EL NACIONAL - Jueves 08 de Enero de 2009 Nación/9
El fantasma de Diógenes
Ramón Piñango
Con la publicación de El pasajero de Truman, novela de
Francisco Suniaga, por fin el caso de Diógenes Escalante entra en la literatura
venezolana. Sorprende que haya pasado tanto tiempo para que tan insólito
episodio fuese trabajado por un escritor, a pesar de que constituye un drama,
perfectamente shakesperiano, fascinante, que dice muchas cosas sobre un país.
El excelente libro del novelista margariteño obliga al lector a reflexionar
sobre asuntos complejos y apasionantes de la vida individual y los procesos
sociales. Uno en especial parece particularmente insoslayable: la fragilidad de
una sociedad cuando carece de instituciones; es decir, de patrones de
comportamiento tan profundamente enraizados que ninguna persona o grupo puede
actuar arbitrariamente, sea cual fuere el argumento que se utilice, para justificar
su conducta.
En 1945, Venezuela vivía un proceso de cambio social
intenso. Nuevos actores buscaban una mayor democratización de las estructuras
de poder. La conflictividad política se agudizaba y ello alimentó en algunos la
idea de la conveniencia de contar con un candidato que representase un amplio
acuerdo, para así conjurar temores y la desconfianza. Así, emergió la idea de
la candidatura de Escalante, un venezolano con una destacada carrera
diplomática desde hace largos años residenciado en el exterior. Rápidamente se
logró la convergencia de voluntades políticas alrededor de esta idea. Escalante
regresó al país en agosto de aquel año, pero en corto tiempo se hizo patente su
desquiciamiento. De repente, como un viento que inesperadamente cambia de
dirección, pocas semanas después de que el avión enviado por el presidente
Truman se llevase como a un fantasma al trastornado Diógenes Escalante, ocurrió
el golpe de Estado contra el gobierno de Medina Angarita.
Para muchos ese golpe alteró una evolución positiva de la
sociedad venezolana; para otros, significó, más bien, la aceleración de un
proceso de cambio necesario que estaba siendo frenado por fuerzas retrógradas,
restos del gomecismo. Aunque todavía se debata sobre este asunto, la verdad es
que nunca se podrá llegar a una conclusión que a todos satisfaga. En esta
discusión con frecuencia emerge la pregunta sobre qué hubiera pasado si
Escalante no se hubiera desquiciado. Hay quienes creen que el país habría
tenido una mejor suerte; otros que, de todas maneras, un poco más tarde tal
vez, hubiese ocurrido el golpe de Estado o una convulsión política de similares
consecuencias.
De nuevo es imposible llegar a conclusión definitiva sobre
tan complejo asunto.
Lo que sí demuestra con claridad meridiana el caso de
Diógenes Escalante es la gelatinosa debilidad de una sociedad cuyo destino
depende de una persona, por muy sabia, ilustrada, iluminada o carismática que
sea. A 63 años del incidente histórico marcado por la inesperada locura de un
hombre que parecía ser providencial, parece que nuestras élites no han
comprendido esto. El chavismo está perdido en una fe ciega en su líder, la
cuarta república se ocupó más de ganar elecciones que de fortalecer
instituciones clave como el poder judicial y la educación pública. Y hoy la
oposición anda buscando un líder que compita con Chávez, antes que de armar una
propuesta programática suficientemente convincente para buena parte de la
población, sea cual fuere el líder que aspire a la Presidencia.
Cualquier persona puede desaparecer por locura, por
asesinato o porque se hartó de la política. Por eso es incomprensible que
hagamos depender el futuro de una nación de un ser humano, de un simple mortal,
por muy eterno y poderoso que parezca. Aunque parezca increíble, eso es lo que
estamos haciendo: buscando afanosamente un fantasma como el de Diógenes
Escalante.
NOTA LB: 1) Trata de Diógenes Escalante, desde la perspectiva inevitable
de Ramón J. Velásquez que aparece, innecesariamente, protagonizando la
novela bajo otro nombre. Al respecto, si mal no recordamos, suscribimostiempo atrás un artículo. Por lo pronto, diríamos dos cosas: la una, nos
parece un largo reportaje que mereció un mayor ejercicio literario
teniendo en cuenta la profusión noticiosa de la época. Por otra,
recordamos, un dirigente político tachirense de estos años recomendaba
mucho leer la obra a sus colaboradores inmediatos, quizá para ratificar
la identidad regional a la vez de enterarlos de sucesos que desconocían.
Empero, por más reparos que puedan hacerse al libro, no cabe duda de su
importancia en la bibliografía Venezuela que ha enflaquecido demasiado. 2) Escribía Antonio Arráiz en la edición de El Nacional del 7
de septiembre de 1945: "Confieso que me ha impresionado profundamente el
drama de Escalante: es sin duda uno de los episodios más singulares
en la historia contemporánea de Venezuela. Un hombre que ya pisa con
seguro pie el peldaño de la silla presidencial y que siente, en torno
suyo, compacta y firme a toda la nación que lo eleva a esa silla, ve
desvanecerse de repente tan positiva esperanza". 3) Maye Primera Garcés publicó la biografía de
Escalante, bajo el sello de El Nacional, por 2007. Gracias a un tío,
pisó Caracas, desde su lejana Queniquea y, al conversar con Cipriano
Castro, partió a Europa como cónsul. Prestó un prolongado servicio
en el exterior, aunque con la tenaz delicadeza de no pisar callos con
Castro, Gómez, López Contreras o Medina Angarita, ni con sus más
cercanos colaboradores. La autora privilegia el contexto social y
político de la Venezuela de entonces, quedándonos con las ganas de un
examen a fondo: ¡cuánta documentación escalanteana estará por ahí
esperando!
No hay comentarios:
Publicar un comentario