sábado, 6 de septiembre de 2014

EL VENIDERO ANIVERSARIO (1)



El Nacional - Viernes 23 de Enero de 2004           A/8 Opinión
Partidos en crisis: AD
Jesús Sanoja Hernández

Cuatro partidos importantes reaparecieron en 1958 una vez que terminó la “larga noche de la dictadura”, el más importante de ellos, AD, que ya había ejercido el poder gracias a un golpe fraguado entre su cúpula y una logia castrense conocida como Unión Patriótica Militar. En ésta destacaba un mayor del Ejército con más ambiciones que sus compañeros de armas y con menor preparación que sus socios adecos. Betancourt, por su parte era, entre los civiles mezclados en el complot, el más calificado como político y teórico, lo cual explica que asumiera la jefatura de la Junta Revolucionaria de Gobierno y que siete años después del golpe de octubre del 45 aquel mayor, convertido en coronel, asumiera el cargo de presidente provisional de la República y meses más tarde el de Presidente Constitucional. Si Betancourt llegó por un golpe y no por una revolución, su compañero militar de 1945 llegaría por un autogolpe o por un golpe de comando, que anuló el triunfo de URD en la elección de la Constituyente del 30 de Noviembre de 1952.
Si usted hubiese vivido los tres años de gobierno adeco militar no tendría duda en afirmar que la del 18 de octubre de 1945 no fue ninguna revolución, a pesar de que Betancourt y los suyos se empeñaran en afirmar lo contrario en los días de poder. Pero he aquí que, lanzado Betancourt al exilio tras el “golpe contrarrevolucionario de 1948”, tuvo suficiente tiempo para rectificar y consignar su “autocrítica”, palabra de la época, en el libro Venezuela, política y petróleo (México, 1956). Escribió entonces que en 1945 no habían llegado al poder los hombres de AD “a impulsos de una arrolladora marea de pueblo armado”, sino por medio de una asonada del montón. “El Gobierno de facto nació de un golpe de Estado típico y no de una bravía insurgencia popular. Lo que tenía de negativo tal circunstancia no necesita ser subrayado”.
No siendo revolución por su origen, tampoco lo sería por su curso, tan breve como interesante. La junta revolucionaria que Betancourt presidió durante casi cuarenta meses, no cambió las estructuras económicas ni creó un cuadro de confrontación característico de los procesos revolucionarios. Lo que hizo fue modernizar la economía e imprimirle al país un ritmo político acelerado. Creó la Corporación Venezolana de Fomento, a semejanza de la Corfo chilena, y la Flota Grancolombiana, vista ésta como “anticipo de una flota mercante latinoamericana”, proyecto que, como los de Chávez a escala regional (por ejemplo, el ALBA), no pasaba de ser un deseo difícil, si acaso no imposible, de lograr. Porque lo que vino después fue el derrocamiento de AD y la instauración de gobiernos militares, o de derecha, en el continente. Las revoluciones entendidas a la manera tercermundista, como la boliviana, entraron en crisis, o, como la guatemalteca, terminaron acabadas por un coronelito con apoyo de la CIA y la UFCO.
Diez años más tarde del golpe del 24 de Noviembre de 1948, AD volvió a escena y logró ganar las elecciones no sólo de 1958, justamente con Betancourt en Miraflores, sino las de 1963 con Leoni. Tornaba AD a ser gran partido, aliado en un tramo con Copei y URD, en otro sólo con Copei, en tercero con URD y el uslarista FND, y desde 1966 hasta 1968, con URD desfalleciente.
Y pese a perder con Copei en 1968, derrota que lo impulsó a acordar con éste en “el pacto institucional”, y a volver a ser derrotado por los socialcristianos, recuperó el poder con Carlos Andrés Pérez, saudita y tercermundista, y diez años más tarde con Jaime Lusinchi, que recibió, no ya el país hipotecado, sino el bolívar devaluado.
Pérez, en su primer período, impulsó un desarrollo acelerado, combinando ingresos petroleros extraordinarios con peligroso endeudamiento, y prohijó “la nueva burguesía”, cuyo desempeño no sería ni muy loable, ni muy eficaz, su diagnóstico lo hicieron Pedro Duno y Américo Martín en Los doce apóstoles y Los peces gordos.
Lusinchi, que ofreció pagar la deuda hasta el último centavo, terminó “engañado por la banca”, y, a pesar de haber creado corriente mayoritaria en AD a favor suyo y en puja con el carlosandresismo, no pudo imponer la candidatura de Lepage. CAP entró nuevamente a Miraflores como Pedro por su casa pero, como otro Pedro, hubo de salir en mal momento. No fue “tan breve” su reingreso. Gobernó hasta fines de mayo de 1993, año electoral.
De allí en adelante la confusión se apoderó del partido. Vino el reinado de Alfaro Ucero, minusválido ideológico pero Superman de la burocracia partidista que, increíble pero cierto, sería abandonado por su “guardia de honor”, en el momento crítico. Era noviembre de 1998 y en el horizonte aparecía el golpista vencido en 1992, entonces convertido en “apóstol de la revolución” de las dos B Bolivariana y Bonita.
Daba lástima AD en 1999, acosada en el Congresillo, sin audiencia en las multitudes. Hoy respira mejor y busca cómo no perderse en el bosque de la coordinadora y los partidos emergentes. Astrólogos, no politólogos, sabrán lo que pasará.


NOTA LB: El aniversario de un partido es bueno recordarlo, sobre todo porque no duran mucho las instituciones en el país y, diga lo que se diga, un partido es una institución y da muestras de la fortaleza o debilidad del sistema político. Luce obvia la particular interpretación de Sanoja Hernández. Por lo pronto, surgido el 13 de septiembre de 1941, anotemos con otro intérprete, como Manuel Caballero, tres notas: la mejor obra de Rómulo Betancourt fue la fundación de AD, el uno no se entendió sin el otro (y viceversa), aunque insistió mucho el líder fundador en la colegiación de las decisiones (el CEN que se convirtió también en mito).  Estuvo por largos años la discusión abierta sobre la especificidad doctrinaria de la organización, acentuada sus orígenes marxistas. Refiere Caballero: “A Betancourt, recién fundada Acción Democrática, le interesa bien poco que lo sitúen en la izquierda o en la derecha, y tampoco va a caer en la trampa de quienes lo quieran colocar entre los fascistas o antifascistas de acuerdo a las líneas que ellos mismos tracen y que él no pueda borrar o señalar según el caso” (“Historia de los venezolanos en el siglo XX”, Alfa, Caracas, 2011: 167).  Puede ser largo, y lo es, la discusión, la que parece difícil extender digitalmente, por lo menos, en una Página de Facebook. Por ello, nos permitimos el enunciado. ¿Qué fue en sus orígenes AD? ¿Fue un partido aprista, como indicó Carlos Rangel que, por cierto, desempeñó una concejalía en los sesenta bajo las listas de ese partido? ¿Se socialdemocratizó durante Pérez I, ya abiertamente?
Hay un excelente y decidor capítulo llamado “Del comunismo a la social democracia a través del leninismo”, en “El poder brujo. Ensayos de polémica y otras tintas” de Caballero  (Monte Ávila, Caracas,  1991: 111-125), al respecto…. Cfr. Carlos Canache Mata. "Perfil ideológico de AD". El Nacional, Caracas, 13/08/1977; "Ratificación y revisión de una tesis", ibídem, 03/09/77; y "AD en la historia nacional", ibidem, 10/08/77.

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