El Nacional - Viernes 23 de Enero de 2004 A/8 Opinión
Partidos en crisis: AD
Jesús Sanoja Hernández
Cuatro partidos importantes reaparecieron en 1958 una vez
que terminó la “larga noche de la dictadura”, el más importante de ellos, AD,
que ya había ejercido el poder gracias a un golpe fraguado entre su cúpula y
una logia castrense conocida como Unión Patriótica Militar. En ésta destacaba
un mayor del Ejército con más ambiciones que sus compañeros de armas y con
menor preparación que sus socios adecos. Betancourt, por su parte era, entre
los civiles mezclados en el complot, el más calificado como político y teórico,
lo cual explica que asumiera la jefatura de la Junta Revolucionaria de Gobierno
y que siete años después del golpe de octubre del 45 aquel mayor, convertido en
coronel, asumiera el cargo de presidente provisional de la República y meses
más tarde el de Presidente Constitucional. Si Betancourt llegó por un golpe y
no por una revolución, su compañero militar de 1945 llegaría por un autogolpe o
por un golpe de comando, que anuló el triunfo de URD en la elección de la
Constituyente del 30 de Noviembre de 1952.
Si usted hubiese vivido los tres años de gobierno adeco
militar no tendría duda en afirmar que la del 18 de octubre de 1945 no fue ninguna
revolución, a pesar de que Betancourt y los suyos se empeñaran en afirmar lo
contrario en los días de poder. Pero he aquí que, lanzado Betancourt al exilio
tras el “golpe contrarrevolucionario de 1948”, tuvo suficiente tiempo para
rectificar y consignar su “autocrítica”, palabra de la época, en el libro
Venezuela, política y petróleo (México, 1956). Escribió entonces que en 1945 no
habían llegado al poder los hombres de AD “a impulsos de una arrolladora marea
de pueblo armado”, sino por medio de una asonada del montón. “El Gobierno de
facto nació de un golpe de Estado típico y no de una bravía insurgencia
popular. Lo que tenía de negativo tal circunstancia no necesita ser subrayado”.
No siendo revolución por su origen, tampoco lo sería por su
curso, tan breve como interesante. La junta revolucionaria que Betancourt
presidió durante casi cuarenta meses, no cambió las estructuras económicas ni
creó un cuadro de confrontación característico de los procesos revolucionarios.
Lo que hizo fue modernizar la economía e imprimirle al país un ritmo político
acelerado. Creó la Corporación Venezolana de Fomento, a semejanza de la Corfo
chilena, y la Flota Grancolombiana, vista ésta como “anticipo de una flota
mercante latinoamericana”, proyecto que, como los de Chávez a escala regional
(por ejemplo, el ALBA), no pasaba de ser un deseo difícil, si acaso no
imposible, de lograr. Porque lo que vino después fue el derrocamiento de AD y
la instauración de gobiernos militares, o de derecha, en el continente. Las
revoluciones entendidas a la manera tercermundista, como la boliviana, entraron
en crisis, o, como la guatemalteca, terminaron acabadas por un coronelito con
apoyo de la CIA y la UFCO.
Diez años más tarde del golpe del 24 de Noviembre de 1948,
AD volvió a escena y logró ganar las elecciones no sólo de 1958, justamente con
Betancourt en Miraflores, sino las de 1963 con Leoni. Tornaba AD a ser gran
partido, aliado en un tramo con Copei y URD, en otro sólo con Copei, en tercero
con URD y el uslarista FND, y desde 1966 hasta 1968, con URD desfalleciente.
Y pese a perder con Copei en 1968, derrota que lo impulsó a
acordar con éste en “el pacto institucional”, y a volver a ser derrotado por
los socialcristianos, recuperó el poder con Carlos Andrés Pérez, saudita y
tercermundista, y diez años más tarde con Jaime Lusinchi, que recibió, no ya el
país hipotecado, sino el bolívar devaluado.
Pérez, en su primer período, impulsó un desarrollo
acelerado, combinando ingresos petroleros extraordinarios con peligroso
endeudamiento, y prohijó “la nueva burguesía”, cuyo desempeño no sería ni muy
loable, ni muy eficaz, su diagnóstico lo hicieron Pedro Duno y Américo Martín
en Los doce apóstoles y Los peces gordos.
Lusinchi, que ofreció pagar la deuda hasta el último
centavo, terminó “engañado por la banca”, y, a pesar de haber creado corriente
mayoritaria en AD a favor suyo y en puja con el carlosandresismo, no pudo
imponer la candidatura de Lepage. CAP entró nuevamente a Miraflores como Pedro
por su casa pero, como otro Pedro, hubo de salir en mal momento. No fue “tan
breve” su reingreso. Gobernó hasta fines de mayo de 1993, año electoral.
De allí en adelante la confusión se apoderó del partido.
Vino el reinado de Alfaro Ucero, minusválido ideológico pero Superman de la
burocracia partidista que, increíble pero cierto, sería abandonado por su
“guardia de honor”, en el momento crítico. Era noviembre de 1998 y en el
horizonte aparecía el golpista vencido en 1992, entonces convertido en “apóstol
de la revolución” de las dos B Bolivariana y Bonita.
Daba lástima AD en 1999, acosada en el Congresillo, sin
audiencia en las multitudes. Hoy respira mejor y busca cómo no perderse en el
bosque de la coordinadora y los partidos emergentes. Astrólogos, no
politólogos, sabrán lo que pasará.
Hay un excelente y decidor capítulo llamado “Del comunismo a
la social democracia a través del leninismo”, en “El poder brujo. Ensayos de
polémica y otras tintas” de Caballero
(Monte Ávila, Caracas, 1991:
111-125), al respecto…. Cfr. Carlos Canache Mata. "Perfil ideológico
de AD". El Nacional, Caracas, 13/08/1977; "Ratificación y revisión de
una tesis", ibídem, 03/09/77; y "AD en la historia nacional", ibidem,
10/08/77.
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