Mostrando entradas con la etiqueta Felipe Izcaray. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Felipe Izcaray. Mostrar todas las entradas

sábado, 23 de mayo de 2020

LA BATUTA HISTÓRICA

1
La música en Venezuela
Felipe Izcaray (*)

La posición geográfica de Venezuela ha servido de plataforma para el desarrollo de una música especialmente rica en contrastes y en combinaciones de elementos rítmicos, melódicos y armónicos. La extensa costa caribeña de Venezuela la hace receptora de la influencia cultural europea y africana. Por otra parte, los Andes de Venezuela la convierten en parte de la columna vertebral de todo el continente; mientras que las fronteras entre Colombia y Venezuela se disipan en los llanos, y la selva amazónica hermana a Venezuela con Brasil y las Guayanas vecinas. Es por eso que Venezuela presenta una gran variedad de matices musicales a través de su geografía. Si bien los ancestros musicales indígenas, europeos y africanos están identificados en distintos géneros musicales, a veces ciertas piezas poseen características tan entrelazadas que es imposible identificar un origen específico. Un calipso guayanés tiene marcada influencia de las islas caribeñas de habla inglesa, y la cadencia andaluza del polo margariteño o coriano se identifica plenamente con su origen peninsular, pero ciertos movimientos del tamunangue larense presentan una intricada combinación de elementos africanos y europeos. El joropo, fiesta originaria de los llanos y de los valles del Tuy, ha prestado su nombre para identificar géneros musicales de identidad propia como el corrido, la chipola, el golpe, y el seis por derecho. En las costas centrales venezolanas y sus ciudades circunvecinas, se encuentran los ritmos inspirados por una rica percusión con identidad propia pero de evidente origen africano, tal es el caso de la fulía, el merengue, la parranda y, curiosamente, el aguinaldo navideño. Una interesante combinación se genera en el estado occidental del Zulia, donde la danza y la gaita combinan elementos europeos y africanos a base de un poderoso acompañamiento percusivo. La región oriental es también rica en ritmos como el galerón y el golpe y estribillo. En el plano más poético, Venezuela toda es prolífica en canciones, serenatas, valses y bambucos en los que el texto enriquece el pausado ritmo. La región andina ha sido especialmente privilegiada por esta atractiva combinación de texto y poesía.

La música académica venezolana tuvo un desarrollo paralelo a la música popular desde la colonia hasta mediados del siglo XIX, cuando el vals europeo y el vals popular experimentaron una feliz unión a manos de compositores de música para piano como Ramón Delgado Palacios, Federico Vollmer, Manuel Guadalajara y Salvador N. Llamozas.

2
A partir del desarrollo del vals, la identificación del compositor venezolano con los ritmos y melodías de su pueblo se hace más intensa que en otros países latinoamericanos. La generación inicial de músicos como José Antonio Calcaño, Juan Vicente Lecuna, Juan Bautista Plaza, Moisés Moleiro y Vicente Emilio Sojo, que en el siglo XX enriqueció esta unión del elemento popular con el académico, dio paso a la Escuela de Santa Capilla (llamada así por el nombre de la esquina donde está situada la Escuela Superior de Música), conformada por alumnos de la cátedra de composición del maestro Sojo. Vicente Emilio Sojo, eminente prócer civil venezolano, no solamente organizó los estudios formales de composición, además de fundar el Orfeón Lamas y la Orquesta Sinfónica Venezuela, sino que enriqueció el repertorio nacional con cientos de arreglos de melodías venezolanas que estaban en peligro de caer en el olvido. Estos compositores escribían y participaban activamente como miembros de la Orquesta Sinfónica y del Orfeón Lamas, orientados y estimulados por su fundador para ejecutar sus obras. De esta experiencia de corte eminentemente nacionalista, surgen obras de arraigo venezolano con calidad internacional. Como ejemplo del nacionalismo musical venezolano del siglo XX, podemos destacar algunas obras de Vicente Emilio Sojo: Obertura Festiva, Bordoneo, Solo de Marimba Endecha y Quirpa para guitarra. De Juan Bautista Plaza: Fuga Criolla, El Picacho Abrupto, El Curruchá, Vigilia, Pico-Pico y Campanas de Pascua. De Evencio Castellanos: Suite Avileña, Santa Cruz de Pacairigua, de Antonio Estévez: Cantata Criolla, Mediodía en el Llano, Mata del Ánima Sola, Concierto para Orquesta y 17 piezas infantiles para piano, de Inocente Carreño: Margariteña, La Ciudad de los Techos Rojos, Suites para orquesta, Gota de breve rocío, Obertura Galleguiana y Poema a Carabobo; de Antonio Lauro: Natalia, Yacambú y valses diversos para guitarra, Giros Negroides, Concierto para Guitarra y Misterio de Navidad, de Gonzalo Castellanos: Suite Caraqueña, Imitación y Antelación Fugaz y de Modesta Bor: Son Venezolano, Obertura Sinfónica, Genocidio, Manchas Sonoras, Acuarelas y Concierto para Piano y Orquesta.

Luego de Vicente Emilio Sojo, la OSV ha tenido varios directores titulares, como Antonio Estévez, Ángel Sauce, Gonzalo Castellanos Yumar, Georg Schmoehe, Eduardo Marturet y Theodore Kuchar.

3
A partir de la década del 70 se crearon nuevas orquestas venezolanas y se consolidaron otras ya existentes, como la Orquesta Filarmónica de Caracas dirigida por Aldemaro Romero y los asociados Carlos Piantini y Eduardo Marturet, y la orquesta Municipal de Caracas, que ha tenido como Maestros titulares a Carlos Riazuelo, Alfredo Rugeles y Rodolfo Saglimbeni. La Orquesta Filarmónica Nacional ha actuado bajo la conducción de Pablo Castellanos y Luis Miguel Gonzalez.

En Maracaibo se elevó la calidad artística de su sinfónica bajo la conducción de Eduardo Rahn.

Han surgido en nuestro país diversas agrupaciones de cámara, por lo general asociadas a instituciones patrocinantes, como el Trio de Cámara del INCIBA, las orquestas de Cámara de universidades, y ensembles independientes como el Cuarteto Galzio, el Collegium Musicum de Caracas dirigido por Gonzalo Castellanos Yumar , y la singular agrupación Solistas de Venezuela, fundada y dirigida por Luis Morales Bance, con una trayectoria de difusión de composiciones venezolanas en pueblos del interior del país.

La música coral experimentó un marcado crecimiento a partir de la fundación en 1943, del Orfeón de la Universidad Central de Venezuela. Otras instituciones educativas siguieron el ejemplo de la UCV y formaron coros estudiantiles. Más tarde comenzaron a desarrollarse agrupaciones corales en organismos oficiales y empresas privadas, especialmente en las instituciones bancarias. Para la década de los años 70 se funda el Movimiento Coral “Cantemos” y la Fundación Schola Cantorum de Caracas, que hoy en día agrupan a cientos de coros adultos e infantiles. Dada la importancia de movimiento coral venezolano, en abril de 2000 se escoge a Caracas para celebrar el festival América Cantat III, con la participación de agrupaciones nacionales y corales provenientes de todas partes del mundo. Es significativo el número de coros venezolanos que han obtenido importantes premios de excelencia artística en prestigiosos concursos de música coral de Europa y Asia.

4
El perfil de la ejecución musical en Venezuela cambia definitivamente en 1975, a raíz de un movimiento orquestal sin precedentes en la historia musical del país. Un discípulo de Vicente Emilio Sojo, el Maestro José Antonio Abreu, quien para ese entonces ejercía también las profesiones de economista y parlamentario, funda en Caracas la Orquesta Nacional Juvenil “Juan José Landaeta”, organización que posteriormente pasaría a convertirse en Fundación de Estado en 1978, y que se multiplicaría en diferentes núcleos orquestales juveniles diseminados por toda la geografía nacional. Estas orquestas juveniles e infantiles convirtieron a la música sinfónica en un Programa Social del estado venezolano, ya que hoy en día es posible que niños y jóvenes de todos los estratos sociales, tengan acceso a una formación musical integral a partir de la ejecución de un instrumento. La masificación de la enseñanza musical a través de estas agrupaciones artísticas, ha originado un público cada vez más numeroso en los sectores populares y en la provincia, permitiéndole la familiarización con la música de los grandes maestros venezolanos y universales, convirtiéndolos a su vez en elementos críticos importantes en cada una de sus comunidades.

5
Otra consecuencia de este movimiento de orquestas juveniles e infantiles, ha sido la creación de orquestas sinfónicas profesionales y semi-profesionales en diversas ciudades de Venezuela. Justamente, estas orquestas regionales se nutren principalmente de jóvenes músicos que han escogido la música como profesión y que han egresado de las orquestas juveniles. Las orquestas regionales, muchas de las cuales han alcanzado niveles artísticos de excelencia, reciben su principal aporte económico del estado venezolano a través del Consejo Nacional de la Cultura -CONAC- apoyados en algunas casos por sus respectivas gobernaciones.

A la par del desarrollo de la música “clásica”, la música popular del país presenta también variados matices importantes que la han colocado en un sitial de preferencia, tanto local como internacionalmente. Junto a los mencionados géneros autóctonos, las expresiones musicales del continente como el bolero, salsa, balada, rock, jazz latino y otros géneros urbanos, tienen igualmente calificados compositores e intérpretes en la escena musical venezolana.

6
(*) Este artículo fue solicitado por el CONAC para publicarlo en un boletín que sería enviado a las embajadas venezolanas en el exterior. (10-09-06). Revisado el 21 de Mayo de 2020

Fuente:
https://www.facebook.com/fizcaray/posts/10158532494465742?comment_id=10158537424450742&notif_id=1590105058672000&notif_t=feed_comment_reply

Fotografías: Colección Felipe Izcaray
1: Estreno de la 9a sinfonía de Beethoven en Venezuela, 1950. Dirige Thomas Mayer.
2: Vicente Emilio Sojo, Evencio Castellanos, Antonio Estévez, José Clemente Laya e Inocente Carreño.
3: Evencio Castellanos, Antonio Estévez, Ángel Sauce y Víctor Guillermo Ramos.
4: Orfeón Lamas y OSV con Sojo.
5: Alirio Diaz y Rodrigo Riera 1969
6: José Vicente Torres, Judit Jaimes, Carlos Riazuelo y Alirio Diaz

domingo, 26 de abril de 2020

DEL OYENTE DE LARGA DURACIÓN

Felipe Izcaray o la intimidad de los audífonos
Luis Barragán

La inmensa dificultad de reencontrarnos con nosotros mismos, durante la prolongada cuarentena, habla de las radicales tensiones e incertidumbres que nos asedian al cumplirla en un país como Venezuela.  No obstante, podemos también aludir a un constante reajuste de la convivencia familiar - otrora olvidada – en el contexto de un relativo aislamiento que no mitiga  la consabida precariedad de las conexiones virtuales.

Acaso, una experiencia  sea la de recobrar la intimidad de los audífonos en el intento de garantizar una privacidad que nos lleva  inadvertidamente  a  las novedades del sonido rechazado por el consumo cultural dominante. Hay directores orquestales de una extraordinaria solvencia técnica, capaces de emocionarnos a través de ejecuciones que ya nos parecen demasiados breves, cuando – paradójicamente – se ha convertido en una norma social que las piezas melódicas que excedan de cinco minutos – por ejemplo –  resultan tediosas, arraigados los estereotipos del oyente de larga duración.

Uno de esos directores,  es Felipe Izcaray, quien recientemente arribó a la edad de setenta años. Soportando los rigores de la doble pandemia, porque al coronavirus debemos añadirle las particularidades del régimen que agrava su recepción, igualmente condenado a los cortes de electricidad,  merece el reconocimiento de la Venezuela que está en trance de reencontrarse consigo misma, ojalá definitivamente para no repetir jamás esta amarga experiencia de dos décadas.

En otras condiciones y circunstancias,  Izcaray no sólo recibiría el reconocimiento real y palpable del país, sino que ni siquiera tendría que salir de su querida Carora para dictar las clases, charlas y conferencias para una audiencia exigente, al igual que para los menos avisados, como el suscrito, interesados en algún libro que lo refiera.  A la larga e intensa experiencia y vivencia profesional, sumamos una extraordinaria acreditación académica que muy bien autorizaría esta otra experiencia de la llamada economía naranja: licenciado en educación musical, maestría en dirección coral y doctorado en dirección de orquesta por la universidad de Wisconsin-Madison (Estados Unidos).

No sabemos, ni nos interesa saber de las inclinaciones políticas de Izcaray, porque nuestra certeza reside en el aporte que todavía tiene pendiente para la reconstrucción de Venezuela, siendo el emprendedor  que, además, movió la batuta en el estado Nueva Esparta o en Mérida,  y la creó para los salteños, en Argentina. Celebramos el éxito de nuestros músicos en el exterior y la heroica supervivencia de quienes acá se quedaron, quienes tuvieron por un insigne maestro al ilustre caroreño, delante del atril, en el  Sistema Nacional de Orquestas y en la Sinfónica Venezuela, construyendo civilidad. Y esto también lo trasluce la intimidad de los audífonos.

Fotografía: Stiven Valecillos (El Impulso, Barquisimeto, 2017).
27/04/2020:
http://guayoyoenletras.net/2020/04/27/felipe-izcaray-la-intimidad-los-audifonos/

sábado, 25 de abril de 2020

UNA BATUTA FRENTE AL CAOS

Felipe Izcaray: Vivo mi mejor momento como artista
Várvara Rangel Hill  

El director de orquestas venezolanos se sabe vencedor del cáncer, se cobija en la tierra que lo vio nacer y en sus estudios para continuar su labor como docente en el Sistema en la región larense, que le sirve de “elixir de vida”. No hay tiempo para el retiro.

En ese impulso por mantener viva la llama de la música, el maestro Felipe Izcaray lamenta la caótica situación de las orquestas y de sus directores, de cómo “se nos ha drenado la savia de nuestro arte”.

-¿Cómo descubrió que estaba enfermo? ¿Tuvo algún síntoma?

-No hubo síntomas de ningún tipo. Todos los años me realizo mis exámenes de rutina, y así se descubrió el problema. Es el ejemplo de prevenir en vez de lamentar, y en este caso funcionó a la perfección.

-¿Cómo decidió afrontar el cáncer?

-Como se enfrentan esas cosas en mi familia: Es solo un enemigo a vencer, y se vence.

-¿Cuál es su situación actual de salud?

-Apartando este escollo, ya superado, nunca me sentí mejor. Estoy vital, lleno de energía y disfrutando el saber que he enfrentado los retos de mi vida con honestidad y con la seguridad que da el estudio.

-¿Qué música, qué piezas lo han acompañado por este trance?

-Yo escucho de todo, y solo exijo calidad. Mi Ipod es un verdadero cofre de tesoros y ahí hurgo según el momento. Me puedes encontrar bailando con mi nieto el Jala jala, de Richie Ray (salsa de la dura de los ’60); cavilando con Olha Maria, de Jobim, cantada por Chico Buarque o deslumbrado con Oscar Peterson, en A little Jazz Excercize, o revisando grabaciones de algún concierto que me ha dado satisfacciones especiales. Actualmente, tengo muy presente una obra que ha significado mucho en mi vida, y que por casualidad tenía ya programada para fin de año con mi querida orquesta de Carora, y es la Sinfonía Patética, de Tchaikovsky. Prometo una vorágine de emociones, porque la llevo por dentro y quiere salir con mucha fuerza.

-¿Continúa o continuará su trabajo docente en Carora?

-Si te gusta lo que haces y obtienes la respuesta adecuada, no hay razón para interrumpir. Los muchachos están entusiasmados con el proyecto de la “Patética”, y con el homenaje a los 100 años del maestro Antonio Lauro. A pesar de algunas ausencias mías por razones familiares o de salud, ellos han continuado el trabajo con seriedad y tesón. Nuestra orquesta ha dado de qué hablar, ya que trabaja con pocos recursos pero se reinventa día a día. Estar al frente de eso es como un elixir de vida.

Una maleta cargada de quinchonchos, plátano verde y vida

-¿Qué le ofrece la tierra larense que le hizo volver a ella?

-Debe ser lo mismo que le ofreció al maestro universal, Alirio Díaz, quien transcurrió sus años mayores en Carora, entre sus magias, sus olores, sus sabores, sus añoranzas, su gente… Quienes me conocen de verdad saben que he llevado a Carora conmigo todo el tiempo, que es parte de mi equipaje.

“Una anécdota con Alirio me hizo comprender lo identificado que estaba con su terruño. Durante una gira a Italia, en 1981, con la Orquesta Municipal de Caracas, en la que yo iba como parte de un grupo de directores al curso del maestro Franco Ferrara, estábamos en tránsito en Roma con rumbo a Sicilia, y Alirio, solista invitado, se quedaba en Roma con su familia un par de días. Él me pidió que lo ayudara con una de sus maletas hasta el área de aduanas. Así lo hice, y noté que la valija estaba muy pesada. Le pregunté si llevaba libros y partituras, y me respondió: “No chico, esos son quinchonchos, chícharos y plátanos verdes para hacer tostones”, rememoró Izcaray.

“El maestro universal cargaba a Carora consigo. Yo viví 46 años fuera de Carora, residí en ambos hemisferios, viví las nieves del norte y del sur, pero en mis días y noches siempre había aunque fuera un momento para abrir el cofre de Carora, sentirla y disfrutar con sus añoranzas”, agregó.

-¿Planea volver a la dirección de grandes orquestas o, por el contrario, planea su retiro?

-¿Cómo voy a pensar en retirarme si siento que estoy viviendo mi mejor momento como director, como músico y como artista? Sería una forma muy cruel de autoflagelarme, con matices suicidas.

-¿Qué obras le falta por dirigir?

-Son tantas… pero hay una a la que le he tenido ganas hace años, y es el War Requiem, de Benjamin Britten, muy complicada por la logística de su montaje. Hay obras que he ensayado pero no dirigido en público, como la Consagración, de Stravinsky; el Requiem, de Faure y la Segunda sinfonía, de Mahler.

Un escenario demoledor

-A su juicio, ¿cuál es la situación actual de la dirección musical de agrupaciones sinfónicas en Venezuela?

-La situación actual general de las orquestas sinfónicas en Venezuela no puede ser catalogada de otra forma que caótica. Los músicos venezolanos sufren la crisis como el resto de sus compatriotas, con el agravante de que el mantenimiento de los instrumentos musicales tiene un costo estratosférico, ya que los insumos y accesorios son importados. Hoy en día el mejor sueldo de un músico de orquesta no alcanza para comprar un juego de cuerdas, una caña o una boquilla.

De acuerdo con el maestro, “tenemos orquestas cuyas nóminas se han reducido o modificado en altísimos porcentajes en menos de un año”.

Izcaray sostiene que “el renglón dirección también sufre los embates de la crisis. Hay orquestas sin director titular, y que paradójicamente hacen todo lo posible por no tenerlo. Es una combinación de no tener los recursos para pagar un salario de director, con el afán de algunos administradores de aferrarse a la cuota de poder que significa el decidir qué, dónde, cómo o cuándo la orquesta toca”.

“He propuesto programaciones novedosas y “baratas” a distintas agrupaciones, y recibo como respuesta el silencio o criterios que van desde el “no hay plata”, hasta cosas como por ejemplo: “Esa obra es polaca y queremos que la dirija un polaco (nombres y nacionalidades han sido cambiados)”. Y cuando les digo que yo he dirigido esa obra siete veces y el propuesto polaco no la ha dirigido nunca, responden: “Pero es polaco”. Un director musical consciente e involucrado con su orquesta no da esa respuesta. Hace poco recibí una propuesta de una orquesta de otro país, acepté las condiciones, me solicitaron varias opciones de programa, las envié, el titular de esa orquesta seleccionó una opción, y todo en menos de dos días. Hay orquestas que funcionan mejor en este aspecto, pero en general la situación está muy inestable”, lamentó.

Izcaray se ha refugiado en la orquesta que dirige en Carora: “A pesar de los muchos pesares, hemos logrado hacer programaciones que se cumplen, sin recursos, con pocos instructores, pero hemos hecho cosas muy interesantes. En 2015, dijimos que haríamos las Nueve Sinfonías, de Beethoven y las hicimos. Hemos abordado repertorios exigentes y los muchachos los enfrentan con entusiasmo y fervor. Eso se logra porque ellos confían en su director y en su criterio. Durante mis ausencias forzadas cuento con un equipo de primera no solo en lo musical, sino en lo humano. Los conciertos han seguido dándose, la orquesta ha seguido creciendo en tamaño y en calidad, y esto da origen a que solistas de muchas partes quieren tocar con nosotros”.

Ejemplificó que “un gran solista hace poco se sorprendió al llegar a su primer ensayo, y se sintió inquieto al ver que la mayoría de los integrantes tenían menos de 15 años (“¿Dónde vine a parar?”, se preguntaba). Al finalizar su actuación me dijo que estaba a la orden para volver, que se sintió mejor que con muchas orquestas profesionales”.

“En resumen –afirmó el maestro- el secreto está en la programación, y como se enfrentan las crisis con el trabajo. La Filarmónica de Berlín sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial, y cuando Alemania estaba en ruinas, sin servicios, sin divisas y sin recursos, la orquesta estaba intacta en su estructura humana. Se quedaron sin director, a su titular Furtwaengler le prohibieron dirigir hasta que cesara la investigación sobre sus nexos con los nazis. A su sucesor Leo Borchard, lo mataron de un balazo en una confusión durante un toque de queda, no tenían dinero para pagar a alguien de fuera, y recurrieron a un recién graduado de la Hochschule für Musik, a quien algunos integrantes habían visto dirigir. Lo probaron con la Cuarta Sinfonía, de Brahms, y surgió la estrella del gran director rumano Sergiu Celibidache, quien asumió la dirección de su primera orquesta y siguió con ella hasta 1955, cuando comenzó la era Karajan. Es una historia de supervivencia victoriosa”.

Las glorias de la edad

A Izcaray no le gusta “hablar de heredar niveles, porque para heredar a alguien, éste debe haber fallecido, desaparecido o renunciado a su carrera. No se hereda a los maestros vivos, se aprende de ellos hasta el final”.

-¿Cree que las nuevas generaciones de directores han heredado el nivel de quienes le precedieron?

-Así como en su momento recibí un gran apoyo por parte de personas como el maestro José Antonio Abreu, que generaron el hecho de que he dirigido 52 conciertos con la Orquesta Simón Bolívar y muchos otros en el interior, así soy muy firme en apoyar a las nuevas generaciones de directores. Algunos de mis alumnos ya hacen carrera propia. Ahora bien, no puedo estar de acuerdo con la tendencia a desplazar a un director al olvido solamente por razones de edad. “La historia nos demuestra que los grandes, los verdaderamente grandes, forjaron sus gloriosas carreras en base a años de experiencia y de madurar su arte. Nadie osó decirle a Toscanini, a Furtwaengler o a Bernstein, “Maestro, tiene que hacerse a un lado porque hay que darle oportunidad a los jóvenes directores”.

Aquí se trajo a los septuagenarios Maazel y Abbado a dirigir a nuestros jóvenes porque aportaban al proceso formativo de los mismos. Dudamel es muy bueno, es mucho mejor que hace 20 años y será mucho mejor dentro de otros 20. ¿Le vas a decir que se haga a un lado porque se le ven las canas? Hay otros jóvenes muy talentosos y con criterio y formación que tienen el triunfo asegurado, y hay otros que por su propio mérito pasarán al túnel del olvido”, criticó el director.

Seguir el ejemplo sin imitar

-¿En qué géneros (ópera, sinfónico, sinfónico-coral, ballet) se requieren talentos para la dirección en el país?

-En todos los géneros se necesitan maestros con criterio, con formación sólida, con cultura, con conocimiento de causa. A mis alumnos siempre les digo: “Sigue el ejemplo, no imites”.
“Creo que debería haber más interacción entre la dirección de orquesta y la de coros. El director de orquesta debería llegar con conocimiento de causa a ensayar un oratorio, cantata o una misa. También es cierto que los buenos directores corales deben conocer bien a la orquesta antes de dirigir obras sinfónico corales”, aconsejó.

-¿Quiénes son las mejores batutas de relevo a los veteranos?

-Las pertenecientes a los maestros conscientes, estudiosos, con conocimiento de causa, los que se paran en un podio y saben o al menos desean saber lo que hacen, los que siguen un ejemplo pero no imitan a nadie.

“Vivir en el interior limita mis posibilidades de seguir jóvenes carreras, pero entre los que conozco, además de Gustavo Dudamel, puedo mencionar a Carlos Izcaray, José Ángel Salazar, Cristian Vásquez, Elisa Vegas, Enluis Montes y María Tovar, una talentosa directora larense que lamentablemente tuvo que irse y ahora comparte la dirección de jóvenes con el canto popular en locales nocturnos en una isla del Caribe”, mencionó el larense.

Las propuestas

-¿Qué recomienda para afrontar esta crisis “caótica” y de “inestabilidad” que atraviesan las orquestas?

-Las orquestas no son islas. Son parte del país. La solución de nuestros problemas vendrá con los horizontes que divisa el venezolano promedio. Estamos fuera del engranaje mundial en todo. Se nos ha drenado la savia de nuestro arte, sus jóvenes músicos. Cualquier solución a la penuria actual de nuestras orquestas deberá contar con el regreso de gran parte de esa lastimosa diáspora. Mientras tanto, hay que aprovechar y estimular a quienes se han quedado aquí.

-El afán de poder por administrar las orquestas y mantenerlas sin directores titulares, ¿a qué se lo atribuye?

-A no “dejarse mandar”, quizás. Sin embargo, hay orquestas que hacen buena labor reinventándose. La Orquesta Sinfónica Municipal de Caracas, con Rodolfo Saglimbeni, programa inteligentemente, sus conciertos tienen hilación y propósito, son ejemplo a seguir. Esa orquesta siempre ha tenido un titular capaz, y eso se ha reflejado en sus temporadas

-Después de este panorama que ha dibujado sobre las orquestas y los directores, ¿cómo ve el futuro de ambos sectores?

-En las circunstancias actuales, muy difícil. Pero a medida que el país encuentre su camino, el futuro será consecuencia y parte de un gran renacer.

-Además de fortalecer su salud y vencer al cáncer ¿qué perspectivas y metas tiene para 2018? ¿Tomará las maletas para dejar por otro rato a Carora?

-Tal y como te dije al principio, estoy y estaré bien. En abril dirijo la Orquesta Nacional de Colombia, con el programa Sinfonismo Latinoamericano. Otras invitaciones están por concretarse.

“En Carora tenemos buenos planes, entre ellos explorar el sinfonismo cinematográfico, otro festival barroco (este año hicimos Vivaldi), y completar el ciclo Brahms, con las sinfonías que nos faltan. Lo de las maletas no es algo que deseo hacer, al menos definitivamente. Tendrías que ver un ensayo en Carora, con una orquesta que toca cada día mejor y que encima te sonríe. ¡Claro! tampoco es que tengo vocación de fakir. El sufrimiento tiene un límite. Tengo que cuidar mi salud para seguir sintiéndome chévere. Cada vez que necesito una medicina comienza un Vía Crucis pernicioso. Algo tiene que pasar, o …”, finalizó.

Fotografía: 
26/11/2017:

sábado, 12 de enero de 2013

UNIVERSALES

EL NACIONAL - LUNES 26 DE JULIO DE 1999 / OPINION
La cultura del soberano
Felipe Izcaray

A mí me educaron con un criterio bien claro de lo que es la cultura. Chacón, Amouhammad, Calello, Pernaut y otros distinguidos profesores de la Escuela de Antropología y Sociología de la UCV, por allá por los años 60, nos enumeraban los buenos principios de la igualdad de los hombres, y aquel concepto universal de que la cultura es todo lo inherente al paso del homo sapiens por la Tierra. Antes, en mi Carora natal, mi padre y su piano me habían inculcado la idea de que existen dos tipos de música: la buena y la mala, y por eso nunca sentí que las polonesas de Chopin y los boleros de Agustín Lara que tan bien tocaba mi viejo pertenecían a estratos clasificatorios diferentes, sólo por ser Chopin o Lara sus autores.
También tuve la fortuna de educarme desde muy joven bajo la tutela de Juan Martínez Herrera, el fundador del Orfeón y la Casa de la Cultura de Carora, a quien sólo le preocupaba que lo que se hiciera a su alrededor se hiciera bien y honestamente. Juan solamente aborrecía dos cosas: lo mediocre y lo deshonesto. Mientras tanto, nos introdujo al mundo mágico de las bellas artes, de la verdadera cultura, la que mejora y educa al ser humano. En su orfeón conocimos al ancestro negro a través del Mampulorio, al Táchira a través de Flor de Loto, a Cumaná a través de Mare-mare, a Inglaterra a través de Handel, a Estados Unidos a través de Río Swannee. En esa Casa de la Cultura los jóvenes de una Carora sedienta de agua nos saciamos hasta más no poder con el elíxir del buen teatro, de las artes plásticas (las formales y las "ingenuas"), de la buena artesanía, de la buena música y de una sempiterna ilusión por la excelencia. De día Juan hacía sillas de cuero, curaba dientes o sembraba caraotas, para luego dirigir un coro o enseñar contrabajo a los niños de su pueblo adoptivo.
Durante el aprendizaje que ha sido mi vida, he conocido que es posible la hermandad entre la escuela glacial del contrapunto estricto y el dorado crepúsculo de un polo margariteño, gracias al corazón y la pluma de Rafael Suárez. He disfrutado la trova de Góngora, de Rilke, de Arvelo Torrealba, de Serrat, de María Grever, de Ignacio Izcaray, la de los ordeñadores llaneros y la de María Rodríguez, sin pensar jamás que el origen o la educación formal de los unos minimiza la musa de los otros.
Mozart, Beethoven, Brahms, Strauss, Falla, Dvorak, Bartok, Gershwin, Copland, Revueltas, Sojo y Estévez nos han enseñado más sobre la esencia musical de sus pueblos que muchos tratados de folklore, así como Encina, Yevtushenko, Whitman, Faulkner, García Márquez, Luis Alberto Crespo, Gallegos y Cabrujas han vertido junto con su tinta parte de la sangre que les ha corrido ancestral por sus venas. Esto es así porque su educación académica nunca los separó de sus raíces.
He tenido la fortuna de poder degustar "fettucinis Alfredo" en Alfredo de Roma, y de comer sushi en Japón y brochetas de hígado de ganso en Jaffa, pero esos exquisitos manjares no me han hecho olvidar las tostadas del negro Urriola en Carora, o de esa versión mejorada del mozzarella que es el queso de "taparita" caroreño.
La primera vez que asistí al Metropolitan Opera de Nueva York, coincidí con el debut de la mezzo-soprano Fredericka von Stade. En determinado momento de una de las arias, casi que largo la carcajada, al recordar que pocos años antes, en Carora, mientras nuestra Fedora Alemán cantaba esa misma aria, pasó un tremendo susto, porque una indiscreta mata de mamón vertió sus maduros y jugosos frutos sobre la endeble lámina de zinc que hacía las veces de techo del escenario de otra casa de cultura. También recordé que esa noche, al finalizar su recital, Fedora bailó tamunangue con Juan Martínez, y que esta vez las arias las cantaba el idolatrado Pío Alvarado, a quien Juan y sus amigos, sin mucha alharaca, rescatamos del olvido a que lo había relegado su efímera pensión de policía jubilado.
El hecho de que hoy día me gano la vida dirigiendo música "académica" no merma mi convicción de que el hombre tiene una misión en el mundo, y es la de hacer cultura, bien sea un grafitti, una sinfonía, un chiste o una consigna política. Un cliché es cultura, un bikini bien llevado es cultura, una iglesia de Juan Félix Sánchez en el páramo es cultura, los móviles de Calder en el Aula Magna de la UCV son cultura. La grandilocuencia elegante, rebuscada y erudita de Caldera es cultura, y la verborrea agresiva, espontánea y ancestral de Chávez es cultura.
Yo nunca me he considerado un miembro o intérprete de una "cultura clásica". Entonces, ¿de dónde salió esa élite vociferante y pretenciosa que, debido sobre todo a falta de información, o peor aún, a un sentido muy hábil de oportunismo político, pretende erigirse en organizadora de lo que por esencia no se puede organizar? Estos "líderes culturales" que no cantan, ni bailan, ni pintan, ni escriben ni construyen, porque no saben cómo, pretenden relegar a quienes hemos hecho del arte una profesión mediante el estudio y la investigación, a convertirnos en una minoría apologética, arrepentida de querer saber, sólo por no pertenecer a las nuevas logias de un esperpento etimológico denominado "cultura popular"?
¿Se habrán dado cuenta estos cruzados de rasgadas vestiduras que hay una sola cultura, y "un solo pueblo"?



Astuto
Tocar temas de Los Beatles es una manera de captar a un público que no suele ir a los conciertos de una orquesta sinfónica", explica Felipe Izcaray.

La orquesta dirigida por el venezolano Felipe Izcaray tocó el día veinte temas clásicos del cuarteto de Liverpool.
El maestro venezolano Felipe Izcaray despidió hoy el ciclo 2006 de la Orquesta Sinfónica de Salta con un concierto exclusivo dedicado a The Beatles en la sala del teatro Victoria, donde se agotaron las 1300 localidades puestas en venta hace una semana.
La Sinfónica ejecutó veinte temas de The Beatles, entre los que estuvieron los superclásicos como All my loving, Eleanor Rigby, Yesterday, If I fell o Michelle. "Yo tenía 13 años cuando Los Beatles comenzaron a tocar, por lo que me considero un beatleano de la primera hora", cuenta Izcaray.
¿Por qué una sinfónica encararía a The Beatles?
Tocar temas de Los Beatles es una manera de captar a un público que no suele ir a los conciertos de una orquesta sinfónica.
¿Es la primera vez que dirige temas de los Beatles?
No. Siempre tuve la inquietud de que Los Beatles sonaran en una sinfónica, y nunca me olvido de que fui un adolescente que vivió el nacimiento del grupo. En Venezuela, cuando era director de coros, ya hacía temas de ellos. Y cuando fui a estudiar la maestría a los Estados Unidos también: llegué cuando recién se habían separado.
¿Quién hizo los arreglos para este concierto?
Me enteré hace poco de que la editorial estadounidense Hal Leonard había lanzado Love is all you need (A tribute to The Beatles), un libro con arreglos de Bruce Healey, cuyas partituras fueron adquiridas en 700 dólares por el Instituto de Música y Danza, del que depende la sinfónica. Al repertorio de ese volumen le sumamos I want to hold your hand, con arreglos de John Cacausas.
¿Cómo suena la música de The Beatles en una sinfónica?
Maravillosamente. Aquí en Salta ya los hemos tocado con mucha aceptación, en conciertos donde incluimos tango, jazz, malambo y cumbia. Por eso insisto: hacer música popular atrae a gente que nunca escuchó una sinfónica.

Fuente: http://www.encarora.com/Caroreno/FelipenChile121006.htm