En
Jesús no pasó nada, el cambio se dio en los discípulos
Marcos
Rodríguez
Lo
que los textos del NT quieren expresar con la palabra resurrección, es la clave
de todo el mensaje cristiano. Pero es mucho más
profundo que la creencia en la reanimación de un cadáver. Sin esa Vida
que va más allá de la vida, nada de lo que dice el evangelio tendría sentido.
Fue
la manera más convincente de trasmitir la vivencia de lo que Cristo fue para
los primeros seguidores, después de la desoladora experiencia de su pasión y
muerte. Lo que quieren trasmitir es la experiencia pascual de que seguía vivo,
y además, les estaba comunicando a ellos su misma vida. Éste es el mensaje de
Pascua.
Como
todos los años leemos este mismo evangelio y ya lo explicamos el año pasado,
vamos a referirnos hoy al aspecto general de la experiencia pascual.
Los
exegetas han rastreado los primeros escritos del NT y han llegado a la
conclusión de que la cristología pascual no fue ni la primera ni la única forma
de expresar la experiencia que de Jesús tuvieron los discípulos después de su
muerte. Hay por lo menos tres cristologías que se dieron entre los primeros
cristianos, antes o al mismo tiempo de hablar de resurrección.
En
las primeras comunidades, se habló de Jesús como el juez escatológico que
vendría al fin de los tiempos a juzgar, a salvar definitivamente. Fijándose en
la predicación por parte de Jesús de la inminente venida del Reino de Dios y
apoyados en el AT, pasaron por alto otros aspectos de la figura de Jesús y se
fijaron en él como el Mesías que viene a salvar definitivamente a su pueblo.
Predicaron a Jesús el Ungido, como dador de salvación última sin hacer
referencia explicita al hecho de la resurrección.
Otra
cristología que se percibe en los textos que han llegado a nosotros de algunas
comunidades primitivas, es la de Jesús como taumaturgo. Manifestaba con su
poder de curar, que la fuerza de Dios estaba con él. Para ellos los milagros
eran la clave que permitía la comprensión de Jesús. Esta cristología es muy
matizada ya en los mismos evangelios; seguramente, porque, en algún momento,
tuvo excesiva influencia y se quería contrarrestar el carácter de magia que
podría tener. En los evangelios se utiliza y se critica a la vez.
Una
tercera cristología, que no se expresa con el término resurrección, es la que
considera a Jesús como la Sabiduría de Dios. Sería el Maestro que conectando
con la Sabiduría preexistente, nos enseña lo necesario para llegar a Dios.
También tiene un trasfondo bíblico muy claro. En el AT se habla innumerables
veces de la Sabiduría, incluso personalizada, que Dios hace llegar a los seres
humanos para que encuentren su salvación.
Con
el tiempo, todas estas maneras de entender a Cristo, fueron concentrándose
hasta cristalizar en la cristología pascual, que encontró en la idea de
resurrección el marco más adecuado para explicar de una manera convincente la
vivencia de los seguidores de Jesús después de su muerte.
Sin
embargo incluso la cristología pascual más primitiva, tampoco hace referencia
explícita a la resurrección. La experiencia pascual fue interpretada en una
primera instancia, como exaltación y glorificación del humillado injustamente,
tomando como modelo una vez más el AT y aplicando a Jesús la idea del justo
doliente.
La
mayoría de los exegetas están de acuerdo en que ni las apariciones ni el
sepulcro vacío fueron el origen de la primitiva fe. Más bien fueron una forma de comunicar una
vivencia que va mucho más allá de lo que pueden expresar fenómenos perceptibles
por los sentidos. Los relatos de apariciones y del sepulcro vacío, se habrían elaborado
poco a poco como leyendas sagradas, muy útiles en el intento de comunicar con
imágenes vivas la experiencia pascual.
Esa
vivencia no se logró de la noche a la mañana, sino que fue fruto de un proceso
interior en el que tuvo mucho que ver las reuniones de los discípulos. Todos
los relatos hacen referencia, implícita o explícita a la comunidad reunida.
En
ninguna parte del NT se narra el hecho de la resurrección. La resurrección no
puede ser un fenómeno constatable empíricamente; cae fuera de nuestra historia,
no puede ser objeto de nuestra percepción sensorial. Todos los intentos por
demostrar la resurrección como un fenómeno constatable por los sentidos, están
de antemano abocados al fracaso. Todo intento de discusión científica sobre la
resurrección es una estupidez.
Cuando
decimos que no es un hecho “histórico”, no queremos decir que no fue “Real”. El
concepto de real, es más amplio que lo sensible o histórico. Aquí el
racionalismo nos juega una mala pasada.
En
Jesús no pasó nada, pero en los discípulos se dio una enorme transformación que
les hizo cambiar toda su manera de entender la figura de Jesús. Sería muy
interesante conocer cómo llegaron los discípulos a ese descubrimiento, sobre
todo teniendo en cuanta que en los momentos de dificultad todos le abandonaron
a su suerte. Ese proceso de “iluminación” de los primeros discípulos se ha
perdido. No sólo sería importante para conocer lo que pasó en ellos, sino
porque ese mismo proceso tiene que realizarse en nosotros si queremos entrar
dentro de la dinámica de la experiencia Pascual.
Con
el concepto de resurrección se quiere expresar la idea de que la muerte de
Jesús no fue el final. Su muerte no fue la meta, sino que su meta fue la Vida.
Una Vida en Dios. La misma Vida de Dios, como dice el mismo Juan: “El Padre que
vive me ha enviado y yo vivo por el Padre”.
Vaciándose
del "ego", queda en él lo que había de Dios. No cabe mayor
glorificación. “Aquilatar” el oro, quiere decir que se le van quitando las
impurezas. 12, 18, 22; hasta llegar a 24 quilates que es oro puro, no le queda
nada de la mezcla, ya no se puede ir más allá. Este vaciamiento no supone la
anulación de la “persona”, sino su potenciación.
Desde
la antropología judía se puede entender muy bien. El ser humano era una
realidad indivisible (no un compuesto de alma y cuerpo como en la filosofía
griega), pero se distinguían varios aspectos ascendentes: hombre-carne,
hombre-cuerpo, hombre-alma, hombre-espíritu.
En
la medida que los aspectos que le limitan disminuyen, aumenta lo que hay de
plenitud. El hombre tiene que ascender desde la carne al espíritu.
Las
apariciones a los doce (comunidad) son el fundamento de la credibilidad de los
apóstoles y lo que justifica la misión de predicar a todos los pueblos. Quiere
decir que ellos no se sacaron de la manga ese objetivo, sino que fue un encargo
expreso del mismo Jesús. Todas las apariciones narradas en los evangelios
responden al mismo patrón básico: cinco elementos que conforman un esquema
teológico y nos dan la clave de interpretación:
a)
Una situación dada. Jesús se hace presente en la vida real. La nueva manera de
estar presente Jesús no tiene nada que ver con el templo o con los ritos
religiosos. Ni siquiera están orando cuando se hace presente. El movimiento
cristiano no empezó su andadura como una nueva religión, sino como una forma de
vida. De hecho los romanos los persiguieron por ateos.
En
todos los relatos de apariciones se quiere decir a los primeros cristianos que
en los quehaceres de cada día se tiene que hacer presente Cristo. Si no lo
encontramos en las situaciones de la vida real, no lo encontraremos en ninguna
parte.
b)
Jesús sale al encuentro inesperadamente. Este aspecto es muy importante. Él es
el que toma siempre la iniciativa. La presencia que experimentan, no es una
invención ni surge de un deseo o expectativa de los discípulos. A ninguno de
ellos se les había pasado por la cabeza que pudiera aparecer Jesús una vez que
habían sido testigos de su fracaso y de su muerte. Quiere decir que el
encuentro con él no es el fruto de sus añoranzas o aspiraciones. La experiencia
se les impone desde fuera desde una instancia superior.
c)
Jesús les saluda. Es el rasgo que conecta lo que está sucediendo con el Jesús
que vivió y comió con ellos. La presencia de Jesús se impone como figura
cercana y amistosa, que manifiesta su interés por ellos y que trata de
llevarles a su plenitud de vida.
d)
Hay un reconocimiento, que se manifiesta en los relatos como problemático. No
dan ese paso alegremente, sino con muchas vacilaciones y dudas. En el relato de
hoy se pone de manifiesto esa incredulidad personalizada en una figura
concreta, Tomás. No quiere decir que Tomás era más incrédulo que los demás,
sino que se insiste en la reticencia de uno para que quede claro lo difícil que
fue a todos aceptar la nueva realidad.
e)
Reciben una misión. Esto es muy importante porque quiere dejar bien claro que
el afán de proclamar el mensaje de Jesús, que era una práctica constante en la
primera comunidad, no es ocurrencia de los discípulos, sino encargo expreso
del mismo Jesús, que ellos aceptan como la tarea más urgente que tienen que
llevar a cabo.
Si
aplicamos este esquema teológico a la narración que hemos leído hoy,
encontraremos una riqueza de significados que va mucho más allá de una crónica
de sucesos. Lo específico de este relato es que tematiza de forma exagerada la
duda. Se hace recaer sobre una persona concreta, pero sólo para escenificarla y
que llegue mejor el mensaje. De hecho, la duda previa al reconocimiento, está
presente en todos los casos.
Meditación-contemplación
“Dichosos
los que crean sin haber visto”.
La
respuesta de Jesús a Tomás parece pertinente,
pero
no tiene ninguna lógica interna,
porque
Tomás ve al hombre Jesús y confiesa al Hombre-Dios.
...........................
Yo
quiero ser ese “incrédulo”,
que
hace la confesión sobre Jesús
más
profunda, más absoluta, más rotunda y más sublime.
Lo
que afirma no se deduce de lo que ve ni de lo que toca,
sino
que es la expresión plástica de toda una experiencia pascual.
........................
Sin
experiencia, puede haber creencia, nunca fe.
Más
allá de todo lo que he oído y aprendido sobre Jesús,
tengo
que tratar de descubrirle vivo y dándome esa misma Vida.
Se
trata de la misma Vida de Dios, que él tenía en vida.
Fuente:
Cfr.
José Martínez
de Toda (15/04/2012): http://www.jesuitas.org.co/homilia.html?homilia_id=75
Joel Núñez
Flautes (Notitarde, Valencia, 26/04/2014): http://www.notitarde.com/Columnistas-del-Dia/Cristo-se-aparece-a-los-doce-Jn2019-31/2014/04/26/323411
Ilustración: Pablo Palazuelo.
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