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lunes, 29 de junio de 2020

CRISIS MORAL

Razones para la ruptura
Víctor Maldonado C.  

¿Cómo se debe sentir un país enajenado, confinado a ser espacio para el saqueo y la brutal corrupción? ¿Cómo se debe sentir una sociedad anulada, devastada por sus dirigentes, asediada por la ruina, que anticipa por todos los confines un colapso que ya llegó, pero que nos negamos a reconocer? ¿Cómo se va a sentir un país que todos los días comprueba que las promesas no se honran, que los compromisos no se cumplen, que cualquier curso estratégico es subastado al mejor postor?

Hay muchas razones para rechazar lo que está ocurriendo. Pero eso no es suficiente. Hay que buscar las causas y reconocer que tenemos cierta capacidad de dominio para intentar el cambio, sí y solo sí a nosotros nos parece que hay un problema social que debe resolverse. No es poca cosa, porque sin esa predisposición a intentar el cambio, podría ocurrir una adaptación a una situación incómoda que favorezca a las estructuras de dominación y se ceben en la integridad del ciudadano. Dicho de forma más precisa: Sólo tendremos un problema para resolver si antes declaramos que una determinada situación tiene que ser superada. ¿Qué es lo que hay que superar? 

La pregunta no es de fácil respuesta porque nos coloca en la necesidad de discriminar los síntomas de sus causas (otra vez esa palabra, ese llamado de atención a ser radicales). ¿Qué es lo que debemos resolver para que la situación cambie, no solamente de apariencia, sino en su esencia? Porque la realidad indica que la gente frente a los problemas tiene un dossier de respuestas adaptativas. Uno vanamente puede creer que la sociedad es un rompehielos dispuesto para quebrar cualquiera que sea la resistencia, pero no siempre es así. Frente a una dificultad cada uno lo encara poniendo en juego su capacidad de análisis, su fortaleza para mantener el curso de acción que permite la solución, y todo el coraje que necesita para resistir los embates. Como esa mezcla nunca es perfecta, algunos se la juegan todo para para resolverlo, pero como no somos infalibles, a veces lo exacerban, otras tantas se rinden frente al trance, o tratan de olvidarlo, mientras que otros, ya sabemos, deciden doblarse para no partirse. 

La diversidad de afrontamientos personales frente a una misma situación obliga a los líderes a intentar una narrativa social que homogeneice la diversidad de interpretaciones y encaramientos con el fin de lograr la fuerza suficiente para encarar y resolver la dificultad. Para los que quieren una versión preliminar de lo que significa “fuerza”, aquí la tienen: Es la capacidad que se despliega para que muchos tengan la disposición de asumir como propia una versión unívoca de una situación social que es propuesta por el líder. Que todos la vean de la misma forma. Que todos la llamen de la misma manera. Pero sigamos. Es también la capacidad que algunas veces tienen los dirigentes para alterar la percepción y evaluación que sobre la realidad tiene la gente.

Pero encarnar una opción de fuerza tienen como requisitos la diferenciación y el contraste. ¿Qué significa asumir un proceso de diferenciación? Significa tener la capacidad para demostrar que hay diferencias, que se encarnan y se asumen sistemas de valores, intenciones, capacidades y metas que son distintas a la de los otros cuando se plantean resolver un problema o allanar una situación. Eres distinto cuando te perciben diferente, hasta el punto de que, cuando te comparan con los otros, tienen que asumir que hay discrepancias insalvables, oposiciones cruciales, puntos de vista estratégicos irreconciliables, y, por lo tanto, es imposible no tener la necesidad de optar por uno u otro. No hay puntos medios. 

Por eso la ruptura es necesaria, porque en este momento de la política, los más peligrosos son los indefinidos. Aquellos que creen que pueden surfear sobre las olas sin caerse, incluso, manteniendo la estética del hombre erguido y musculoso, pero que a la hora de la verdad,no pasan de ser versiones alucinantes de la mentira y la mediocridad. En este momento “o eres chica, o limonada”, y asumes el riesgo. Porque los agazapados, los que creen que pueden pescar en río revuelto, los imprecisos, creen que son lo que no son, y creen ver lo que no ven. Tal y como lo sentencia el ángel apocalíptico a la iglesia de Laodicea: “Conozco tus obras, que no eres ni frío ni caliente. Ojalá fueras frío o caliente, pero como eres tibio, ni frío ni caliente, voy a vomitarte de mi boca. Dices que eres rico, que tienes abundancia, que no te falta nada; y no te das cuenta de que eres desgraciado, miserable y pobre, ciego y desnudo”. (Ap. 3,15-16) ¡El ángel lo dijo todo!

Para hacer ruptura nos encontramos con una primera gran dificultad: la cultura rentística-familística-clientelar-particularista que define a los venezolanos. Con la costra nostra nadie quiere romper. Nadie quiere sacrificar un esquema de relaciones en el que obtiene reconocimiento y prebendas, y fuera del cual nada funciona con las reglas de la afiliación, que son las únicas que saben usar los venezolanos. En Venezuela “tú eres las relaciones que tienes”, y por lo tanto, la pregunta que siempre debe tener respuesta es dónde los conocidos que reparten poder, influencia y beneficios.

En Venezuela se ha practicado un estatismo socialista de compinches, donde todo el mundo se reconoce familísticamente, y la regla que no se puede romper es precisamente la que impone que nadie puede ir contra nadie hasta el punto de dejarlo fuera, porque así no se trata a la familia. Efectivamente hay peleas y contradicciones dentro del grupo, pero eso sí, que la sangre no llegue al río, “que no hayga peos”, porque de eso no se trata. En Venezuela la meritocracia que funciona es la del adulador, la del jalabolas, la del compinche, la del que mantiene la armonía del grupo, la del alcahueta y la del relativista moral. Porque ya ustedes saben, hay que doblarse para no partirse, y los malos y los corruptos son los otros, porque nuestra propia maldad y corrupción tiene que ocultarse bajo el velo de nuestra propia condescendencia. Vivimos bajo el argumento de los dos raseros. 

El problema está es que desde el relativismo y la alcahuetería no se construyen repúblicas, ni se abunda en la modernidad, y tampoco se puede garantizar libertad y derechos. El familismo es saqueo con malas justificaciones. Es populismo depredador y sectario. Es la cultura de la injusticia y los déficits de criterio para valorar al ciudadano. Es la vivencia de la mordaza y la reducción a la servidumbre del bufón, que tiene que vivir en las márgenes de la lisonja y la zalamería. Y por supuesto, la demagógica apelación a la lástima, porque “pobrecito, él, que ha dejado el pellejo, merece nuestra consideración”, aunque sea mediocre, no haya hecho nada, sea un traidor, un corrupto o un indeseable.  En Venezuela el poder y el dinero son los grandes baremos de la más repugnante incondicionalidad, en relación de los cuales, está prohibido indagar, preguntar, razonar, considerar o valorar. Es un todo o nada tribal y fisiológico que deja al ciudadano desprevenido en la peor sumisión, y coloca a los liderazgos en la tentación de no romper, sino tratar de surfear las violentas olas del dejar hacer. 

Porque si fuera más fácil no tendríamos la política que hoy nos pesa tanto sobre nuestras espaldas. Esa política es la representación más conspicua de lo que somos como sociedad, y de esa asfixia de inconformidad, tristeza y desolación que algunos ciudadanos tenemos. ¿Cómo es posible que dependamos del G4 y sus satélites? ¿Cómo es posible que tengamos tan mala calidad de dirigentes en una asamblea nacional que por eso mismo incumplió, se corrompió, e intentando ser gobierno interino, a través de su presidente, nos ha dado tantas razones para la vergüenza? ¿Cómo es posible que una semana tras otra debamos llevarnos las manos a la cabeza porque cuando no están negociando a espaldas del país están ocupados en sus propios asuntos, que nunca son los del país? 

¿Cómo es posible que no exijamos responsabilidad sobre el tiempo derrochado, sobre los recursos recibidos, sobre una gestión tan permisiva? ¿Cómo es posible que nadie se pregunte cómo viven, de qué viven ellos y sus círculos de familiares y amigos? ¿Cómo es posible que aceptemos como buena la mentira, la tergiversación, el eufemismo y el vacío de sinceridad de este liderazgo? ¿Por qué no marcamos distancia de la futilidad, la improvisación y la falta de reflexión? 

¿Cómo es posible que todavía hoy sean ellos los que nos dirigen sin que haya ocurrido rebelión, ruptura, corte radical y expulsión del juego? ¿Por qué seguimos creyendo en milagros súbitos, en “datos confidenciales” que se riegan por cadenas de whatsapp, en las mascaradas discursivas? ¿Por qué seguimos suplicando que haya unidad, como si la unidad exculpara de culpas o absolviera los déficit de carácter y compromiso de los defraudadores de nuestra confianza? ¿Cómo es posible que no vomitemos a los que firman hoy una cosa y mañana otra, a los que se bambolean en la ponchera de sus propios intereses, que antier se abrazaban, ayer endosaban y hoy dicen que se oponen? 

¿Saben cual es el común denominador de todas las respuestas a esas preguntas? Que todos ellos cuentan con nuestra desmemoria, nuestra pertinaz indulgencia, nuestro arraigo caudillista, nuestra predisposición servil, y ese aturdimiento social que quiere forzar una relación carismática donde no hay esa energía extrema que pueda posibilitarlo. Ellos nos suponen erotizados, atolondrados y miserables. Ellos pretenden nuestra solidaridad automática, esa que nos hace comportar como familia mafiosa y no como republica liberal. Pero ¿somos eso que suponen y pretenden?

Romper es apostar a tres situaciones incómodas pero necesarias: A la soledad que se provoca cuando nos quedamos sin referentes; a la necesidad de comenzar de cero en la lucha por la liberación del país; y a la necesidad de replantearnos la cualidad que deberían tener los nuevos liderazgos, sin caer en la trama perversa de sustituir un caudillo por otro. Y todas estas decisiones suponen el dolor de la separación, del marcar distancia, de la reconstrucción del sistema de valores, y de la exigencia de responsabilidad y justicia. 

O rompemos o estamos condenados. Porque estos políticos no son nuestros liberadores. Son nuestros carceleros. Se lucran de nuestra desdicha. Han convertido nuestro desierto en su empresa. Les interesa nuestra desmoralización para que no caigamos en cuenta de sus verdaderas intenciones. Sus programas son la continuación del saqueo estatista. Su discurso es la connivencia institucionalizada en un “gobierno de unidad y emergencia nacional”. Su práctica es la complicidad en competencia corrupta. Su mérito es el tiempo perdido y entregado como ofrenda al ecosistema de relaciones perversas a la cual pertenecen. Y nuestro aporte es, ya lo dijimos, la conmiseración con la que los tratamos. Pero romper ya va siendo cuestión de vida o muerte. 

En este caso no vale hacer el intento de Abraham para salvar a las insalvables Sodoma y Gomorra. ¿Se puede salvar un sistema de relaciones perversas porque suponemos que hay un justo en medio de ellos? ¿Es que acaso “ese justo” no ha tenido tiempo para reflexionar, para apartarse, para denunciar la trama perversa, para pedir justicia y luchar por la libertad? ¿Es que acaso la omisión interesada, la permisividad agazapada, el colegiar la perversidad, no provoca responsabilidad? ¿Van a decir que no sabían nada? ¿Cuánto más debemos esperar por su conversión? ¿Cuánto más vamos a sostener una institucionalidad parlamentaria que se ha vuelto progresiva e irrevocablemente espuria? ¿Cuándo vamos a dar una lección de madurez y arrojo político que haga la diferencia? ¿Cuándo vamos a dejar de sentir la pajita para apreciar la viga que pesa sobre nuestro ojo y nos niega la visión de la realidad? ¿Cuándo vamos a dejar de castigar a los que tienen una mirada radical y crítica sobre nuestro proceso político?

No se avanza más porque hay un sistema de intereses creados en salvar el particularismo venezolano. Los caza rentas son variopintos, la renta que se percibe también. Algunos no quieren perder posición, otros no quieren enfrentarse al escrutinio de su grupo de amigos, otros no quieren perder su privilegiada capacidad de saqueo, otros no quieren perder la oportunidad de llegar al poder. Los intereses creados se encarnan en creencias y prácticas asociadas a la lealtad perruna y a la exclusión de los que piensan diferente. 

No hay institución venezolana que no esté al menos rasguñada por la tentación mafiosa que pretende el unanimismo impracticable y una sumisión primitiva a la palabra y designios del grupo que toma las decisiones. Un particularista nunca hará justicia porque no cree en criterios de valoración universal. Un particularista nunca creará instituciones porque la abundancia institucional les resta poder y los pone en evidencia. Un particularista nunca será el heraldo de la libertad sino el reemplazo de la tribu con la que compite en la caza de la renta nacional, porque no tiene ética sino amigos, gente en la que puede confiar, y los otros, a los que desplazan. 

Debo finalizar con lo que en 1969 escribió José Luis López Aranguren sobre la crisis moral, que a veces se confunde con una crisis política: “Es una crisis consistente en desmoralización. Desmoralización de los vencidos, originada en la impotencia, o en la conciencia -justa o errónea- de la impotencia. Desmoralización de los “vencedores” cuyo proyecto se limita, desde hace mucho tiempo, a la conservación a todo trance del poder. Y desmoralización de los ciudadanos, al margen de la política que, como masa neutra, apoya de modo pasivo a los detentadores del poder, porque solo están pensando en su propia condición de sobrevivientes”. Es una crisis moral que debemos atajar intentando la ruptura para la que tenemos muchas razones. 

28/06/2020:
Ilustración: Ashley Wood.

sábado, 28 de enero de 2017

CUÑO PETROLERO DE UNA IDENTIDAD DILUIDA

Trump, el identitario
Luis Barragán


Reconozcamos que las remotas bonanzas dinerarias nos concedieron una  inevitable identidad nacional, aunque la rechazáramos o resistiéramos. No todos llegamos a Cúcuta,  Miami o París, por esas épocas, tratando  de enseñorear nuestras veleidades de nuevos ricos, pero el “ta’baratismo” fue un fenómeno que, de un modo u otro, penetró en todos los sectores sociales, colmándolos de expectativas más de las veces frustradas, y generando consecuencias que los psicólogos sociales todavía advierten con demasiada claridad.

A la exportación de petróleo, se sumó el magnífico esfuerzo de la producción telenovelística, pero – sostenemos –  los concursos de belleza redondearon nuestras faenas de la banalidad infinita. Respetamos a aquellos que todavía celebran el rubro exportable de las “mises”, y creemos que al negocio – porque lo ha sido y es -  todavía le falta un decidido aporte de la academia para una valoración más exacta del imaginario social que aportó. Sin embargo, valga una doble paradoja.

De un lado, el siglo XXI supo de las otras bonanzas que prontamente se perdieron, por obra de un  régimen que también fue posible por ese imaginario de la banalidad inaudita que lo catapultó al finalizar el anterior, e, igualmente, endeudándonos hasta lo inverosímil, nos obliga a regresar a la realidad que siguió su curso insobornable a pesar del espeso maquillaje. Nos estamos enterando ahora que es inútil y contraproducente la nostalgia por aquellos tiempos de la riqueza fácil, siéndolo el de un cambio que  conduzca a la libertad, a la prosperidad como fruto de nuestros propio esfuerzos, a  la  imaginación creadora, al desempeño  perseverante, disciplinado, a la urgida equidad, recuperando los mejores valores y principios.

Del otro, huelga comentar las circunstancias e implicaciones del ascenso al poder de Donald Trump, mas no que haya sido o es propietario de una transnacional que supo de nuestro aplaudido reconocimiento, como el “Miss Universe”.  Recurrentemente se cita la concepción y el trato que el hoy presidente estadounidense tiene y da a la mujer, pero solemos olvidar cuán celebrada fue su empresa que ayudó a emblematizar a las venezolanas en el mundo, estereotipándolas, añadido el auge que vivió la cirugía estética todas las escuelas de medicina.

Trump contribuyó al cuño petrolero de nuestra identidad, con resultados que beneficiaron a Chávez Frías al abonar el terreno para sus más sorprendentes simplicidades. Acotemos, el portazo de la trivialidad nos dejó varados en el siglo XX, amenazando a Estados Unidos con un retroceso semejante de socavar la fe y confianza en las instituciones, lo que aparentemente no logran seriales exitosos como “House of Cards”.

Captura de pantalla: Transmisión de ABC News, inauguración presidencial (21/01/2016).


02/02/2017:
http://www.noticiasdevenezuela.org/2017/01/31/trump-el-identitario-escrito-por-luisbarraganj/

sábado, 2 de marzo de 2013

RIQUEZA DE UN MITO

Pobreza Saudí
Luis Barragán


La sobreabundancia de ingresos petroleros y su discrecional asignación, el endeudamiento masivo y la estatización de las actividades productivas, generadoras de una inevitable corrupción,  dibujan algunas de las características del país en la década de los setenta que, ahora, repetimos y agravamos en la centuria posterior.  Apuntamos diferencias importantes, pues, aunque comenzaba a aclimatarse el – por entonces - novedoso fenómeno bipartidista, luego tan estereotipado,  en el XX hubo la aceptación y reconocimiento de la propia lucha por preservar las libertades públicas,  la firmeza - al principio incomprendida - del principal partido de oposición, un mayor y convincente control parlamentario, como  la  alternabilidad en el poder de la que no sabemos en el siglo XXI. Y, si bien es cierto que, allá, hubo una habilitación legislativa presidencial, acá ha sido amplia y abusiva, recurrente y generosa, reprimido y postergado – valga la otra distinción – todo costo político.

De acuerdo a cifras irrebatibles,  denunciadas por el secretario ejecutivo de la Mesa de la Unidad, en los últimos catorce años los ingresos petroleros acumulados por el gobierno nacional, arribaron a un billón 277 millones de dólares, superando lo acumulado entre 1958 y 1998.  Entre 1999 y 2012, la deuda pública pasó de $ 31.484 millones a $ 216.053 millones, transitando la externa de $ 23.443 millones a $ 114.78 millones, y la interna de $ 4.041 millones a $ 61.166 millones, como refirió Ramón Guillermo Aveledo el día 23 de enero del presente año.

El Presupuesto de 2013 alcanza a Bs. F 396.406 millones, aunque – como observara con tino,  Vestalia Sampedro – el llamado Sistema Integrado de Asignación de Recursos suplanta el Régimen Fiscal, concretándose la absorción directa de recursos por una serie paralela de fondos que no permite que ingresen al Tesoro Nacional, además de subestimar el precio promedio anual de realización de la cesta petrolera. Un elevado porcentaje del Presupuesto descansa en la recaudaci ón de los impuestos (ISLR-IVA), significando que la riqueza petrolera es del gobierno nacional, más que del Estado, mientras que adicional y deficitariamente la ciudadanía ha de sostenerlo, golpeado tan contundentemente el aparato productivo.

A pesar de las piruetas estadísticas oficiales, la inflación es una de las más altas del mundo, el desabastecimiento consuetudinario de productos no tiene precedentes históricos,  el desempleo está tan enmascarado como la construcción de viviendas, por no mencionar el bloqueo y la complicidad de toda investigación sobre la comercialización estatal de alimentos y equipos del hogar.  Fuentes periodísticas revelan una fuga de capitales por el orden de $ 114,9 mil millones en la última década, a pesar del control de cambio.

El ministro Giordani, a través de los títulos que ha tenido a bien publicarle Vadell-Hermanos, por estos años, siendo más explícitas sus intenciones en comparación con los informes oficiales,   ha ratificado una y otra vez el propósito de superar el rentismo petrolero y la cultura que acarrea, aunque – valga acotar -  el facilismo y la improductividad es muy anterior a los históricos reventones de los pozos Zumaque I y Barroso II, por no remontarnos a las consecuencias del poderoso mito de El Dorado y la versión tan espléndida  que  Humboldt nos legó.  E, incluso, la mentalidad rentística estuvo vinculada a la riqueza ilimitada de la tierra, como lo aprecia y reitera Manuel Caballero en su “Gómez,  el tirano liberal” (1993: 187 ss.)  e “Historia de los venezolanos en el siglo XX” (2010: 85 ss.), al que añadimos un estupendo artículo de Augusto Márquez Cañizalez, a propósito de un informe ordenado por el otrora ministerio de Agricultura y Cría (“Perspectivas: El mito de nuestra riqueza”; El Nacional, Caracas, 04/09/52).

El referido propósito es loable, pero – so pretexto de alcanzarlo – sospechamos de una deliberada etapa de empobrecimiento que se convierte, por una parte, en la interesada debilidad política de todos los sectores sociales, y por otra, trastoca la cultura rentística en una franca e insólita cultura de la supervivencia, mientras que el gobierno nacional – más allá del Estado -  capta exclusivamente los ingresos petroleros, asignando autoritaria y convenientemente los recursos.  Y lo peor es que, sobrevenida una crisis estructural inherente al socialismo de repetición que tenemos, a pesar de las evidencias históricas del fracasado modelo, sin que quepa la ya enfermiza excusa de un capitalismo liberal que tampoco alcanzamos, esta  etapa de la Venezuela Saudita no podrá responder suficientemente: sólo en teoría, esa serie paralela de fondos repletos, evitará acudir al FMI de todos nuestros tormentos.

http://www.noticierodigital.com/2013/03/la-deliberada-pobreza-saudi/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?p=14385523#14385523

lunes, 10 de diciembre de 2012

SUPUESTOS PREVIOS

Pretexto y contexto presupuestario
Luis Barragán


Décadas anteriores, el proyecto de presupuesto nacional movilizaba a todos los sectores de opinión. Por mandato inexorable de una economía rentista, la otrora democracia representativa dirimía las distintas pugnas por alcanzarlo, aunque hoy  la democracia participativa paradójicamente nos lleva a la asignación autoritaria de los recursos, catalizando y afianzando un modelo que prometimos por siempre superar.

De fácil constatación en la vieja prensa, abundaron las reseñas divulgativas y los análisis especializados de interés para la sociedad socialmente organizada, que – además – la familiarizaban con nombres como los de Mauricio García Araujo, Héctor Malavé Mata e Iván Pulido Mora para complementar la sobria y convincente vocería técnica de la sociedad políticamente organizada, gremios y partidos. La arbitraria imposición de la mayoría gubernamental en el extinto Congreso, iniciada la discusión en la cámara baja, acarreaba un elevado costo político que procuraba disminuir a través de la negociación con los sectores opuestos, y, si bien es cierto que supo de vicios, no menos lo es que no tardaban en aflorar, agravar ese costo y generar la correspondiente investigación parlamentaria.

Ahora, la propuesta ejecutiva espera por el mero cumplimiento de los lapsos parlamentarios, indiferente ante las escasas voces que lo adversan, aminoradas las expectativas que únicamente conciernen a la burocracia y sus interioridades. Siendo escasa la audiencia efectivamente interesada en sus pormenores, el asunto queda reducido a una silenciosa refriega oficialista en la Comisión de Finanzas que también arbitra favores y dádivas, caracterizado el parlamento por su desenfadado inmovilismo.

El oficialismo aprobó casi 400 mil millones de bolívares débiles de presupuesto, más 116 mil millones de iguales bolívares por la Ley Especial de Endeudamiento (incorrectamente abordada antes que la presupuestaria), para el  ejercicio fiscal 2013. Cada uno de los parlamentarios de la oposición, apenas contaron con cinco minutos para acusar el déficit, observar la relevancia del gasto militar y de la seguridad presidencial por encima de otros renglones, acertando en algunos de los detalles para distanciarse de los antiguos, profundos y convincentes debates escenificados en la materia.

El pretexto presupuestario

El ministro Giordani ha negado la definición del presupuesto a partir de la estimación realista del precio petrolero, so pretexto de la cultura rentística que dice – así – combatir. Definida ésta como despilfarro, derroche o desperdicio, más la fijación irracional de metas, refiere que “cambiar el inicio del cálculo presupuestario a partir de los ingresos no petroleros, que indica una recaudación interna mayor con un esfuerzo por superar las evasiones, elusiones y demás fugas que ocurren en el régimen fiscal del país, puede significar comenzar a combatir esa cultura nefasta del rentismo petrolero” (Impresiones 2011: 72). Por lo demás, está “la simple y profunda lección de un cálculo siempre prudente, para no gastarlo todo, para que quede algo si se presentan las contingencias no esperadas, el tener siempre unas provisiones adicionales” (Ibídem: 85).

Evidentemente, el formulador del presupuesto nacional no pasa de un gesto moralista, ya que – además de la deliberada subestimación del precio promedio anual en los últimos años, cifras conservadoras indican un total de ingresos acumulados por encima de $ 900 mil millones que, en largos catorce años, no se traduce en una obra palpable en materia de infraestructura o social, excepto las inversiones militares constantes y sonantes. Dado el inmovilismo parlamentario, la supeditación de los restantes órganos del Poder Público, y los obstáculos interpuestos para una efectiva libertad de información, ha llegado muy lejos la pdvalización del Estado, condenada toda actividad contralora y judicial a la persecución de la disidencia.

Los ingresos no petroleros constituyen el principal soporte del presupuesto recientemente aprobado (previéndolos por el orden de 217 mil millones de bolívares débiles). Sin embargo, la falacia estriba en la existencia de un presupuesto paralelo que consagra el modelo rentista, está destruido el aparato productivo privado (y no es – precisamente – rentable o sostenible el social), y sólo queda castigar el sobreviviente, tal como ocurre en materia tributaria con todos los venezolanos sin contraprestación alguna.

Giordani ha ejemplificado la situación con la reducción presupuestaria de marzo de 2009, bajando el referente del precio promedio del petróleo de $ 60 a $ 40, ajustados los volúmenes de producción y la disminución del precio promedio, lo que forzó a aumentar el IVA de 9 a 12% y el nivel de endeudamiento de aproximadamente 25 mil millones de bolívares, y una exitosa emisión de papeles: que permitió cubrir los pagos de fin de año (aguinaldos y pensiones, entre otros). (Impresiones 2009: 169). Vale decir, la otra falacia,  ha sido práctica constante la de no prever ni dar satisfacción a la deuda que cada año contraen con los empleados y trabajadores del Estado, para desafiarlos y, finalmente, incluirlos operando un chantaje: los suman a un paquete o “cajita feliz” que permite pagar las prestaciones sociales, y – a  la vez – lograr otros financiamientos para proyectos sobrevenidos y completamente ajenos, vía créditos adicionales: ¿si esto no es otro rasgo de la cultura rentística consumada, qué será?

El contexto presupuestario

Queda el ingreso petrolero para la inversión productiva y el pago de la deuda social, justificando la discrecionalidad (Impresiones 2011: 75). En consecuencia, “el presupuesto como mecanismo de distribución de los recursos debe reflejar, no tanto una cultura rentística derrochadora que a todos nos duele, y que unos pocos se aprovechan, sino la administración justa y equitativa que permita seguir pagando una inmensa deuda social acumulada” (Ibídem: 78).

Curioso, desea eliminar la cultura rentística preservando enteramente al Estado que le es afín. Ha versado sobre el fortalecimiento del Estado rentista (“hecho que ocurre como necesario”) por las insuficiencias de la producción interna y el grado necesidades, pues, “lo importante se encuentra en cómo dicha renta se distribuye en los sectores excluidos de la sociedad, y entre aquellos sectores productivos que pudieran reemplazar a la economía extractiva”, en el marco de “una sociedad basada en el trabajo como lógica que define la esencia de una de tipo socialista” (Transición: 78 s.).

Para que haya lógica alterna de trabajo, debe existir… el empleo. Y la asignación directa e incontrolada de recursos, no equivale al desarrollo de un mercado interno.

Una consigna, el socialismo rentístico productivo, cuya transición depende del aumento y madurez de la productividad de la inversión social que debe contar con el Estado como propietario para “alcanzar la máxima eficacia y eficiencia en la distribución colectiva de esa renta”, necesaria de captar la máxima (Transición: 80), se nos antoja como un vulgar capitalismo de Estado en beneficio de una nomenclatura que logrará consolidarse con las comunas que tendrá a bien financiar. Empero, así como Giordani esgrimió la crisis de legitimidad de la llamada cuarta república, por apropiación de la renta por unos pocos, semejante cosa está ocurriendo según él mismo lo conceptualiza: “La crisis de legitimación comenzaba a horadar de manera sistemática a los gobiernos que intentaban continuar utilizando la bonanza petrolera para sus propios fines” Gramsci: 36).

Por consiguiente, formando parte del Plan Giordani, es necesario asociar el proyecto de presupuesto – irónicamente– a esta otra bonanza del barril petrolero por encima de $ 100: es una bonanza que no declaran en el presupuesto para confiscarla de nuevo. ¿La Venezuela Saudita no es la suma de una alta renta petrolera, masivo endeudamiento y corrupción generalizada?

La diputada Vestalia Sampedro ha suscrito un extraordinario informe en torno al presupuesto 2013, denunciándolo al perder su carácter de instrumento para la planificación, el reemplazo de un régimen fiscal por un sistema integrado de asignación de recursos, la existencia de fondos paralelos que absorben recursos que no ingresan al Tesoro Nacional, y la clara violación de los artículos 187, 311 y  321 de la vigente Constitución de la República. A pesar de la contundencia del informe, como la de otros que hemos tenido ocasión de leer, no trasciende debidamente a la opinión pública, reducida la polémica parlamentaria a ANTV (y ya sabemos su destino), consagrada la dilapidación por la que el ministro Giordani rasga sus vestiduras.

Finalmente, el responsable, creador, diseñador y propulsor del presupuesto, no sólo subestima a los diputados de la oposición, sino a los del mismo oficialismo.  “…Ocupar un lugar en la Asamblea Nacional no es lo mismo que ocupar un ministerio, como ha sido verificado y confirmado en nuestra práctica en la que el tránsito para algunas personas que han venido de la Asamblea ha sido fugaz en su paso por cargos ministeriales”: condición de lámpara de techo (ministro) y lámpara de pie (diputado), aunque unos terminan siendo lámpara de pared: ni lo uno ni lo otro (Impresiones 2010: 40). Huelgan los comentarios.

NOTAS:
Giordani, Jorge
(2009) “Gramsci, Italia y Venezuela (Apuntes e impresiones)”, Vadell Hermanos, Caracas-Valencia.
(2009) “La transición venezolana al socialismo”, Vadell Hermanos, Caracas-Valencia.
(2010) “Impresiones de lo cotidiano 2009”, Vadell Caracas-Valencia.
(2011) ”Impresiones de lo cotidiano 2010”, Vadel Hermanos, Caracas-Valencia.
(2012) “Impresiones de lo cotidiano 2011”, Vadell Hermanos. Caracas-Valencia.

Fuente: http://www.analitica.com/va/economia/opinion/8728121.asp