SOL DE Margarita, 17 de marzo de 2013
Moralidad y moralina
Luis Barragán
Resistiéndonos a debatir la naturaleza y alcances de la célebre díada izquierda-derecha que, incluso, conquistó una estupenda síntesis con Norberto Bobbio, deseamos llamar la atención únicamente sobre una bondad atribuida a un extremo, siendo negada al otro: la moral. Y, aunque ambos participan inevitablemente de ella, suele una monopolizarla o creer que la monopoliza, frente a la otra condenada al basurero de los (anti) valores, repletando la lista de indiciados.
Hubo un sentimiento que nos identificó como de izquierda, en las filas socialcristianas, en nuestra época de juventud, al descubrirnos o intentar descubrirnos como consecuentes con una ética inexpugnable, fuerte y blindada, caracterizado el adversario como secreción de un pragmatismo escandaloso que dibujaba principios maleables, débiles y diluyentes. Empero, fue motivo de una constante autocrítica, la que no veíamos en los sectores marxistas obstinados en una versión maniquea de las personas, el mundo y las cosas.
Los grandes y medianos operadores de esto que se empeñan en llamar revolución, a diario rinden testimonio de ese fariseísmo que fácilmente se multiplica, gracias a los comentaristas tarifados del gigantesco aparato comunicacional que, además, los más avisados lo dicen expresión fiel de la hegemonía cultural a lo Gramsci, cuando es un burdo y magníficamente presupuestado aparato que ni siquiera admite la sindicalización de sus propagandistas. Simplemente, mienten y no logran impedir que nazca y se fortalezca esa convicción en todo el país.
La utilidad de un cadáver esboza lo que puede llamarse la vía fúnebre al socialismo, pretendiendo refundar un imaginario social que ya está completamente agotado sobre una utopía que ya la sabemos radicalmente terrenal. Jamás a nadie se le ocurrió tan descomunal operación psicológica, materializada a través de una campaña que desea a Chávez Frías como la más auténtica manifestación de nuestra identidad patria, para el gozo y disfrute de sus (i) legítimos herederos, que ha incluido el destino vacilante de sus restos, hallando la provisionalidad en la sede de la vieja Escuela Militar.
Apenas un ejemplo, todavía no ha sido sepultado o exhibido el cadáver, cuando – de nuevo – repletan las calles con millones de afiches asfixiantes que exaltan a Nicolás Maduro, parte de una secuencia fríamente calculada y que, además, avisa del vencimiento definitivo del culto bolivariano forjado en las hormas originales de Guzmán Blanco y López Contreras. No tardaremos en obviar al caraqueño y al barinés, para – muy norcoreanamente – adentrarnos en las grandes fauces mágico-religiosas que haga del otro, un monumento de la psicología colectiva.
Inconsecuentes con la prédica, por lo menos oficial, el pragmatismo traspasa las fronteras indecibles de un oportunismo degradante e insostenible que, por si fuese poco, nunca logrará responder a la más elemento inquietud: ¿cuánto ha costado este y todo el esfuerzo realizado, dando por sentada la fuente de financiamiento?, por no interpelarlos sobre el estilo de vida de una dirigencia contrastante. Por consiguiente, ¿cómo reclamar una mayor feligresía para la novísima iglesia cuando – rasgándose las vestiduras – mueren miles de personas por la violencia callejera, por no decir de hambre, y ahora el mesías de turno promete solventar después de catorce años de ejercicio de poder?
http://www.elsoldemargarita.com.ve/site/232037/moralidad-y-moralina
Fotografía: Bus estacionado, Plaza Venezuela (Caracas, 03/13). Movilización exequias Hugo Chávez Frías.
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