VER PARA CREER
El
Instituto de Investigaciones de la Comunicación (ININCO) de la Facultad
de Humanidades y Educación (Universidad Central de Venezuela), tuvo a
bien publicar la tesis ganadora en 2004 de Lorena Pino Montilla y Frank
Lugo Cañas. Trata del comercio del cine hasta 1950 y el de los
cincuenta, y la taquilla entre agosto de 1956 y septiembre de 1957. Y,
aunque cita la filmografía de aquellos años, importan más las
vicisitudes de su distribución y exhibición en la Caracas de entonces,
ofreciéndonos interesantes datos estadísticos sobre el consumo cultural
de la Caracas en transición. Obra histórica de interés para los
cronistas de la ciudad, sociólogos y economistas, que prosigue el curso
de una investigación creciente y académicamente acreditada (entendiendo
por tal, el rigor) sobre el fenómeno filmográfico en la urbe.
Empresarios y salas de cine en distintas épocas, precio de las entradas y
rentabilidad del negocio, correlación de edades, asistencia al
espectáculo o población citadina, son algunos de los datos que
despiertan una inmensa curiosidad y aportan elementos para disciplinas
distintas a la propiamente histórica.
Inevitable llamar la
atención sobre las fuentes empleadas, como un inédito cuaderno de los
ingresos de taquilla de diferentes salas de cine, la Gaceta Municipal y
los registros mercantiles que, todavía, por cierto, esperan en los
archivos (y ojalá no se pierdan), para afilar las investigaciones de
interés - incluso - en otras materias y ámbitos. Es un plus
interesantísimo de los investigadores que contrasta con trabajos que,
convencionales, suelen "llover sobre lo mojado".
Los tesistas
hicieron un formidable esfuerzo de síntesis de la complicada tarea que
no quita, más adelante, reincidir sobre un tema que necesitará de una
futura ampliación de detalles. Por cierto, otra bondad, arriban a
conclusiones de interés actual.
Los más avispados dirán del
curso de un trabajo de economía política, enfatizando el nivel de la
superestructura; otros, apuntarán a las incidencias de un mercado que
fue libérrimo, a juzgar por la multiplicidad de personas, empresas y
alianzas que no se redujeron a muy pocos oferentes. Lo cierto es que
hay un hilo histórico importante y atractivo que nos permite, hoy,
abordar el fenómeno de la cinematografía caraqueña, incluyendo aquella
transformación urbanística que supuso la desaparición de las salas de
cine que una vez reemplazaron las del teatro, convertidas en sedes para
las iglesias protestantes o, por lo demás, oficiales (como la del Radio
City y las Emergencias 171), únicas capaces de tamaña inversión
inmobiliaria.
Un contraste finalmente asentado en el trabajo,
acaso dramático: en los ’50 “era común” ver el cine originado en
diversos países, mientras que hoy predomina el estadounidense, con las
inversiones y adecuaciones tecnológicas del caso. Antes, una distinción
entre salas de estreno y las secundarias, mientras que ahora son las
salas de arte y ensayo, por cierto, minoritarias, ante las definitiva e
inmediatamente comerciales, aunque – bien cultural, al fin y al cabo –
no sabemos distinguir muy bien que digamos, excepto el sentido de uno y
otro consumo cultural.
LB
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