Un rollo de papel tualé en el firmamento
Ox Armand
Tengo un amigo diputado que no cabía del disgusto. Me dijo que, al encontrarse en el hemiciclo, en plena sesión, intervino un colega suyo que imitó a Sandy Koufax y hasta le faltó alzar la pierna a lo Juan Marcichal para el nada imprevisto lanzamiento. Tampoco es que sea la primera vez que a alguien, como el diputado Teodoro Campos, se le haya ocurrido hablar más con el gesto que con la palabra. Hubo también cada perfomance en las viejas sesiones del ya olvidado y meritorio Congreso que crisparía de rabia al amigo en cuestión, pero – seguramente dirá - era parte de las excepciones y no de la regla. “Parlamento tropical”, se dijo una vez. Pero lo cierto es que la escena captada por una periodista que está pilas (http://www.el-nacional.com/tecnologia/redes_sociales/Diputado-MUD-higienico-bancada-oficialista_0_833316848.html), en el transcurso de una tediosa sesión, nos permite un poco tocar el asunto de la cultura política impuesta en los últimos años, de la desesperación por hallar respuestas oficiales y de un necesario como mínimo decoro en los debates públicos.
Descubriendo el agua tibia, el chavismo (que no, madurismo o algo parecido), impuso por estos años un contenido y, sobre todo, un estilo político naturalmente grotesco por obra de una concepción grotesca, simplista, oportunista, maniquea y desenfadada de la política misma. El kitsch político de Chávez Frías consagró toda una corriente que, desde antes, se había apoderado de los venezolanos para abordar los problemas públicos y también los personales, en claro irrespeto e intolerancia hacia el otro que también, de un modo u otro pugnaba por una tajada de la renta petrolera. Una corriente universal que consiguió cabida en el particular fenómeno de la antipolítica que todavía nos aqueja. Y, aparentemente obvio, halla igualmente cabida en una oposición que no tiene la suficiente experiencia y formación como para generar una cultura política alternativa. En esto, salvamos las honrosas excepciones y no pretendemos una descalificación personal del desconocido diputado Campos. Lo ético, lo ideológico, lo programático y lo operativo en las lides políticas, constituyen una manifestación genuina de las convicciones y experiencias culturales de los mensajeros y, si es pobre el equipaje, la respuesta lo será igualmente. La premisa nos remite que a la inexistencia del otro modo indispensable de hacer política. Cuando falleció Juan Vicente Gómez, en esa solución inevitable y circular de la continuidad y ruptura, se abrió ese modo, ese fundamento, esa perspectiva diferente de pensar y hacer las cosas. No sentimos que hoy está ocurriendo. Es más, hay voceros opositores que todavía lastiman el oficio con una degustación mediática de frases de ocasión, sin la hondura cada vez más indispensable frente a un gobierno de las características como el que tenemos. No es que seamos los ilustrados de la hora ante los postmodernos de siempre, pero hay algo serio que está en juego: el destino del país. Tampoco se trata de imponer el Manual de Carreño, pero eso que denominamos decoro no es simplemente un artefacto verbal.
El otro punto para finalizar la perorata es lo que se llama “régimen parlamento”, regulado por el actual Reglamento (o lo que es, Ley) Interior y de Debates, relacionado con las intervenciones de los parlamentarios en sus sesiones. Existen condiciones y límites que lucen aconsejables de revisar, pero que, desde 1830 para acá, están orientadas a organizar la discusión in situ y a garantizar la libertad del orador para enriquecerla. No se le puede poner cortapisas a la imaginación del discursante. Otra cosa es lo que se espera en el ejercicio de ese derecho: sentido común, claridad, coherencia, profundidad, pertinencia y respeto en sus exposiciones. La tentación del espectáculo, el esfuerzo de llamar la atención cuando se es novel y anónimo, está presente, aunque los hay muy experimentados capaces de incurrir en amagos y tremenduras de una sola vocación, la transmisión televisiva y la primera plana de los portales digitales, al menos. Entre éstos, una costumbre a la postre nociva y, en aquéllos, una medida desesperada. Que aparezca el diputado Francisco Torrealba disfrazado de miliciano en plena sesión plenaria de la Asamblea Nacional, desconociendo qué significa su responsabilidad representativa, acreedor del remoque “guardabosque del oso Yogui”, es parte del costumbrismo chavista, pero que un diputado como Campos u otros, lancen un rollo de papel tualé desde la bancada opositora a la del gobierno, nos deja estupefactos. En esto comparto la indignación de mi amigo ya referido. Sin embargo, es mi hipótesis, el origen de una práctica tan díscola tiene por origen la irrupción de La Causa R en el viejo Congreso. Apenas, una hipótesis.
Captura de imágen: http://www.el-nacional.com/tecnologia/redes_sociales/Diputado-MUD-higienico-bancada-oficialista_0_833316848.html
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