Luis Barragán
La actual Asamblea Nacional sesiona hasta tres veces por semana, incluyendo las jornadas de las Comisiones Permanentes, en claro contraste con el período anterior en el que, simplemente, el oficialismo trabajaba muy poco. Cada una de las plenarias se ha convertido en ocasión propicia para el asedio de la sede legislativa por grupos nada espontáneos que, además, agreden al ciudadano común, obstaculizando e impidiendo el libre tránsito peatonal y automotor en una arteria decisiva del casco histórico de la ciudad.
Apostados desde tempranas horas, los grupos oficialistas instalan sus tarimas y sofisticados equipos de sonido, bajo la mirada recelosa de los que se apresuran a alcanzar las entradas del metro en su afán de laborar o de buscar empleo, estudiar o hallar dónde hacerlo, evadiendo también a los malhechores que cunden por doquier, cumpliendo una suerte de noviciado delictivo, porque es de suponer que a otros de mayor experiencia y jerarquía, no les contentará asaltar a quienes apenas pueden pagar el transporte público. En un instante, concurren varios países en uno, hacinándose las premuras de las personas que desean huir del lugar, los motos-taxistas que ofertan sus rutas compitiendo con las pruebas de sonido, los cigarrilleros que le ganan más a las bocanadas que a la telefonía celular, los empanaderos que pintan los estómagos en un amago de desayuno y el resto de la buhonería que pretende inaugurar el largo día, en un paisaje de gases corroídos, precariedades y estridencias.
Decidiendo el envío de sus nada pacíficos emisarios, el gobierno tiene por propósito el amedrentamiento sistemático de los diputados de la oposición, representantes de millones de ciudadanos hastiados por los abusos del poder establecido. Buscando la oportunidad y el mérito para una personal y directa agresión física, procurando cerrarles el paso que afila las habilidades de la potencial víctima, con la aquiescencia de las autoridades públicas, el torneo – por lo pronto – es resueltamente auditivo: los oradores literalmente gritan sus consignas, compiten por el morbo de las ofensas personales, disparan a viva voz sus obscenidades, estimulando el linchamiento de los civiles que, desarmados e impertérritos, pero decididos, concurren a su sede natural de trabajo.
Hay más peroles que personas, en esas concentraciones que fuerzan al empleado público o al aspirante a serlo, rellenando la escena. Tarimas, vehículos, pendones, equipos de sonido, entre otros artefactos de segurísima procedencia pública, cubren el pavimento en previsión de la temprana deserción de los que desean ganar el tiempo en una cola para hallar los urgidos alimentos y medicamentos, en lugar de apostar por una situación peligrosa y, menos, por un impensable asalto al Palacio Legislativo que los convierta en carne de cañón de los tácticos de ocasión.
El nada edificante espectáculo semanal que patrocina y enfermizamente divierte al gobierno, revelando una incapacidad política que nos retrotrae absurdamente a la violencia rural del siglo XIX, pretende asustar – sin éxito alguno – a los parlamentarios y escarmentar a la población. Sin embargo, los delata un inmenso miedo: el de responder por un monumental fracaso que ha hambreado a todos los venezolanos por igual, añadidos sus incautos seguidores, e, igualmente, perder el poder, así sea por una eternidad de dos o cinco minutos, abierto el camino de la justicia internacional.
Breve nota LB: Nos costó un mundo tomar estas gráficas, en tiempo récord. Aún estaba distante la muchedumbre y, como nos quitamos la corbata, pieza en buena medida recuperada para los afanes asamblearios, pudimos colarnos y disparar el móvil celular. Todo el forzado ahorro que hacemos los venezolanos, lo dilapidan con el sabotaje. Es algo indecible.Con estas pequeñas incursioes, se dirá, "estamos buscando lo que no se ha perdido". Por cierto, casualmente, tropezamos con el texto de Luis Herrera Campíns y nos llamó la atención el título. Éste parece adecuado para el lector de Noticiero Digital que, lo hemos comprobado, no gusta de los muy sobrios y "técnicos", por llamarlo de alguna manera. Otro país.
18/04/2016
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