sábado, 29 de septiembre de 2018

POR LAS RAMAS

EL NACIONAL, Caracas, 18 de agosto de 2018
Los líderes que tenemos
Eddy Reyes Torres

Después del contundente triunfo de la Mesa de la Unidad Democrática en las elecciones parlamentarias que se celebraron el 6 de diciembre de 2015, se pensó que habíamos alcanzado la gloria y que lo demás sería coser y cantar. Para ese momento nadie en la oposición visualizó que el retorno a la democracia ofrecería gran dificultad para concretarse.

El 6 de enero de 2016, esa ilusión se acrecentó todavía más cuando Henry Ramos Allup, una vez elegido presidente del Parlamento, hizo acto de presencia en la Asamblea Nacional y dio instrucciones al personal de limpieza para que procediera a retirar la imagen malandra del Libertador Simón Bolívar, que fue un lamentable producto colateral de la profanación de sus restos, ordenada por Hugo Chávez para “determinar las causas de su muerte”, el 18 de diciembre de 2007.

(Para nadie era un secreto que el ceremonial llevado a cabo a las 3:00 de la madrugada se ajustaba al rito palero que practican los santeros. Según ellos, la noche pertenece a los muertos y Chávez no ignoraba esa realidad. Sobre ese tipo de prácticas hay dos autores clásicos que escribieron al respecto con rigurosidad científica: Lydia Cabrera y Fernando Ortiz. Con un enfoque periodístico, el ritual realizado por el “comandante eterno” fue tratado por el venezolano David Placer en Los brujos de Chávez).

La euforia duró varios meses y a cuenta gotas se fue diluyendo para derivar en total desesperanza. En ese lapso, la dictadura mostró sus horribles tragaderas y con hechos puso en evidencia que se mantendría en el poder a sangre y fuego, sin importarle lo más mínimo el número de muertos que su accionar implicara, ni las desgracias de todo orden que la población tuviera que sufrir.

En esa vuelta de la tuerca ocurrió lo más catastrófico: la unión de la oposición implosionó, dejando una concentración de desaliento y encono. Así, el sector mayoritario se hizo minoritario por voluntad propia y su variada representación se transformó en grupos de leprosos que son repelidos por los “líderes” de las redes sociales, con 50, 500, 1.000 y hasta 40.000 seguidores, pero sin nada más.

Sin arrastre sustantivo, ahora hay dos grandes bandos: los que no descartan seguir negociando con el gobierno y los que se inclinan por el choque de trenes. En esas posiciones pareciera no haber puntos medios, aunque ambas fracciones coinciden en la necesidad de un cambio de rumbo radical en las políticas que ahora ejecutan Nicolás Maduro y su grupo.

La pregunta que surge de la situación anterior es elemental: ¿es necesario un nuevo liderazgo opositor? Si esa fuera la aspiración de la mayoría de los venezolanos, tenemos que empezar por aceptar que ello implica un proceso de desarrollo y maduración que llevará varios años. Salvo situaciones muy excepcionales, los líderes políticos son producto de años de trabajo exigente y entrega total a la causa que se promueve. Además, la realidad se ha encargado de evidenciar que las figuras mesiánicas son caminos seguros al fracaso y la desgracia.

Por lo pronto, me aventuro a pensar que no nos queda más alternativa: con los líderes que ahora tenemos, que ostentan más méritos de los que sus detractores se niegan a reconocer, habrá que acometer la solución de los serios problemas que nos abruman. Eso sí, deberán ponerse desde ya las pilas.

Fuente:
http://www.el-nacional.com/noticias/columnista/los-lideres-que-tenemos_248250

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