Breve tributo a la botella
Siul Nagarrab
Medio siglo atrás, vilipendiado el vidrio, ya era común que los envases y pitillos fuesen de un elaborado papel que forzaba al rápido consumo de sus contenidos. Luego, parecía lógico que el país petrolero hiciese milagros con el plástico, aunque – valga la paradoja – las mejores marcas eran importadas.
Antes de la primera bonanza petrolera, la botella de vidrio libró una titánica lucha frente a la de hojalata, tardando en exhibir una pestaña para abrirla con comodidad y mucho más para su conversión en plástico transparente. Tras la última bonanza de estos años, falta poco para que no se consiga una botella del diseño geométrico que fuese, de vidrio, ni de plástico, anime u hojalata, perdida además toda noción de lo desechable.
La botella de vidrio aún parece de regreso, excepto en algunos rubros como el de los grandes envases de agua mineral. Forzado regreso, por toda la consabida crisis, le es reconocida universalmente la bondad de preservar mejor los licores y las salsas, ya ignorada localmente su asociación con las legendarias marcas de refrescos y cervezas, incluso, nacionales, de una enorme popularidad mucho tiempo ha.
Posiblemente, son numerosos los jóvenes, avispados por el video-juego, que no han visto personalmente un pleito zanjado por una botella apretada en la garganta y, partida, dispuesta con sus filos homicidas; o, escaseando el alcohol, tampoco al borrachito que se cae, con la carterita en el bolsillo trasero, rogando que sea sangre y no licor lo palpado por sus manos. Saben del botellazo de advertencia, lanzado desde la ventana más anónima de todas, deseando acabar con una conversación callejera que no deja dormir a los vecinos en horas de la madrugada; o, por supuesto, de la molotov con la que pintan cualquier tanqueta de sus rabias.
Probablemente, son muchos los que recuerdan con agradecida nostalgia, las jamás bien ponderadas chapitas, beisboleándolas al empuñar un palo de escoba como bate; o, arrepentidos, aquella botellita giratoria de la adolescente lascivia, pues, desde entonces, el instante de sulfuración devenido embarazo, castigó a dos personas porel resto de sus vidas. Pero los tiempos han cambiado: ya no hay carros embotellados y Aladino hace mucho que se fue del país.
Fotografía: Detalle de una colección doméstica de Luis Buttó (2018).
16/09/2018:
http://www.opinionynoticias.com/opinioncultura/33477-nagarrab-s
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