NOTITARDE, Valencia, 5 de marzo de 2013
"Caminando con Cristo"
Parábola del Padre Amoroso
Pbro. Lic. Joel de Jesús Núñez Flautes
El texto del evangelio de éste cuarto domingo de cuaresma nos propone la parábola del hijo pródigo o del Padre amoroso como también se le conoce. Ésta parábola que Jesús dirige a sus interlocutores para dejarles una enseñanza, la realiza como respuesta a los fariseos y los maestros de la ley que lo criticaban porque recibía a los pecadores y comía con ellos y para la ley judía, basados en las enseñanzas del Antiguo Testamento, se decía que quien entraba en contacto con una persona "impura", quedaba impuro. A través de esta enseñanza, Jesús, el Hijo eterno del Padre, Dios y Hombre verdadero, quiere enseñar a sus seguidores y aleccionar a sus adversarios que el Dios verdadero, el Dios de Israel, es un Dios Padre amoroso y misericordioso, que sabe entender los errores y las miserias de sus hijos y sale en busca del que se ha extraviado, le otorga una y otra oportunidad para que cambie y le devuelve la dignidad perdida por el pecado que esclaviza al hombre y que lo sumerge en la infelicidad y le quita la paz.
La parábola es por demás conocida y nos presenta a tres personajes: El hijo menor que se va de casa, pidiendo la herencia a su padre y se la gasta viviendo en una vida de vicios, placeres, hasta que queda sin nada y le toca trabajar como un esclavo en la hacienda de un hombre que criaba cerdos; el hijo mayor siempre en casa, fiel a los preceptos de su padre, cumplidor, responsable, pero interesado, egoísta, soberbio, de corazón duro, incapaz de comprender y perdonar, perfeccionista; el Padre con un corazón y mente amplia, con un profundo amor y comprensión, siempre dispuesto al perdón y la misericordia, que se alegra porque el hijo extraviado vuelva a casa y valora el trabajo y dedicación del hijo fiel y le enseña a amar.
Ésta parábola, podríamos decir, es un resumen de la historia de la salvación y de la experiencia de fe de cada creyente que ha sido receptor del inmenso amor de Dios por cada uno de sus hijos, más allá de sus miserias y pecados. En un primer momento, ésta parábola es la respuesta de Jesús a los fariseos y escribas que están representados en la conducta del hijo mayor, mientras que el hijo menor representa a los publicanos, a los que eran excluidos del pueblo de Israel y el padre representa a Dios siempre dispuesto al perdón y a la misericordia con sus hijos, que quiere su salvación, su vida y no que vivan en la muerte o la oscuridad. En fin, Jesús le dice a los fariseos y maestros de la ley, que el come y recibe a los pecadores, porque Él actúa como su Padre Dios, que muestra su amor a todo ser humano y jamás se lo retira, porque su amor es fiel y eterno.
En un segundo momento, los destinatarios de ésta parábola somos cada uno de los cristianos, de los que seguimos a Jesús, que a lo largo de nuestra vida de fe podemos estar entre la conducta del hijo menor de la parábola o del hijo mayor; es decir, a veces sumergidos en una historia o cadena de pecados, de vicios, de miserias; alejados del amor de Dios, distantes de su Iglesia, apartados de los sacramentos, con la vida vacía y sin fuerzas espiritual o si estamos en su Iglesia, conocedores de la Palabra de Dios, cumplidores de la norma, cerca de los sacramentos, pero con el corazón lleno de soberbia y sobre todo dejando a un lado el mandamiento principal de la ley de Dios que es el amor. Esa es la historia o la tentación de los discípulos de Jesús o alejarse de Dios o no vivir en lo fundamental, no comprender y asumir lo que Dios es en sí mismo y lo que nos pide: Vivir en el amor y la misericordia. Por eso, la gran enseñanza del evangelio de hoy, el llamado que Jesús nos hace como sus discípulos es que imitemos el amor y la misericordia del Padre amoroso de la parábola, que nos esforcemos cada día por vivir como Cristo, tratando de imitar a Dios que nos enseña a amar y perdonar.
Que oportuna ésta parábola en el contexto social en que vivimos en Venezuela, donde pareciera que la cultura del odio, de la división, de la confrontación o polarización parecieran ganar la batalla; ese no es el camino de Cristo, no es la senda que Dios nos propone; la propuesta de Dios Padre en Cristo para el mundo, para toda la humanidad es amor y perdón, acogida y reconciliación; éste es el distintivo auténtico del cristiano y de quien dice amar a Cristo.
IDA Y RETORNO: Ayer fueron ordenados seis nuevos diáconos para nuestra Arquidiócesis de Valencia, lo cual llena de esperanza y alegría a nuestra Iglesia Católica. Dios bendiga a los diáconos: Rafael Paredes, Franklin Ramírez, Wilfredo González, Luís Pérez, Eduardo Pereira y Luís Méndez y les otorgue la perseverancia final.
El martes 12 inicia el Cónclave donde se elegirá al nuevo sucesor de San Pedro y Vicario de Cristo en la tierra; sigamos orando con fe y pidiendo al Señor nos regale un pastor según su corazón.
Ilustración: César París.
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