Apenas, el 7 de agosto había llegado a Venezuela el reputado
embajador venezolano en Washington, aclamadísimo. Sonó como presidenciable hacia 1931, no pudo
imponerlo López Contreras en 1941 y, ahora, sonaban las campanas para el
tachirense de pueblo remoto: cubrir el período constitucional 1946-1951.
Demasiado corto el tiempo que se acortó aún más para Biaggini, el ministro de
la reforma agraria que tampoco se imaginó el raro destino.
Andrés Stambouli (“Crisis política Venezuela 1945-58”,
Ateneo de Caracas, 1980: 50 ss.), apunta que Medina Angarita anduvo presionado
por los elementos más conservadores, en guardia frente a la legalizada AD y el
apoyo del PCV en las elecciones municipales de 1944, partido recientemente
legalizado, más la reforma constitucional de 1945. El presidente estuvo
dispuesto a renunciar a los viejos apoyos, en aras de los nuevos y
modernizadores. Por ello, aceptó la coincidencia con AD que, en mayo, acordó la
búsqueda del consenso. En junio, el PDV respondió afirmativamente, prosperando
la candidatura de Escalante y distanciándose de López Contreras. AD había
convencido a la logia militar de aguantarse y aceptar esa salida. ¿Cuándo comienza a “manifestarse intensamente
la crisis de legitimidad del régimen medinista”? Con la enfermedad repentina de
Escalante y la decisión inconsulta del PDV de respaldar a Biaggini el primero
de octubre. Para el 14 de éste mes, López Contreras lanza su candidatura
presidencial: “… Pensamos y observamos que no fue que Medina se retractara en
su proyecto de democratización, sino que el manejo que hizo de la situación,
luego de retirado Escalante, provocó el disgusto frente a Biaggini y la entrada
activa de López Contreras en el proceso; ambas circunstancias deterioraron las
relaciones entre AD y el PDV, e intensificaron el malestar de la UMP”, concluye
Stambouli.
El caso está en los hechos absolutamente impredecibles, en
los súbitos acontecimientos que tuercen el curso normal de las cosas. Nadie
pudo adivinar semejante problema.
Por cierto, que son pocas las ocasiones para una fiel, acertada
y celebrada representación de las personalidades políticas e históricas. Así
como Cayito Aponte lo hizo con Carlos Andrés Pérez y Rafael Briceño con Juan
Vicente Gómez, poco tiempo atrás, Javier Vidal nos deleitó co su versión de
Escalante en una estupenda pieza teatral.
Puede decirse que, mientras mejor sea la representación, más difícil es
distinguir la copia del original. Algo más curioso, tiene mayor cédito la una
que el otro.
Pasajeros, momentáneos o efímeros, somos todos…
LB
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