No abunda el tiempo para
detenerse en todas y cada una de nuestras lecturas, sobre todo cuando éstas
tienden a ser parciales y pausadas al tratarse de obras de distracción que, a
veces, resultan unas más que otras, penosas hasta llegar al abandono. Empero,
nos empeñamos en tomar algunas notas.
Digamos que hemos completado un
poco el ciclo de Auster, a quien le leímos años atrás “Brooklin …”, por
recomendación de “Qué leer”, revista que llegaba a Venezuela. Precedido de una
buena fama, por entonces, no nos impactó. Sin embargo, después de leer parte de
su obra el año pasado, la creemos una de sus mejores junto a “La noche del
oráculo” y “Diario de invierno”.
Valga observar que, al volver
sobre algunos ejemplares de Auster, inevitablemente subrayadas las cosas de
interés, no logramos recordar inmediatamente la anécdota. Quizá porque – hasta la
fecha – todos se nos parecen, constituyen un indicio del escaso impacto que
tuvieron.
Estupendo retrato de la ciudad y
de una librería de segunda mano, dirigida por Brightman, cuya historia es la
más coherente e interesante, significativamente concluye con el fatídico 11-S,
cuando el protagonista y concluye con la escena inicial de las ocho de la
mañana. En esta edición de 2011, traducida por Benito Gómez Ibáñez para
Anagrama, destacamos algunas notas como la rápida reflexión que hace sobre la
prestancia de los pedos (15), el comercio de los libros autografiados (123), el
embaucamiento como profesión (132), el juicio crítico sobre la programación
televisiva (143), Kafka (“aunque lo leas por encima, nunca se te olvida”, 158),
el mercado inmobiliario neoyorquino (286), el legado de la gente (307)….
LB
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