“¡Vengan a desayunar!” (Juan 21, 1-19)
Domingo 10 de abril de 2016
José Martínez De Toda, S.J.
Moderador/a: Buenos días. Estamos aquí en el Estudio… (Se presentan los participantes).
El Evangelio del domingo de hoy presenta a Jesús, como el mejor amigo de sus discípulos. De incógnito les orienta para conseguir una pesca abundante, les tiene el desayuno preparado, y por fin lo reconocen… Escuchémoslo.
Lectura del santo evangelio según San Juan (Juan 21, 1-19)
NARRADOR/A – En aquel tiempo, Jesús se apareció otra vez a los discípulos junto al algo de Tiberíades. Y se apareció de esta manera: Estaban juntos Simón Pedro, Tomás apodado el Mellizo, Natanael el de Caná de Galilea, los Zebedeos y otros dos discípulos suyos. Simón Pedro les dice:
PEDRO – "Me voy a pescar".
DISCÍPULOS – "Vamos también nosotros contigo".
NARRADOR/A – Salieron y se embarcaron; y aquella noche no cogieron nada. Estaba ya amaneciendo, cuando Jesús se presentó en la orilla; pero los discípulos no sabían que era Jesús. Jesús les dice:
JESÚS – "Muchachos, ¿tienen pescado?"
DISCÍPULOS – "No".
JESÚS – "Echen la red a la derecha de la barca y encontrarán".
NARRADOR/A – La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo que Jesús tanto quería, le dice a Pedro:
JUAN – "Es el Señor".
NARRADOR/A – Al oír que era el Señor, Simón Pedro, que estaba desnudo, se ató la túnica y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red con los peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Jesús les dice:
JESÚS – "Traigan los peces que acaban de pescar".
NARRADOR/A – Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red. Jesús les dice:
JESÚS – "Vengan a desayunar".
NARRADOR/A – Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado. Ésta fue la tercera vez que Jesús se apareció a los discípulos, después de resucitar de entre los muertos.
Pregunta 1 – ¿Cómo era la vida de los discípulos después de la resurrección de Jesús?
Ellos estaban traumatizados por lo ocurrido aquellos últimos días: la pasión y muerte de Jesús, su resurrección y aparición a todos.
Pero tenían que comer. Y Pedro decide ir a pescar al lago de Tiberíades. Los demás lo siguen. Pero aquella noche no consiguen nada.
Y al amanecer, Jesús desde la orilla se puso a hablar con ellos. Pero los discípulos no sabían que era Jesús. Él les recomendó: "Echen la red a la derecha de la barca".
La echaron, y no tenían fuerzas para sacarla, por la multitud de peces. Y aquel discípulo a quien Jesús tanto quería, le dice a Pedro: – "Es el Señor".
Pregunta 2 – ¿Por qué fallan en reconocer a Jesús?
Esto ocurrió varias veces con Jesús resucitado:
- María Magdalena no reconoció a Jesús Resucitado ante el sepulcro, hasta que Él la llamó por su nombre (20:16).
- Camino a Emaús, los ojos de los discípulos “estaban embargados”, y no lo reconocieron, hasta que “tomó el pan, lo bendijo, lo partió, y se lo dió” (24:16, 30).
La resurrección de Jesús no fue como la de Lázaro, o la de la hija de Jairo o la del hijo de la viuda de Naín. Éstos volvieron a vivir esta vida humana atada al cuerpo y un día murieron.
En cambio, Jesús al resucitar, ya no es de este mundo, escapa a nuestras leyes y características naturales, como raza y edad. Su cuerpo vive sólo de Dios, y no del aire y del alimento.
Se deja ver sólo por quienes Él quiere, y con la figura que a Él le parece más conveniente.
Las palabras del Resucitado son más importantes que su mera presencia física. Ellas denotan su personalidad, y permiten reconocerlo inequívocamente como Jesús de Nazaret. Esas palabras son en primer lugar de consuelo (el saludo de la paz, que no es una expresión convencional ni un mero deseo sino que la trasmite realmente), pero sobre todo de envío a proseguir su historia, continuando su misión en su nombre.
Deja atrás definitivamente la muerte.
Los discípulos tienen que hacer un esfuerzo de fe auténtica para poder reconocerlo. El reconocimiento es como una especie de premio a su fe. Juan ante el Sepulcro vacío, vió y creyó, y con esa fe pudo reconocerlo en esta pesca milagrosa antes que los demás.
La función central de la aparición es hacerlos partícipes de su gloria y enviarlos a proseguir su misión, como el Padre lo había enviado a Él.
Pregunta 3 – ¿Cómo reacciona Pedro?
Al oír que era el Señor, Simón Pedro se ajustó la camisa con un cinturón para tener más libertad de movimiento, y se echó al agua. Los demás discípulos se acercaron en la barca, porque no distaban de tierra más que unos cien metros, remolcando la red llena de peces. Al saltar a tierra, ven unas brasas con un pescado puesto encima y pan. Pero hacía falta más peces para alimentar este grupo de hombres hambrientos. Y Jesús les dice:
- “Traigan los peces que acaban de pescar".
Simón Pedro subió a la barca y arrastró hasta la orilla la red repleta de peces grandes: ciento cincuenta y tres. Y aunque eran tantos, no se rompió la red.
Jesús les dice:
- "Vengan a desayunar".
Ninguno de los discípulos se atrevía a preguntarle quién era, porque sabían bien que era el Señor. Jesús se acerca, toma el pan y se lo da, y lo mismo el pescado.
Pregunta 4 – ¿Qué lecciones quiere dar Jesús a sus discípulos con esta pesca milagrosa?
Primera lección y la más importante: Jesús es nuestro Amigo; más aún, nuestro hermano.
Segunda lección: “Sin mí no pueden hacer nada”.
Tercera lección: Le gusta que aportemos lo nuestro. En el Ofertorio de la Misa el sacerdote echa unas gotas de agua al vino, que será consagrado en la Sangre del Señor. Es nuestra participación a la construcción del Cuerpo de Cristo.
Pregunta 5 – Este pasaje evangélico produce mucha alegría.
Un perrito muy alegre se enteró de que había una “Casa de los Mil Espejos”, y decidió él también hacer turismo y verla. Cuando llegó, subió las escaleras con las orejas levantadas y agitando la cola por la emoción. Y al entrar, oh sorpresa, se encontró mirando a mil perritos felices con sus colas que se agitaban tan veloces como la suya. Sonrió con una gran sonrisa y fue respondido con mil sonrisas tan amistosas y cálidas como la suya. Al salir se dijo:
- Este es un lugar maravilloso. Volveré aquí a menudo.
- Pero había también un perrito triste y de pocos amigos, que decidió visitar también esta Casa de los Mil Espejos, de la que todos hablaban. Subió la escalera con la cabeza baja y cuando entró, vio mil perros que le miraban de mal humor. Cuando vio esos perritos tan poco amigos, dio un ladrido, y se sintió horrorizado cuando vio que le contestaron mil ladridos furiosos. Y salió rápido diciendo:
- Este es un lugar horroroso. Nunca más volveré aquí. (Félix Jiménez, escolapio)
Lo que hagamos, bueno o malo, repercute en los demás, y se nos devuelve.
Si estamos alegres y juguetones, nuestra alegría pascual contagia a los hermanos, y los hacemos un poco más felices. Vale la pena sonreir. Y los demás nos devolverán las sonrisas, y esta sonrisa se multiplicará, y la alegría reinará en todas partes.
Y como el perrito de la Casa de los Mil Espejos, todos repetirán: “Este es un lugar maravilloso. Volveré a la iglesia muchas veces”.
En cambio, nuestra tristeza, mal humor y aislamiento puede tener también efectos multiplicadores negativos. Y nadie querrá volver a la iglesia.
Despedida
Les invitamos a la Misa, a la Eucaristía, sacramento del amor. Ahí está nuestro mejor Amigo, que nos tiene preparado el desayuno eucarístico, y nos confirma en nuestra fe en Él y en la Misión.
Fuente: http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=1579
Ilustraciones: Carol Schiff y Edward Wadsworth
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