Política y anomalía
Luis Barragán
La mejor herramienta con la que cuenta todavía el régimen vigente en Venezuela, consiste en el soterrado rechazo y la militante desconfianza hacia la política, cínicamente asumida como una experiencia corrompida y corruptora, aún sin equivalentes en las más modestas vicisitudes de una junta de condominio. Decididamente maniquea y hábilmente administrada, sacude el fantasma del pasado para convertir toda coincidencia opositora en una gigantesca sospecha de maldad, como si la década y media que ha transcurrido de una dictadura tan propia del siglo sintetizara toda la bondad por la que, pasiva y obsequiosamente, esperamos.
Padeciendo cada vez más aceleradamente la pérdida de la democracia y la libertad, como los estragos del desabastecimiento, la inflación, la inseguridad personal y el saqueo de los dineros públicos, amargamente afectados en la intimidad hogareña que creímos blindarla con nuestra indiferencia y, a veces, festejada desafección, debemos trascender a las circunstanciales palabras, gestos y estilos, para percatarnos y responder a un modelo en curso que, última instancia, realiza principios y valores que perjudican un destino inevitablemente compartido. Dato éste, por cierto, sustanciador de la política, que permitió celebrar el diálogo incondicional de Miraflores como un reencuentro con ella, mientras asesinaban a los estudiantes en las calles.
Cumplido el programa puntofijista, hubo sectores liberales – es necesario reconocerlo – que atinaron en la crítica, hábilmente aprovechada y caricaturizada por el marxismo residual, y las alternativas para una transición de la Venezuela post-rentista. Casualmente, en días pasados, hallamos un texto periodístico de Arturo Uslar Pietri (El Nacional, Caracas, 07/03/1993), mediante el cual, fundado en la experiencia histórica, reclamó a la política como objeto del pensamiento.
Coincidentes y discrepantes con el aludido texto, ahora luce más urgente que nunca recuperar y hacerse de la política como un insuperable instrumento para luchar contra las nuevas concepciones, modalidades y aspiraciones de un totalitarismo que todavía espera por la novedosa interpretación de los cientistas sociales. Sugiere comprometerse con un discernimiento, esfuerzo y emoción que la asuma en toda su natural complejidad, reindustrializándola a través de iniciativas, movimientos, organizaciones y entidades que, al recuperar las más legítimas instituciones públicas, persistan y se desarrollen para una inmediata transición democrática. Por ello, no entendemos a la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), sin su decidido concurso en el Congreso Ciudadano que ha de articularnos desde las bases e innovar los planteamientos afincados en una inequívoca postura opositora.
Reindustrialización que ha de incluir al corajudo movimiento estudiantil, como a las tenaces organizaciones no gubernamentales surgidas al calor de una dura y prolongada emergencia, al igual que a los partidos que moralmente refuercen sus demandas democráticas porque – sencillamente – la realizan en sus interioridades, especializándose y subespecializándose también en los asuntos públicos que antes los justificaban. Paradójicamente, transitamos del antipartidismo más vehemente al ultrapartidismo como su inevitable resultado, pues el PSUV-FANB no es un dato anecdótico, fusionado con el Estado de una gigantez tal que lo lesiona para sus más elementales responsabilidades, negador de la sociabilidad con la pretensión de convertirse en el único relacionante, y que, desenfundando el arma del aumento de la gasolina, desea condenarnos al eterno subsidio de la dictadura cubana.
Los venideros comicios parlamentarios, faltando un año para la convocatoria formal, excepto lo adelanten de acuerdo a las conveniencias del régimen, no debe distraernos de las impostergables tareas de una oposición que sea tal, procurando desde ya una campaña como si gozáramos de una plena, objetiva y serísima normalidad institucional, la que desmienten los médicos alevosamente perseguidos por – apenas – denunciar una situación calamitosa, en medio de la censura y el bloqueo informativo tan palpables. Por lo demás, esgrimida la política frente a las anormalidades, recurrimos a una lectura olvidada, pues, ya lo advirtió Raymond Aron en su “Ensayo sobre las libertades” (Alianza Editorial, Madrid, 1969: 152): “Un régimen autoritario puede mantener el diálogo entre los grupos sociales e incluso la legalidad del ejercicio del poder, suprimiendo al mismo tiempo la competición entre los individuos y los partidos candidatos a las funciones ejecutivas, o, por lo menos, quitando a esa competición su carácter organizado y regular”.
Fuente:
Reproducción: Economía Hoy, Caracas, 15/07/1995. El aumento de la gasolina fue planteado progresivamente a finales del siglo pasado en el contexto de un programa de ajuste estructural. Hoy, es evidente el pistoletazo al pueblo venezolano, pues, en el contexto de un modelo inmodificable que incluye el subsidio a la dictadura cubana, ha de significar el arrodillamiento ante las camarillas gobernantes imposible de aceptar.
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