jueves, 4 de septiembre de 2014

DISCIPULADO

EL NACIONAL, Caracas, 30 de agosto d 2014
Se acaba de marchar Domingo Irwin (1947), quizás el más eminente estudioso de la cuestión militar en Venezuela. Sus estudios y ensayos, más de treinta libros e innumerables artículos, son material imprescindible para comprensión de las relaciones entre los militares y la sociedad venezolana, de 1810 a nuestro tiempo. Tres eminentes discípulos suyos, José Alberto Olivar, Luis Alberto Buttó y Carlos Alarico Gómez, le despiden con sus textos
José Alberto Olivar 

Por años el tema militar constituyó una especie de tabú en la historiografía venezolana. Apenas algunos, muy contados, autores extranjeros se atrevieron a pesquisar aspectos coyunturales de las relaciones de poder que siempre ha existido entre el sector castrense y el resto de la sociedad.
Llama la atención que el abordaje de la temática como objeto de investigación había sido asumido por sociólogos, politólogos y sobre todo analistas políticos de nuevo cuño, pero escasamente por historiadores de oficio. Así las cosas, un medianamente joven profesor egresado de las aulas del Instituto Universitario Pedagógico de Caracas, donde había echado raíces como docente e investigador, comenzó a inmiscuirse en aquel arrabal signado la más de las veces por la crónica guerrera de los movimientos armados del siglo XIX y los testimonios de los golpes de estado de lo que iba del siglo XX.
Como una suerte de voz en el desierto, el profesor Domingo Irwin debutó publicando en 1985 un modesto ensayo intitulado Reflexiones sobre el caudillismo y el pretorianismo en Venezuela en el que siembra la piedra fundacional de lo que sería su mayor obra: la línea de investigación sobre relaciones civiles y militares en Venezuela.
A partir de allí, una de sus pasiones más recurrentes sería la revisión sistemática y acuciosa de textos publicados más allá de nuestras fronteras en torno a los militares y el poder político. Consultando clásicos y estudios recientes, desde Alfred Vagts, pasando por Samuel P. Huntington, siguiendo por S. E. Finer, Robert L. Gilmore, Amos Perlmutter, Samuel J. Fitch, Peter D. Feaver y tantos otros especialistas que hasta el final de sus días devoró sin cesar, Irwin procuró comprender a ciencia cierta el fenómeno del Pretorianismo como categoría de análisis, para estudiar la realidad venezolana.
Mucho antes que la dinámica política diera un giro de 180º a partir de las insurrecciones golpistas de 1992 y junto a esta la aparición de diversos libros sobre los militares y la política en Venezuela, ya Irwin había culminado su tesis doctoral en donde plasmó la evolución de la realidad castrense venezolana. Una de sus conclusiones más notables, consistió en señalar la manifiesta incapacidad del sector dirigente civil y civilista para ejercer un control efectivo sobre la estructura militar. De allí la existencia de brotes pretorianos que en conjunto aspiraban dominar políticamente el país.
Los hechos le dieron la razón y su motivación académica pasó a constituirse en una convicción de ciudadano convencido de la necesidad de hacer frente a la arremetida del pretorianismo, por medio del estudio científico de civiles especialistas, capaces no solo de diagnosticar la problemática planteada sino preparados para colaborar en el diseño de políticas públicas tendentes a institucionalizar de manera definitiva el Control Civil en Venezuela.
En adelante, Domingo Irwin entregó lo mejor de sí, a formar en cursos de pregrado y postgrado contingentes de profesionales diestros en el tema castrense, a preparar textos didácticos, ponencias, artículos científicos que en suma representaban una “opinión alternativa” frente a la falacia histórica llena de lugares comunes y juicios distorsionados.
Año tras año, desde 1996 hasta el momento en de su partida física (agosto 2014), no menos de veinticinco libros y setenta ponencias presentadas en eventos nacionales y extranjeros, dan cuenta de la febril labor pedagógica de un maestro, preocupado por el futuro del país, que en vida nunca buscó reconocimientos ni distinciones, sino la consolidación de la civilidad democrática.

Al maestro, con dolor
Luis Alberto Buttó 

Domingo Irwin fue caballero de la Mesa Redonda donde se escribe la historiografía de calidad asociada a la verdad. En Brasilia, Cartagena, Dallas, Las Vegas, Leiden, Mérida, Puerto Rico, Ocumare del Tuy, San Cristóbal, Seúl, y en muchos otros lugares que la temprana vejez me lleva a olvidar, lo vi combatir tenazmente, a fondo y sin desmayo, por explicar, con base en el más riguroso análisis histórico, cómo los señores de la guerra descuadernaron nuestra patria desvalida al paso de las espantosas horas de la noche decimonónica y cómos aquellos cuyo único mérito fue y continúa siendo deshonrar el camuflaje y el uniforme de gala, desde la alborada del siglo XX, se erigieron en mangantes del sueño venezolano de pluralidad, libertad y democracia brizado por la angustiada inteligencia nacida entre libros.
En las aulas del pregrado, a mi generación y a generaciones subsiguientes, nos enseñó como nadie la ciencia de la crítica interna y externa, la crítica de exactitud y sinceridad, la heurística y la hermenéutica, convencido como siempre estuvo de que éstas son las herramientas con las que se forman los historiadores de verdad; vale decir, los capaces de distinguir res gestae de rerum gestarum. Historiadores de oficio y con oficio que rechazan asumir el papel de escribidores de intrascendentes pamplinadas ideológicas cargadas de citas infelices provenientes del manido manual bolchevique. Para bochorno de estos, él se atrevió a conducirnos por los vericuetos de los Grundisse para mostrarnos con fruición y sin complejos al más honesto de todos los Marx. A diferencia de tristes fanfarrones académicos que infinito daño han hecho, enalteció su condición de profesor-investigador al fundar una sólida escuela.       
Por modestia sincera a rabiar evitaba recomendar la lectura de sus libros ya clásicos y de sus cientos de artículos científicos. Empero, estos han sido leídos por miles pues constituyen la fuente primaria para mejor entender la maldición del pretorianismo y la abominación de su fase superior, el militarismo, trampa caza-bobos permanente dispuesta para quebrar los pasos de la Venezuela empeñada en alcanzar el futuro. Los años más productivos de su dilatada carrera académica los destinó a denunciar la abusiva participación militar en política y el peligro de que hiciera metástasis la influencia castrense en la sociedad. Estado Cuartel a la vuelta de la esquina, inolvidable doctor. Le cupo la prez de haber avistado el flagelo con claridad y la responsabilidad de no cejar en advertir su iniquidad, por más peligro que ello implicara. No lo cubrió la mácula de aquellos que por temor o ignorancia voltean hacia la vergüenza para rehuir el compromiso necesario.
Con persistencia indoblegable convocó a los del patio y a los del mundo a debatir en múltiples simposios y a sumarse a la tarea de escribir en colectivo, lo que arrojó el legado de por lo menos un libro publicado por año durante los últimos tres lustros. Faena hermosa porque no de otra forma puede entenderse el afán por desentrañar la historia del país y desenmascarar a los que portan el uniforme del atraso, la barbarie y el oscurantismo, por más que se desgañiten disfrazando el nuevo totalitarismo. Quehacer titánico en tanto y cuanto se ejecuta en una tierra donde gobernantes facinerosos niegan sin prurito recursos a las universidades autónomas mientras en menos de una década se gastaron en aviones, helicópteros y buques de guerra, el presupuesto de la OMS para 2013-2015; tres veces el presupuesto de la FAO para 2014-2015; cinco veces el presupuesto de la Unesco para 2012-2013 o mil veces el presupuesto de Acnur para 2013.
Por méritos como los narrados, y por hechos que la discreción, hija de la intimidad, me impide desvelar, será entronizado como individuo de número entre quienes conquistan la condición de inmarcesible para su memoria. Lo confieso: lo quise y lo quiero incondicionalmente. Por más de treinta años me premió al permitirme ser su discípulo, su colega y, por encima de todo, su amigo. Nos dejó claro lo que hay qué hacer y lo haremos sin vacilar. El equipo de relaciones civiles y militares continuará investigando, escribiendo y divulgando pues decidimos honrarlo con la pluma y las ideas. Parafraseando a Whitman me atrevo a elogiarlo: Oh Maestro, mi Maestro. Maldigo el hecho de que se haya ido sin ver el renacer de su patria idolatrada. Buen viaje, gigante. Lo escucho cantar … “Rule, Britannia, Britannia, rule…” y sé que anda “feliz como una lombriz”. El mejor escocés y su inseparable Merlot van con usted.          

El maestro Domingo
Carlos Alarico Gómez 

Domingo Irwin, “El maestro”, como lo llamaban con afecto sus numerosos alumnos de la UCAB y de la UPEL, acaba de partir hacia lo ignoto. Su inesperado deceso no le permitió concluir su último proyecto editorial que adelantaba en el Instituto Mario Briceño Iragorri, pero deja ante sí un valioso legado generado por sus grandes dotes de docente, de investigador y de escritor. El maestro se graduó en el Pedagógico Caracas y obtuvo su título de Magister en Seguridad y Defensa en el Instituto de Altos Estudios de la Defensa Nacional, lo que lo motivó a dedicar sus esfuerzos académicos a la investigación de las relaciones cívico-militares en la historia venezolana de los últimos dos siglos.
No fue poco lo que localizó en sus investigaciones. Durante casi todo el siglo XIX, Venezuela estuvo dominada por la violencia de guerras civiles y de seudo-revoluciones que llevaron al poder a caudillos militares que gobernaron durante 150 de los 200 años que ha vivido nuestra nación. Esta realidad lo llevó a investigar la relación entre militarismo y pretorianismo, dedicando especial atención al tema del profesionalismo militar iniciado en nuestro país a partir de 1910.
Ese interés suyo por el tema militar se profundizó cuando efectuó sus estudios de magister en planeamiento para la defensa en el Centro de Estudios Hemisféricos de la Defensa en la Universidad de Defensa Nacional ubicado en Washington, los cuales perfeccionó durante el Doctorado en Historia que realizó en la UCAB. Esos estudios le dieron material abundante para escribir las obras Balance y perspectivas de las relaciones civiles-militares venezolanas en la segunda mitad del siglo XX; Relaciones civiles-militares en el siglo XX; Caudillos y caudillismo en Venezuela. Ese interés suyo por las relaciones cívico-militares en la historia republicana de Venezuela lo convirtieron en una autoridad en la materia y en referencia obligada cada vez que se elaboraba una investigación sobre este tema, por cuyo motivo fue llamado por las universidades más exigentes para que dictara seminarios doctorales.
Su mutis ocurre en un momento crucial para la historia del país, en el que parece estarse afianzando en el poder una autocracia surgida de elecciones, pero sustentada en una novedosa forma de dominación pretoriana, en detrimento del derecho de los venezolanos. Sin embargo, Irwin no descuidaba ningún aspecto de su obsesión académica y sostenía que nuestras Fuerzas Armadas siempre han sido utilizadas por los partidos políticos de izquierda o derecha creando un grave problema en la esfera de actuación militar. En uno de sus últimos trabajos señaló que el derrocamiento militar de gobiernos electos parecía haberse convertido en un lejano recuerdo, pero advirtió que han surgido nuevas formas de influencia militar distintas a los golpes de estado.
Si se analiza el panorama político-militar venezolano actual se observará que el maestro tenía mucha razón. En efecto han surgido formas populistas de gobierno que cuentan con el apoyo de una parte determinante de las Fuerzas Armadas, lo que trae como consecuencia que hay presencia política activa de los militares en las áreas de mando civil, generando una molestia profunda de corte antimilitarista en el sector intelectual y ello podría  poner en peligro los principios de la democracia liberal y la estabilidad política nacional, hasta llegar incluso a crear un ambiente indeseable que coloque al país en una situación riesgosa de guerra civil. 
En ese sentido el maestro  se quejaba constantemente de que los estudios de seguridad y defensa se encontraban en situación de enorme descuido en Venezuela. Su tesis era la necesidad histórica de profundizar en el profesionalismo militar y de  consolidar el control civil como parte de un modelo de convivencia en el cual ambas partes puedan coexistir en sus respectivas áreas de influencia sin causarle un trauma indeseable al país. Desde luego su estrategia en ese sentido era la de salvaguardar el sistema democrático y llevarlo a un grado de optimización para que el respeto por el estado de derecho sea la norma que rija a la sociedad.

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