De la institucionalidad opositora y el Congreso Ciudadano
Luis Barragán
Curiosamente, la crisis aguda, grave y sostenida, experimentada por el régimen desde principios de año, ha impactado severamente a los sectores establecidos de la oposición. Circunstancia ésta, quizá imprevista, presumida una dirección firme y efectivamente concursada, ahora luce mitigada por las expectativas que ha generado el nombramiento del nuevo secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD). Sin embargo, persisten las diferencias necesitadas de comprender, procesar y dirimir a favor de una decidida institucionalidad que, estremecida desde las bases ciudadanas, abone a un mandato y sentimiento superior: la unidad.
Nadie puede negar la importancia que tendrán los venideros comicios parlamentarios, pero tampoco la que ostenta el combate cívico por mejores condiciones electorales, añadido un elenco rectoral convincentemente independiente. Aprendida la lección, luce tan necio predisponernos a favor de la abstención militante, como la de batir el fantasma de un ya viejo fracaso, esperando resignados, quietos y apesadumbrados a la convocatoria formal de los comicios, faltando – por lo menos – un año.
Multiplicada y extendida en los últimos años, la protesta no puede concebirse como un simple telón de fondo en el teatro comicial que, contrariando la experiencia histórica, convierta a la necesaria dirigencia política en una distraida espectadora de los acontecimientos. Relegada a las butacas de una infinita paciencia, nuevamente tendrá que esperar al proceso espontáneo de combustión social que, al decir de muchos encuestólogos, únicamente exige el resultado de las urnas electrónicas. subvirtiendo las más elementales nociones de moderación y radicalismo que suelen invocar.
Nociones que, casualmente, coinciden con la versión más policíaca que política, como las empleadas nada inocentemente por el gobierno, obligándonos a una urgente resignificación desde la oposición, pues, procesándolas institucionalmente, aconseja despejar definitivamente la incógnita de la sospecha generalizada. Nada fácil, porque no toda conducta radical equivale al legítimo ejercicio de los derechos constitucionales, ni toda moderación a la limpia habilidad que presupone el juego político, facilitando así el sedicente colaboracionismo –voluntario e involuntario – que, de un modo u otro, se cuela.
Reivindicado el carácter instrumental de la Mesa, ha de tomar nota de la innegable complejidad de la oposición, industrializándose políticamente. Es decir, integrándose también a la rica dinámica que ha surgido en el estudiantado y en las organizaciones no gubernamentales, por no citar una mejor valoración de las fuerzas parlamentarias y edilicias con las que contamos, más allá del mero electoralismo que, confiado solamente a la mercadotecnia, tiende a consagrar la innegable anomalía que vivimos. Por ello, todavía no es tarde para que la Mesa se incorpore decididamente al Congreso Ciudadano, permitiéndose – esto sí – una radical actualización institucional, articulando las voluntades ciudadanas que demandan democracia y libertad con todo el esfuerzo que acarrea y las interpretaciones que ha de suscitar programáticamente.
Video: LB, traspapelamos el nombre del autor. FIA 2014 (25/09/14).
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