Distopía y utopía
Luis Barragán
La ilusión no fue sólo la de un cambio de década, sino de siglo. Mejor aún, la de un distinto milenio, disparando algunos atavismos.
A medida que se acercaba el 2000, en la ya vieja prensa sobró el testimonio de un optimismo razonable, aunque – a veces – también francamente delirante. El país, por la sola producción del petróleo, faltando poco, inagotable, constituía una apuesta segura.
Que sepamos, apenas hubo una mirada articulada y enteramente pesimista, como la de Francisco Herrera Luque con su postrera novela “1998” (Grijalbo, Caracas, 1992), deshecha Venezuela en las fauces del fascismo devenido epidemia continental. No obstante, finalizando la centuria de logros contrastantes con la anterior, la versión catastrófica de las realidades dijo ofertar mejor el paraíso a la vuelta de la esquina.
Maldito el FMI y los agentes del patio, la superación de las inauditas cotas de pobreza, corrupción e inseguridad personal tendría por garantía una democracia, cuya única profundidad dependería de la celebración de numerosas consultas electorales, importando poco que fuesen plebiscitarias, impuntuales e inauditables. Se daba como un hecho que la producción - de todos modos - alcanzaría un promedio de seis millones de barriles diarios, al igual que los precios jamás descenderían afianzados por las pugnas de una irreprimible multipolaridad al avanzar el siglo.
Y acá nos encontramos, cierta, irrefutable y plenamente realizada esa versión catastrofista que logró colarse y prender, deshaciéndose la propia República en las manos de un socialismo al que sólo lo alimenta el sacrificio inútil y genocida de una población fuertemente reprimida. Empero, este XXI inquilinario al que de nuevo llegamos tarde, cuenta con un futuro próximo y realizable, con la reivindicación de las libertades públicas y personales ahora negadas, un modelo y estrategia alterna de desarrollo afincada en el emprendimiento y el trabajo, capaces de abrir las puertas a una elevada calidad de vida con equidad social: puede decirse, hay un importante aprendizaje generacional que cobrará una decidida actualización de comprometerse con los principios y valores que alguna vez, desgraciadamente, olvidamos.
Ilustración: Alberto Savinio.
09/09/2018:
http://guayoyoenletras.net/2018/09/09/distopia-y-utopia/
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