Luis Barragán
Consabido, ya no se trata de la crisis del mercado editorial, cuya precariedad se hizo hábito en estos años, sino de un severo e ineludible mandato: la escasez de divisas. Una mínima parte de éstas, tiene por prioridad la importación de alimentos y medicamentos, mientras, la restante, es devorada por la corrupción.
Ya es difícil tener a mano un libro medianamente aceptable y de fecha reciente, como el de acoger a autores que marcan la pauta en otras latitudes. Encarecidas sideralmente, las novedades constituyen un privilegio del viajero que, por cierto, ha de velar por no excederse en el peso del equipaje para disgusto de sus relacionados, por no mencionar el problema del cupo electrónico para la suscripción de revistas y librerías especializadas.
La necesidad tiene cara de bytes y hemos optado por una recurrente e intensiva minería de datos para intentar acceder a las obras necesitadas, añadiendo la lectura por retazos de novelas que tardarán un siglo en llegar a nuestras costas pavimentadas. El año pasado, logramos leer una de ellas, con el acopio de capítulos obtenidos al azar, aunque nos frustró no saber el final de otras dos, excepto la película que deficientemente favoreció a uno de los autores, como si se tratase del rompecabezas caprichoso que seducía tanto a Julio Cortázar.
Hemos descubierto una muy buena alternativa, con las tesis – preferiblemente – doctorales que circulan en la red de redes, aunque – otra vez – se manifiesta el atraso de las universidades venezolanas que ni digitalmente las divulgan, salvo honrosas excepciones. De variada calidad y reducido abanico de temas, logran introducirnos en materias aventajadas por el empleo de una metodología (y un enfoque epistemológico), garantizando mejor la obra que el arbitraje de las mejores casas comerciales. Empero, porque no hay todo lo que necesitamos ni necesitamos todo lo que hay, frustra constatar un soporte bibliográfico ausente de nuestros anaqueles.
Preferimos también – en respuesta al correo electrónico de un amable y consecuente lector – ventilar tópicos pretendidamente fútiles, en contraste con los que aceitan las diarias situaciones de la política, pues, por una parte, siendo innecesario redundar, coincidimos con lo referido corrientemente por otros opinadores; y, por otra, tratamos de evitar, por muy opositores que nos digamos, la arenga hueca y reiterada que se estila, tras un título calculadamente morboso, susceptible de cualquier récord digital de visitas. ¿Para qué insistir en el destino de la presidente de Brasil, si interesaría comparar la conducta del ministro Luiz Inácio Lula da Silva con la de un Carlos Andrés Pérez que cumplió su sentencia sin moverse del país? ¿Para qué repintar la manipulación del TSJ, si Nicolás Maduro tiene por empeño evadir la responsabilidad de la que habla el artículo 216 constitucional? ¿Para qué quejarse del bibliocidio en Venezuela, si no podemos transmitir la opción o alternativa que interesadamente espera por otras mejores?
Pieza: José Joaquín Burgos.
04/04/2016
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