Mostrando entradas con la etiqueta Música venezolana. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Música venezolana. Mostrar todas las entradas

sábado, 23 de mayo de 2020

LA BATUTA HISTÓRICA

1
La música en Venezuela
Felipe Izcaray (*)

La posición geográfica de Venezuela ha servido de plataforma para el desarrollo de una música especialmente rica en contrastes y en combinaciones de elementos rítmicos, melódicos y armónicos. La extensa costa caribeña de Venezuela la hace receptora de la influencia cultural europea y africana. Por otra parte, los Andes de Venezuela la convierten en parte de la columna vertebral de todo el continente; mientras que las fronteras entre Colombia y Venezuela se disipan en los llanos, y la selva amazónica hermana a Venezuela con Brasil y las Guayanas vecinas. Es por eso que Venezuela presenta una gran variedad de matices musicales a través de su geografía. Si bien los ancestros musicales indígenas, europeos y africanos están identificados en distintos géneros musicales, a veces ciertas piezas poseen características tan entrelazadas que es imposible identificar un origen específico. Un calipso guayanés tiene marcada influencia de las islas caribeñas de habla inglesa, y la cadencia andaluza del polo margariteño o coriano se identifica plenamente con su origen peninsular, pero ciertos movimientos del tamunangue larense presentan una intricada combinación de elementos africanos y europeos. El joropo, fiesta originaria de los llanos y de los valles del Tuy, ha prestado su nombre para identificar géneros musicales de identidad propia como el corrido, la chipola, el golpe, y el seis por derecho. En las costas centrales venezolanas y sus ciudades circunvecinas, se encuentran los ritmos inspirados por una rica percusión con identidad propia pero de evidente origen africano, tal es el caso de la fulía, el merengue, la parranda y, curiosamente, el aguinaldo navideño. Una interesante combinación se genera en el estado occidental del Zulia, donde la danza y la gaita combinan elementos europeos y africanos a base de un poderoso acompañamiento percusivo. La región oriental es también rica en ritmos como el galerón y el golpe y estribillo. En el plano más poético, Venezuela toda es prolífica en canciones, serenatas, valses y bambucos en los que el texto enriquece el pausado ritmo. La región andina ha sido especialmente privilegiada por esta atractiva combinación de texto y poesía.

La música académica venezolana tuvo un desarrollo paralelo a la música popular desde la colonia hasta mediados del siglo XIX, cuando el vals europeo y el vals popular experimentaron una feliz unión a manos de compositores de música para piano como Ramón Delgado Palacios, Federico Vollmer, Manuel Guadalajara y Salvador N. Llamozas.

2
A partir del desarrollo del vals, la identificación del compositor venezolano con los ritmos y melodías de su pueblo se hace más intensa que en otros países latinoamericanos. La generación inicial de músicos como José Antonio Calcaño, Juan Vicente Lecuna, Juan Bautista Plaza, Moisés Moleiro y Vicente Emilio Sojo, que en el siglo XX enriqueció esta unión del elemento popular con el académico, dio paso a la Escuela de Santa Capilla (llamada así por el nombre de la esquina donde está situada la Escuela Superior de Música), conformada por alumnos de la cátedra de composición del maestro Sojo. Vicente Emilio Sojo, eminente prócer civil venezolano, no solamente organizó los estudios formales de composición, además de fundar el Orfeón Lamas y la Orquesta Sinfónica Venezuela, sino que enriqueció el repertorio nacional con cientos de arreglos de melodías venezolanas que estaban en peligro de caer en el olvido. Estos compositores escribían y participaban activamente como miembros de la Orquesta Sinfónica y del Orfeón Lamas, orientados y estimulados por su fundador para ejecutar sus obras. De esta experiencia de corte eminentemente nacionalista, surgen obras de arraigo venezolano con calidad internacional. Como ejemplo del nacionalismo musical venezolano del siglo XX, podemos destacar algunas obras de Vicente Emilio Sojo: Obertura Festiva, Bordoneo, Solo de Marimba Endecha y Quirpa para guitarra. De Juan Bautista Plaza: Fuga Criolla, El Picacho Abrupto, El Curruchá, Vigilia, Pico-Pico y Campanas de Pascua. De Evencio Castellanos: Suite Avileña, Santa Cruz de Pacairigua, de Antonio Estévez: Cantata Criolla, Mediodía en el Llano, Mata del Ánima Sola, Concierto para Orquesta y 17 piezas infantiles para piano, de Inocente Carreño: Margariteña, La Ciudad de los Techos Rojos, Suites para orquesta, Gota de breve rocío, Obertura Galleguiana y Poema a Carabobo; de Antonio Lauro: Natalia, Yacambú y valses diversos para guitarra, Giros Negroides, Concierto para Guitarra y Misterio de Navidad, de Gonzalo Castellanos: Suite Caraqueña, Imitación y Antelación Fugaz y de Modesta Bor: Son Venezolano, Obertura Sinfónica, Genocidio, Manchas Sonoras, Acuarelas y Concierto para Piano y Orquesta.

Luego de Vicente Emilio Sojo, la OSV ha tenido varios directores titulares, como Antonio Estévez, Ángel Sauce, Gonzalo Castellanos Yumar, Georg Schmoehe, Eduardo Marturet y Theodore Kuchar.

3
A partir de la década del 70 se crearon nuevas orquestas venezolanas y se consolidaron otras ya existentes, como la Orquesta Filarmónica de Caracas dirigida por Aldemaro Romero y los asociados Carlos Piantini y Eduardo Marturet, y la orquesta Municipal de Caracas, que ha tenido como Maestros titulares a Carlos Riazuelo, Alfredo Rugeles y Rodolfo Saglimbeni. La Orquesta Filarmónica Nacional ha actuado bajo la conducción de Pablo Castellanos y Luis Miguel Gonzalez.

En Maracaibo se elevó la calidad artística de su sinfónica bajo la conducción de Eduardo Rahn.

Han surgido en nuestro país diversas agrupaciones de cámara, por lo general asociadas a instituciones patrocinantes, como el Trio de Cámara del INCIBA, las orquestas de Cámara de universidades, y ensembles independientes como el Cuarteto Galzio, el Collegium Musicum de Caracas dirigido por Gonzalo Castellanos Yumar , y la singular agrupación Solistas de Venezuela, fundada y dirigida por Luis Morales Bance, con una trayectoria de difusión de composiciones venezolanas en pueblos del interior del país.

La música coral experimentó un marcado crecimiento a partir de la fundación en 1943, del Orfeón de la Universidad Central de Venezuela. Otras instituciones educativas siguieron el ejemplo de la UCV y formaron coros estudiantiles. Más tarde comenzaron a desarrollarse agrupaciones corales en organismos oficiales y empresas privadas, especialmente en las instituciones bancarias. Para la década de los años 70 se funda el Movimiento Coral “Cantemos” y la Fundación Schola Cantorum de Caracas, que hoy en día agrupan a cientos de coros adultos e infantiles. Dada la importancia de movimiento coral venezolano, en abril de 2000 se escoge a Caracas para celebrar el festival América Cantat III, con la participación de agrupaciones nacionales y corales provenientes de todas partes del mundo. Es significativo el número de coros venezolanos que han obtenido importantes premios de excelencia artística en prestigiosos concursos de música coral de Europa y Asia.

4
El perfil de la ejecución musical en Venezuela cambia definitivamente en 1975, a raíz de un movimiento orquestal sin precedentes en la historia musical del país. Un discípulo de Vicente Emilio Sojo, el Maestro José Antonio Abreu, quien para ese entonces ejercía también las profesiones de economista y parlamentario, funda en Caracas la Orquesta Nacional Juvenil “Juan José Landaeta”, organización que posteriormente pasaría a convertirse en Fundación de Estado en 1978, y que se multiplicaría en diferentes núcleos orquestales juveniles diseminados por toda la geografía nacional. Estas orquestas juveniles e infantiles convirtieron a la música sinfónica en un Programa Social del estado venezolano, ya que hoy en día es posible que niños y jóvenes de todos los estratos sociales, tengan acceso a una formación musical integral a partir de la ejecución de un instrumento. La masificación de la enseñanza musical a través de estas agrupaciones artísticas, ha originado un público cada vez más numeroso en los sectores populares y en la provincia, permitiéndole la familiarización con la música de los grandes maestros venezolanos y universales, convirtiéndolos a su vez en elementos críticos importantes en cada una de sus comunidades.

5
Otra consecuencia de este movimiento de orquestas juveniles e infantiles, ha sido la creación de orquestas sinfónicas profesionales y semi-profesionales en diversas ciudades de Venezuela. Justamente, estas orquestas regionales se nutren principalmente de jóvenes músicos que han escogido la música como profesión y que han egresado de las orquestas juveniles. Las orquestas regionales, muchas de las cuales han alcanzado niveles artísticos de excelencia, reciben su principal aporte económico del estado venezolano a través del Consejo Nacional de la Cultura -CONAC- apoyados en algunas casos por sus respectivas gobernaciones.

A la par del desarrollo de la música “clásica”, la música popular del país presenta también variados matices importantes que la han colocado en un sitial de preferencia, tanto local como internacionalmente. Junto a los mencionados géneros autóctonos, las expresiones musicales del continente como el bolero, salsa, balada, rock, jazz latino y otros géneros urbanos, tienen igualmente calificados compositores e intérpretes en la escena musical venezolana.

6
(*) Este artículo fue solicitado por el CONAC para publicarlo en un boletín que sería enviado a las embajadas venezolanas en el exterior. (10-09-06). Revisado el 21 de Mayo de 2020

Fuente:
https://www.facebook.com/fizcaray/posts/10158532494465742?comment_id=10158537424450742&notif_id=1590105058672000&notif_t=feed_comment_reply

Fotografías: Colección Felipe Izcaray
1: Estreno de la 9a sinfonía de Beethoven en Venezuela, 1950. Dirige Thomas Mayer.
2: Vicente Emilio Sojo, Evencio Castellanos, Antonio Estévez, José Clemente Laya e Inocente Carreño.
3: Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Ángel Sauce y Víctor Guillermo Ramos.
4: Orfeón Lamas y OSV con Sojo.
5: Alirio Diaz y Rodrigo Riera 1969
6: José Vicente Torres, Judit Jaimes, Carlos Riazuelo y Alirio Diaz

lunes, 24 de febrero de 2020

NOTICIERO RETROSPECTIVO

- Juan B. Plaza. "Urge salvar la música nacional". Revista Nacional de Cultura, Caracas, nr. 2 de diciembre de 1938.
- Alejandro Ibarra. "Temblores y terremotos en Caracas". Crónica de Caracas, nrs. 26 y 27 de 03/58.
- Héctor Cepeda, con fotografías de Estrada. "César Tovar, el atleta del año". Momento, Caracas, nr. 588 del  22/10/67.
- Aura Torealba, con fotografías de Orlando Alvarez. "Devaluadas las condecoraciones" (José Mora Noguera, director del Ceremonial Nacional del Ministerio de Relaciones Interiores). Élite, Caracas, nr. 3812 del 06/06/89.

Reproducción: Vitelio Reyes: "Los libros ´Trancos de 12 leguas´ de Vitelio Reyes". Biliken, Caracas, nr. 2019 de mayo de 1955.

lunes, 3 de septiembre de 2018

PUNTOS E ÍES

De la otra revolución industrial
Siul Narragab


Importa volver al asunto para atajar cualquier versión flácida y complaciente que, deseándose optimista, conducirá inexorablemente al desencanto. El consumo cultural en Venezuela es miserable y, particularmente, el musical, ajeno a la otra revolución industrial que ya busca distintos horizontes en el resto del mundo, mientras lidiamos, en dictadura, con la vieja y selectiva trova protestataria que anima, exhausta, los mítines oficialista y estorba el desenvolvimiento – acotemos, atormentado -  de los usuarios del metro de Caracas que, indiferentes, pugnan por entrar y salir airosos de sus atapuzados vagones, predispuestos ante la violencia creciente que anega sus andenes en las horas más difíciles.

Trova, por cierto, reducida a Alí Primera, el emblemático cantautor de las décadas más remotas y significativamente post-insurreccionales, incómodas ante el debate de una derrota que, a la postre, supo esquivar en los rieles del mesianismo militar, toda una apuesta al abrirse el presente siglo. Tuvo razón Luis Beltrán Acosta al aseverar que el mercado no podía eludir, esta vez, al poeta falconiano (“La socio-política en el canto de Alí Primera”, Suplemento Cultural de Últimas Noticias, Caracas, 04/08/1985), aunque subraya  la circunstancia de un mestizo de familia humilde que se hizo competitivo frente a los artistas de moda, como Sandro o Raphael, revelando una curiosa perspectiva de análisis.

Permítannos la digresión, una pieza musical de mediados de los ’70 del ‘XX, como la de Gloria Martín (https://www.youtube.com/watch?v=JCns3KRys5E), tiene una extraordinaria vigencia actual, pero jamás la radiarán en los medios públicos y masivos de transporte, ya que obedeció al remoto y militante período de agitación política que no cabe para el ejercicio real del poder, por lo demás inescrupuloso. Quizá buena parte de los cantautores de entonces, están o estuvieron integrados a la nómina de la administración pública e, interesadamente silentes,  contribuyen al obvio descrédito moral de la tal revolución en marcha.

Ahora bien, principiando 2010, en el marco del Estudio sobre la Pobreza en Venezuela, adelantado por la UCAB (https://es.scribd.com/presentation/28464224/Informe-Estudio-Consumo-Cultural-2010), los indicadores de consumo cultural revelaron el predominio, por ejemplo, del merengue, la salsa y el vallenato, por encima de otros géneros, ocupando la duodécima posición la llamada música clásica, siendo extremadamente baja la afición por el jazz, aunque paradójica y relativamente alta lució la asistencia a conciertos de música académica. Sentimos que, ahora,  no hay una mayor variación en el gusto masivo, e, incluso, disminuyendo dramáticamente la programación y existencia misma de las emisoras radiales de carácter comercial, o la realización regular de conciertos de todo tipo, han empeorado  las condiciones para el género académico, desactualizados los demás. De hecho, nos ha obligado a recurrir a las redes sociales, hacer caso de sus promociones y, en un cruce con las mejores secciones culturales de la prensa extranjera, acercarnos a las novedades del momento, si es que abren para el circuito digital venezolano.

Quizá está demás observar, no hay artistas foráneos de una gran cotización, ni siquiera baja o mediana, que ose presentarse en Venezuela, ni empresario del espectáculo en pie que se atreva a un mercado prácticamente quebrado, excepto los muy ya ocasionales festivales promovidos por el régimen que monopoliza las divisas, en su afán de obsequiar una distracción a las masas depauperadas que, a la vez, hace rentable el gesto populista. El Poliedro, otrora coso para una variedad de eventos populares, a guisa de ilustración, es un recuerdo ajeno a las actuales generaciones, y salvo que se trate de la privadísima fiesta de algún prohombre del gobierno, de la que tarde o temprano se sabrá, ya escasea o no tenemos  un hotel, una taberna o una taguara de oportunidad que nos deleite con una voz exteriorana e interiorana de renombre o sin-nombre.

Fallecida en días recientes, hay quienes se asombran que Aretha Franklin, como Tom Jones o Charles Aznavour, visitara a Caracas y la presentara también en televisión un productor independiente, como Renny Ottolina. O que Andrés Segovia, Ígor Stravinski o Zubin Mehta, anduviesen por nuestras calles.

Para mayor ironía, el país del exitoso Sistema Nacional de Orquestas Infantiles y Juvenil, no revela inclinación  generalizada alguna por la música académica, apenas muy tenue en los familiares y relacionados de los aprendices instrumentales que los animan.  Pocos tienen la ocasión de descubrir la majestuosidad del riguroso género, cuando antes lo lograban con la Radio Nacional de una muy sobria programación, la Emisora Cultural de Caracas que ofrecía estrictamente de todo, la Sala Ríos Reyna que presentaba a ejecutantes nacionales e internacionales a muy bajo costo, apremiados por el estribillo musical de las cuñas publicitarias que sacaban provecho de un repertorio que flotaba en el ambiente.

La cuenta de VZLASINFONICA en Instagram, suele informarnos de las reducidas actividades que se realizan y, citando la fuente, informa que ochenta músicos venezolanos crearon una orquesta en Buenos Aires (https://www.clarin.com/revista-enie/ideas/violin-batuta-mochila_0_ByK-DGDDQ.html), lo cual nos da una idea de la exportación de brillantes ejecutantes, como directores y hasta gerentes, que formamos durante largos años y no encuentran cabida acá, bajo una dictadura de distracción.  ¿Para qué indagar en torno a la antes legendaria Orquesta Sinfónica de Venezuela, o la Municipal de Caracas que tiene una batuta insigne, como la de  Rodolfo Saglimbeni?

Con o sin Círculo Musical, una empresa meritoria de principios de los sesenta, estuvimos familiarizados con el nombre de los grandes compositores. Venezolanos como Vicente Emilio Sojo, Juan Bautista Plaza, Evencio Castellano o Inocente Carreño, eran parte de nuestra cotidianidad, así nos durmiese su música, o era muy normal leer las crónicas de Israel Peña, Luis Felipe Ramón y Rivera, Eduardo Lira Espejo o Rházes Hernández López, en la diaria prensa que supo de numerosas especialidades temáticas.

Ya eso no lo hay y nos agarramos estéticamente de lo que el Estado tiene a bien dispensarnos, muy de vez en cuando, teniendo en jaque – por ejemplo – las obras plásticas acumuladas por más de tres siglos, cuyo destino inspiró el ministro celestial de apellido Farruco. Lejos quedan los encuentros de las bandas de rock a lo Félix Allueva, por citar un nombre de los que arriesgaban una inversión que actualizaba el ámbito, porque son las camarillas del poder, algunas muy exquisitas, valga acotar, las que pueden dejar caer los bienes y servicios culturales de la insólita mesa de sus apetencias hollywoodenses, pues, la travesía de Chávez Frías por Cannes nos avisó de las inauditas veleidades petroleras que llevan por dentro.

Un Estado que, disparador y disparatador de leyes y reglamentos, condensa la cultura en un hecho burocrático, permitiéndose promover a pintores de brocha gorda, escenificar un Pájaro Guarandol de un radical costumbrismo escolar y urbano, o cualesquiera otras actividades que sean lo más baratas posible, aunque arroje dividendos indecibles por obra de un presupuesto ejecutado, mas desconocido (Juan Liscano y el festival del folklore de los ’40, se agiganta cada vez más). Que existan manifestaciones genuinas manifestaciones culturales, particularmente las musicales, se debe a la inquietud y al esfuerzo heroico de una ciudadanía que se resiste, en medio de las miserias del espíritu dominante, el de la dictadura.

La materia no es nada baladí, en las actuales circunstancias y constituye todo un desafío a la dirigencia que tiene por hábito su propio ombligo, pues, “los estadistas tienen, en los bienes culturales y en los procesos creadores, no solo valiosos objetos a apoyar y promover sino también, en su condición de líderes sociales, una materia de estudio pendiente para entender y cumplir mejor con las funciones esenciales de su propio liderazgo”, como señaló María Elena Ramos (“La cultura bajo acoso”, Artesano Editores, Caracas, 2012: 39).  La revolución industrial de estos tiempos (llamada naranja), llegará con la transición democrática a Venezuela, en el campo musical y también en las artes escénicas, la plástica, la gastronomía, la digital, etc.
 
Reproducción: "En la residencia del crítico musical Eduardo Lira Espejo se reunieron el jueves de la semana pasada, los más destacados personajes del  mundo musical venezolano con el fin de festejar los sesenta años de edad del Ilustre Maestro Vicente Emilio Sojo. Al lado de sus discípulos, hoy Maestros, de sus actuales alumnos, de escritores y periodistas expresaron a Sojo sus sentimientos de admiración y simpatía". Élite, Caracas, nr. 1578 del 31/12/1955.

02/09/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/33401-nagarrab-s


 Luis Beltrán Acosta. "La socio-política en el canto de Alí Primera". Últimas Noticias, Caracas, 04/08/1985. Suplemento Cultural.

sábado, 21 de septiembre de 2013

NOTA SUBLIME

EL NACIONAL - Sábado 21 de Septiembre de 2013     Escenas/2
Violines por un recoveco parisiense y neoyorquino
DESDE LA ESQUINA
MÚSICA
XARIELL SARABIA

Si sacamos cuentas del número de violinistas que hay en el país actualmente, la respuesta puede ser exagerada. Sabemos que dentro de una orquesta sinfónica lo que más hay son violinistas, ¿se imaginan cuántos hay en Venezuela? Tomemos como punto de partida el momento en que comenzó a sonar la Orquesta Sinfónica Juvenil, en tiempos del primer gobierno de Carlos Andrés Pérez, en la etapa civil de la República. Son un poco más de cuatro décadas de formación y profesionalización de violinistas, de todo un sistema de orquestas. Son un montón de venezolanos que desplazan el arco sobre las cuerdas del aparato musical, y dentro de esos se encuentra Alexis Cárdenas, el concertino de la Orquesta Nacional de Francia, un bárbaro de la ejecución del instrumento que tocó alguna vez Paganini. Este zuliano acaba de sacar un disco con el ensamble Recoveco, integrado por músicos venezolanos y colombianos en Francia, que tocan música tradicional de los dos países, y en el que también estuvo el gran mandolinista Cristóbal Soto. Ahora son un trío, Alexis, Nelson Gómez en el guitarrón y Francisco González en la guitarra. Esta vez, en el CD llamado Recovecos , Alexis Cárdenas & Recoveco van a otras músicas, hay sólo un bambuco, un pasillo, un joropo de Chucho Valdés y otro del acordeonista Richard Galliano, con quien Alexis Cárdenas toca en sus andanzas europeas. En una de las piezas del disco, "Ziryab" de Paco de Lucía, los recovecos viajan por el mundo árabe, tocan suelo andaluz y surcan aires venezolanos, sobre todo cuando se deja escuchar la bandola de Ricardo Sandoval, quien es invitado en varios temas del CD. Grato encontrarse con tangos, choros, huapangos y habaneras interpretados por la guataca de Alexis y sus panas, entre ellos otro venezolano que pernocta desde hace mucho en Francia, el percusionista Rafael Mejías, un "miembro honorario" del ensamble y también del grupo de Galliano. Otra grabación más para atesorar, como todas las de Alexis Cárdenas & Recoveco.
Hace poco, mientras escuchaba un concierto en las Sesiones Íntimas del extraordinario violinista margariteño Eddy Marcano, éste invitó a tocar a su colega y paisano Alí Bello, y la gente se paró a aplaudirlo cuando dejó de tocar su solo sobre un montuno. Alí es el violinista del momento de la salsa en Nueva York, toca con la Orquesta Broadway, la Típica 73, Johnny Pacheco y pare usted de contar. Ya saben por dónde van los tiros, acaba de sacar un CD de jazz latino con aromas venezolanos, es su ópera prima: se llama Connection Cara- cas-New York y tiene de invitados a un grupo de venezolanos que hacen vida en la Gran Manzana, como Luis Perdomo, Álvaro Benavides, Raúl Agraz, Neil Ochoa y Juancho Herrera, entre otros. No se lo pelen, tiene la soltura de Alí Bello y está hecho con calidad neoyorquina y venezolana.
¿Cuántos violinistas hay en el país? "Los cupos para tocar violín en las orquestas infantiles se agotan antes de las inscripciones", contaba la directora de orquesta Elisa Vega, y añadía que cuando su hermana Eugenia tomó la opción del tan usado instrumento su papá, el gran conocedor de música Federico Pacanins, le dijo: "Mijita, toca viola, que eso no lo toca nadie".



Cfr. http://www.talcualdigital.com/nota/visor.aspx?id=69382&tipo=AVA

jueves, 22 de agosto de 2013

CAZA DE CITAS

"La evolución de nuestra música, su vida orgánica desde que ésta se inicia hasta el presente, desde que aspira ser música culta hasta nuestros días, dentro de sus propias limitaciones, es la comprobación más saliente de cuanto he afirmado. No siempre como en este caso ha sido y es tan evidente esa intima relación, esa estrecha vinculación entre el hecho creacional y nuestra vida social. La más rápida ojeada sobre el origen y evolución de nuestra música permite apreciar lo certero de tal afirmación"

Inocente Palacios

("La creación artistica en Venezuela", Ediciones del Congreso de la República, Caracas, 1998: 141)

martes, 25 de septiembre de 2012

INVALUABLE

El Nacional Todo en Domingo - Domingo 23 de Septiembre de 2012    
En Portada
La energía inagotable de Oscar D’León
Su rostro es un icono, sus gritos de guerra son casi patrimonio nacional. Su música, un tesoro invaluable para la cultura latinoamericana que el resto del mundo ha sabido apreciar. A sus 69 años, el llamado "Sonero del Mundo" se muestra imbatible, preparando disco nuevo, con una gira de conciertos por Europa y con una inquebrantable simpatía que se manifiesta en una sonrisa perpetua. Aquí revela los detalles de la rutina de un coloso
Isbel Delgado

"¿Ustedes están esperando al señor Oscar D’León? ¡Porque está aquí!", dice la recepcionista por teléfono, con una voz que mezcla incredulidad y sorpresa. En la recepción, un grupo de personas sonríe extasiado, mientras el bien llamado "Diablo de la salsa" responde a las preguntas de un fanático, quien lo interroga como si lo conociera de toda la vida. De no ser porque su rostro es reconocible a kilómetros de distancia, el de Oscar D’León bien pudiera confundirse perfectamente con el de cualquier venezolano bonachón, de esos que saludan a todo el mundo y siempre tienen una frase simpática a flor de labios. Ya en la redacción, se dedicó a presentarse ante todo el equipo, y a comerse unos chocolates que fueron dispuestos para hacer más "dulce" la entrevista. Y aunque no hizo falta tal cosa, vale decir que arrasó con todos. A lo mejor ese es el secreto de su energía.
El taxista viaja en autobús.
La agenda de Oscar D’León pudiera ser la envidia de más de un artista consagrado. El niño que nació en la parroquia Antímano de Caracas hace 69 años, al que le llamaban la atención por tamborilear en la mesa del colegio con sus manos de futuro bajista, se convirtió en una estrella. El taxista Oscar Emilio León Somoza alcanzó la fama con la orquesta La Dimensión Latina para luego emprender una carrera como solista y con su propia orquesta. De allí en adelante, el resto es historia. Oscar D’León se convirtió en un icono de la salsa, y se codeó con los nombres más rutilantes del género como Celia Cruz, Eddie Palmieri y Tito Puente, por mencionar algunos. Su presencia se ha sentido en escenarios de renombre como el Madison Square Garden o el Teatro Teresa Carreño, y en lugares tan disímiles como Japón o Alemania. Su capacidad de improvisación caracte
rística se mantiene intacta, mientras viaja de un lado a otro sin parar. D’León se lo disfruta. Eso sí, siempre al lado de sus "muchachos", los músicos de su orquesta: "Gozamos del privilegio de tener una agenda llena. En Venezuela tocamos poco, pero cuando hay zafra, toca ir a muchas partes y a mí me encanta. Preferimos hacer las giras en autobús porque eso nos permite estar más descansados, la presurización del avión y la espera es agotadora; en cambio en el autobús vas durmiendo.
Es chévere, pero salimos con mucha antelación para evitar inconvenientes.
Viajamos todos en el mismo autobús.
Me gusta viajar con mis muchachos, son mi primera familia". Los infartos que sufrió en el pasado ­y que pusieron a todo el país en vilo­ no han sido obstáculo para continuar con su vida y su carrera. De hecho, el estilo de vida saludable que practica es modelado por su equipo: "Al subsanar el problema del corazón quedé en ventaja para seguir disfrutando. Yo hago mi vida normal, corro, hago mis ejercicios, en la tarima no me reprimo de hacer cosas. Además, estar allí es algo que disfruto, así que no me causa problemas. Yo pudiera estar más arrugado y no lo estoy por mi temperamento, la forma de vida que llevo; no me gusta el licor y me alimento bien.
Eso ha sido un estímulo para mis muchachos. Soy un ejemplo para ellos".
Los All Stars criollos. Quien ha estado en un concierto de Oscar D’León ­o en algunos de los múltiples eventos que lo tienen como estrella invitada­ sabe que va dispuesto a todo, menos a quedarse sentado. Sus shows, que pueden durar entre una hora y media y dos horas, son adrenalina pura no apta para espíritus alicaídos. Su presencia y su fuerza en tarima se ven reforzadas por una orquesta a la que D’León no tiene
reparo en alabar, y que debe mantenerse activa para poder responder a las peticiones de un público exigente: "El ensayo es primordial. Yo cuento con mis músicos en cosas que difícilmente otros pudieran hacer y en la tarima sé que puedo poner en ejecución lo que se me ocurra. Con ellos puedo hacer un movimiento de cabeza, una seña, y ya saben lo que significa, es un molde irrompible. Mis músicos son un baluarte". Si pudiera formar su propio All Stars, no duda en disparar nombres, pero al final, termina incluyendo a "sus muchachos": "Mauricio Silva, William Puchi, José `Mortadelo’ Soto en el bajo, en el piano Alejandro Dávila, Linda Briceño como trompetista, los violinistas serían Rodolfo León y Yanet Trejo, mi trombonista Wilmer Terán.
Como cantantes Wilmer Lozano, el Pollo Brito, Servando y Florentino. Pero también tengo que contar con el resto de mis músicos. Para mí, ellos son unas estrellas".
Paralelo a sus compromisos con los medios, y la grabación de su nuevo disco, Oscar se prepara para asumir un mes de giras en Europa con el mismo entusiasmo de siempre. Sobre los próximos pasos de su carrera prefiere no ahondar mucho, salvo su interés por grabar con los artistas que así se lo pidan. El resto, vendrá por sí solo: "Hay tanta vida en mí por dar todavía y hay tantas ideas que pueden salir, tantos dúos que se pueden elaborar, que no me pongo a pensar en lo que viene. Las cosas van saliendo y ya". Al final, el fotógrafo vivió la que probablemente fue la sesión de fotos más rápida de su vida: Oscar luce alegre, espontáneo, sonriente. Lleno de energía vital. Y con el mismo entusiasmo con el que llegó, se despide de todos los que encuentra a su paso, tomándose fotos, grabando videos y haciendo retumbar su clásico "¡Sabrooso!" en los pasillos del edificio, hasta desaparecer con su tumbao caribeño, llevando su música a otra parte.

Fotografía: Francisco Fernández