sentirse motivado por los viejos partidos y tampoco ha conseguido identificarse con los nuevos. Cuando se estancó la modernización social, y los partidos no dieron respuesta, mucha gente escogió salirse del sistema.
­En el libro señala que factores coyunturales, estructurales e individuales determinan la intención de voto de cada quien. ¿Cuál es la variable más fuerte en este momento? ­A pesar de que el voto es un acto fácil desde la perspectiva mecánica, la decisión que lo fundamenta no es necesariamente sencilla, pues allí influyen factores como la posición económica, el género, el ambiente social, la religión, la educación, la inclinación partidista, la gestión de los gobiernos y los temas de las campañas, entre otros. Hasta ahora no he hablado de la emoción, pues no la considero una causa de la decisión sino una condición del votante que se activa en el proceso electoral según los mensajes que reciba. No es que el votante sea emocional, es que los mensajes que recibe son de ese tipo. Chávez, por ejemplo, mantiene sus mensajes en lo puramente emocional y Capriles emociona por la vía de un razonamiento.
­¿Son los venezolanos partidistas aún? ¿Puede el PSUV compararse con AD? ­Antes los partidos lograban emocionar a la gente según una identidad partidista, y allí se resumían los factores que influían en la intención de voto de los venezolanos. No es que las características no estuvieran presentes antes, sino que estaban subordinadas a los partidos. Y la gente votaba como adeco o como copeyano. Hoy los líderes pasaron a ser más importantes que los partidos y, desde Irene Sáez, se hicieron a partir de su ataque a los partidos. La gente no vota por Chávez porque sea miembro del PSUV, sino porque es Chávez. Cuando la gente votaba por Rómulo Betancourt, en el pasado, lo hacía por el hombre y por su partido, AD. De 1998 para acá, el voto no se mueve por un partido. De la misma manera en que el voto del chavismo no lo mueve el PSUV, a la oposición la mueve una idea: salir de Chávez. Es de notar, sin embargo, que ahora comienzan a salir las variables como la clase social y el género de los electores y creo que esto se debe a que la propuesta de Chávez ahora no es policlasista, como lo fue en sus campañas de 1998 y de 2006. Cuando comenzó a erosionarse su plataforma de apoyo, se aferró al voto de las clases populares. Se nota también que tiene un mensaje, diría que desesperado, enfocado hacia la clase media, pero creo que ese sector, en su mayoría, se le fue.
­¿Qué tiene que enseñarle al mundo la historia electoral venezolana? ­Mucho. Tenemos más de medio siglo votando. Eso es la muestra de que tenemos experiencia electoral y de que la valoramos. En Venezuela, el sufragio es nuestro método para resolver conflictos políticos. Y le hemos dicho varias veces a nuestros políticos que no hay otra vía para llegar al poder que no sea la herramienta del voto. De hecho, en los últimos 15 años hemos vivido un proceso de maduración de la cultura electoral y eso es muy importante para un país que aspire a vivir en democracia.

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