Luis Barragán
La sobreabundancia de ingresos
petroleros y su discrecional asignación, el endeudamiento masivo y la
estatización de las actividades productivas, generadoras de una inevitable
corrupción, dibujan algunas de las
características del país en la década de los setenta que, ahora, repetimos y
agravamos en la centuria posterior. Apuntamos
diferencias importantes, pues, aunque comenzaba a aclimatarse el – por entonces
- novedoso fenómeno bipartidista, luego tan estereotipado, en el XX hubo la aceptación y reconocimiento
de la propia lucha por preservar las libertades públicas, la firmeza - al principio incomprendida - del
principal partido de oposición, un mayor y convincente control parlamentario,
como la alternabilidad en el poder de la que no
sabemos en el siglo XXI. Y, si bien es cierto que, allá, hubo una habilitación
legislativa presidencial, acá ha sido amplia y abusiva, recurrente y generosa,
reprimido y postergado – valga la otra distinción – todo costo político.
De acuerdo a cifras
irrebatibles, denunciadas por el
secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad, en los últimos catorce años los
ingresos petroleros acumulados por el gobierno nacional, arribaron a un billón
277 millones de dólares, superando lo acumulado entre 1958 y 1998. Entre 1999 y 2012, la deuda pública pasó de $
31.484 millones a $ 216.053 millones, transitando la externa de $ 23.443
millones a $ 114.78 millones, y la interna de $ 4.041 millones a $ 61.166
millones, como refirió Ramón Guillermo Aveledo el día 23 de enero del presente
año.
El Presupuesto de 2013 alcanza a
Bs. F 396.406 millones, aunque – como observara con tino, Vestalia Sampedro – el llamado Sistema Integrado
de Asignación de Recursos suplanta el Régimen Fiscal, concretándose la
absorción directa de recursos por una serie paralela de fondos que no permite
que ingresen al Tesoro Nacional, además de subestimar el precio promedio anual
de realización de la cesta petrolera. Un elevado porcentaje del Presupuesto
descansa en la recaudaci ón de los impuestos (ISLR-IVA), significando que la
riqueza petrolera es del gobierno nacional, más que del Estado, mientras que adicional
y deficitariamente la ciudadanía ha de sostenerlo, golpeado tan
contundentemente el aparato productivo.
A pesar de las piruetas
estadísticas oficiales, la inflación es una de las más altas del mundo, el desabastecimiento
consuetudinario de productos no tiene precedentes históricos, el desempleo está tan enmascarado como la
construcción de viviendas, por no mencionar el bloqueo y la complicidad de toda
investigación sobre la comercialización estatal de alimentos y equipos del
hogar. Fuentes periodísticas revelan una
fuga de capitales por el orden de $ 114,9 mil millones en la última década, a
pesar del control de cambio.
El ministro Giordani, a través de
los títulos que ha tenido a bien publicarle Vadell-Hermanos, por estos años,
siendo más explícitas sus intenciones en comparación con los informes
oficiales, ha ratificado una y otra vez
el propósito de superar el rentismo petrolero y la cultura que acarrea, aunque –
valga acotar - el facilismo y la
improductividad es muy anterior a los históricos reventones de los pozos
Zumaque I y Barroso II, por no remontarnos a las consecuencias del poderoso
mito de El Dorado y la versión tan espléndida
que Humboldt nos legó. E, incluso, la mentalidad rentística estuvo
vinculada a la riqueza ilimitada de la tierra, como lo aprecia y reitera Manuel
Caballero en su “Gómez, el tirano
liberal” (1993: 187 ss.) e “Historia de
los venezolanos en el siglo XX” (2010: 85 ss.), al que añadimos un estupendo
artículo de Augusto Márquez Cañizalez, a propósito de un informe ordenado por
el otrora ministerio de Agricultura y Cría (“Perspectivas: El mito de nuestra
riqueza”; El Nacional, Caracas, 04/09/52).
El referido propósito es loable,
pero – so pretexto de alcanzarlo – sospechamos de una deliberada etapa de
empobrecimiento que se convierte, por una parte, en la interesada debilidad
política de todos los sectores sociales, y por otra, trastoca la cultura
rentística en una franca e insólita cultura de la supervivencia, mientras que
el gobierno nacional – más allá del Estado - capta exclusivamente los ingresos petroleros,
asignando autoritaria y convenientemente los recursos. Y lo peor es que, sobrevenida una crisis
estructural inherente al socialismo de
repetición que tenemos, a pesar de las evidencias históricas del fracasado
modelo, sin que quepa la ya enfermiza excusa de un capitalismo liberal que
tampoco alcanzamos, esta etapa de la
Venezuela Saudita no podrá responder suficientemente: sólo en teoría, esa serie
paralela de fondos repletos, evitará acudir al FMI de todos nuestros tormentos.
http://www.noticierodigital.com/2013/03/la-deliberada-pobreza-saudi/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?p=14385523#14385523
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