Hemos buscado en Auster, la
coherencia de una historia que suele extraviarla con ingredientes repentinos y
hasta estrafalarios. “El libro de las ilusiones”, por ejemplo, tuvo por virtud
ofrecernos al actor de segunda que, por obra de un homicidio, huye y hace otra
vida hasta que la mezcla de los elementos, cuan disfraz de postmoderno, lo
disuelve en el disparate.
“La noche….”, es una de las
piezas más llamativas del autor que, por cierto, perfectamente puede
desarrollar historias alternas a través del extraordinario empleo de las notas
a pie de página. Benito Gómez Ibáñez, de nuevo para Anagrama, traduce el
interés austeriano por esa obsesión de las libretas de apuntes (cuadernos azul,
rojo …), quien desbroza su vida en una suerte de angustia existencial que no
parece tal, sino hastío, simple hastío. Y pareciera que el novelista entrega a
la imprenta la (s) historia (s), tal como las va escribiendo, entrampándose:
por ejemplo, la mejor de ellas, es precisamente la que el escritor imagina,
construyéndola con sagacidad hasta interesarnos por el destino de la biblioteca
o el almacén subterráneo de un excéntrico coleccionista de guías telefónicas.
No por casualidad, es lo único
que recordamos inmediatamente de esta obra, pero también el desencanto, pues,
Auster y su escritor protagonista, no otro que él mismo, le dio un final
incomprensible, posible pero incomprensible, rápido y tajante, transmitiéndonos
una sensación de no haber sabido qué hacer con el hombre que quedó encerrado en
la pequeña oficina de la “guíoteca”. Y esto, después de generar magistralmente
un ambiente de suspenso en torno a ella, a su dueño y al que pudo ser un
provechoso albacea.
Nos llamó la atención las
reflexiones que hace sobre lo aleatorio (22), el amor a lo que “somos” y la carne (29), la ciencia ficticia o la
ficción científica (131), la máquina del tiempo y el asesinato de Kennedy
(148), la idea de una novela dentro de la novela (201), entre otras cosas de
esta edición de 2011….
LB
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