Carlos Moros Ghersi
Luis Barragán
Conocí realmente a Carlos Moros
Ghersi, en los días que condujeron al
cierre del Congreso de la República, bajo las inclemencias del gas mostaza, las
piedras y los perdigonazos de los llamados Guerreros de La Vega y de la Guardia
Nacional. La primera vez, no lo creí capaz de prensarse a las rejas del
Capitolio Federal, protestando a voz alzada, y tuve que obligarlo a abandonar el lugar en
medio de la confusión generada por los ya decididos disparos que prometieron
una nueva república, en el remolino de motocicletas que probó el coraje de los
senadores y diputados recién electos por la voluntad popular.
La sola experiencia del rectorado
que dignamente ejerció en la Universidad Central de Venezuela, culminando una
larga, intensa y meritoria trayectoria académica, parecía autorizarlo, aunque
ya estaba avanzado de edad en 1999 para afrontar las complejas circunstancias
impuestas por el nuevo régimen. No obstante,
Moros Ghersi fue un hombre de profundas y sostenidas convicciones
democráticas que lo hicieron capaz de contribuir al amargo y – no olvidemos –
personal esfuerzo de resistencia frente al ventajismo y los atropellos del
oficialismo.
Integrante de la Fracción
Parlamentaria de COPEI, como Director Ejecutivo del Senado, fui testigo de los
aportes constantes del Rector Moros, Doctor Moros, o – ya con el cariño de la
camaradería – el Viejito Moros, en los análisis, decisiones y diligencias que
las más variadas situaciones imponían. Y es que, como secretario que fui de la
fracción, todavía conservo actas y minutas donde constan la sensatez,
vehemencia, equilibrio, sobriedad, afabilidad, que – entre otras cualidades –
caracterizaron a quien formaba parte de un elenco de desprendidos servidores
públicos que, ahora, asombraría a las más recientes generaciones.
Vicepresidente nacional de COPEI,
la nueva centuria lo llevó a presidir regionalmente a la organización en el
estado Miranda, sin abandonar la atención por siempre dispensada a sus antiguos
alumnos ni los cursos de post-grado que tanto
lo animaban. Lo conocí hacia finales de los ochenta cuando Moros Ghersi
presidió la Comisión Nacional Electoral del partido, soportando con serenidad
el disgusto que me ocasionó una de las tantas y naturales vicisitudes de la
etapa final de la militancia juvenil, en su consultorio del Instituto
Diagnóstico, que no tardó en traducirse en un trato cordial que se hizo amistad
con el tiempo, las tareas de la fracción parlamentaria y, ya en la nueva
década, el acompañamiento con el que nos
distinguió en medio de los tropiezos internos que también sufrió lo que
llamamos la Nueva Alianza Demócrata Cristiana.
Gustaba del bolero, y – en una
ocasión – quedó pendiente compartirlo junto a otros de sus cultores. De buen
humor, fueron algunas bastantes sus anécdotas, aunque una vez – en la sede de
Pajaritos, ya no recuerdo por cuál problema sobrevenido – me explicó aquella
distinción del mundo que tenía entre las personas bien intencionadas o buena
gente, y las mal intencionadas o mala gente.
Escribo en primera persona,
porque lamento en el alma la desaparición física de Carlos Alberto Moros
Ghersi, un venezolano excepcional, como a muchísimos ha entristecido la noticia.
Y queda la imagen del sabio que, por cierto, con el Dr. Del Corral, llegó a
decirnos en una ocasión, palabras más, palabras menos: paciencia, Barragán,
será difícil pero no imposible salir de este período nefasto para el país.
Dios lo tenga en su gloria.
Fuentes:
http://www.noticierodigital.com/2013/01/carlos-moros-ghersi/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=932787
http://opinionynoticias.com/opinionnacional/13667-de-carlos-moros-ghersi
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/3001484.asp
Un gran venezolano
Gustavo Coronel
En el Los Teques donde crecí los pobladores eran más que vecinos y amigos, eran casi familia, por virtud de la plácida vida del pequeño pueblo. Una de las familias con las cuales teníamos más contacto era con la familia Moros Ghersi. Mi hermana Cristina pasaba todos los años nuevos en la casa de los Moros, donde se bailaba, mientras que yo, miembro del Club de Tímidos, caminaba por las calle del pueblo con otros miembros del club, hablando de Herman Hesse o de Puccini, cuando anhelábamos estar bailando al ritmo de Billo’s con alguna joven del pueblo. Crecimos juntos con los Moros, mi hermana muy amiga de Morelia y de Leticia, yo muy amigo de Carlos Alberto, Cabeto.
Cabeto era menor que yo un año, nacido en 1934. En el Liceo San José yo estaba un año más adelantado, en razón de la edad, en un grupo donde recuerdo a los hermanos Gonzalez Barreat, a Antonio Pasquali, recién llegado de Robato, Brescia, a un gigantón de apellido Puertas a quien nunca vi después de salir del liceo, al “gordo” Acevedo, a Luis Segnini de Maracaibo y a algunos otros. Nuestros profesores eran el Padre Ojeda, Puyula, los dos Padres Gonzalez y el Dr.Mendoza (nos daba matemáticas), el padre de Edgar, Paco y Pipina y esposo de Alcira.
Sin embargo, conocía a Cabeto desde pequeño y admiraba su aplicación. Era el primero de su clase, seguido de cerca por José Luis Bonmaison, de Valencia, quien también llegaría a ser rector universitario. En esos años Rosalio Castillo Lara era aun un joven sacerdote y de él recibí una medallita de San Juan Bosco, que aun conservo en mi bolsillo, unos 63 años después, medallita que gané por argumentar, casi solo, que no era necesario ser católico para ir al cielo. Era un grupo que tendría destacada figuración ciudadana, académica e intelectual.
Cabeto salió del Liceo San José, se hizo médico como su padre, Teófilo, y su hermana Morelia y tuvo una brillante vida professional y académica, hasta llegar a ser rector de la Universidad Central de Venezuela, un hombre digno, ejemplar, de intachable conducta ciudadana, como le habían enseñado en su casa y sus maestros salesianos. Era uno de los favoritos del Padre Ojeda, aunque ese maravilloso sacerdote siempre nos hizo sentir a todos como si cada uno de nosotros fuésemos su favorito.
Una niñez feliz generalmente produce ciudadanos de primera clase. Cabeto fue un niño feliz y durante toda su vida proyectó esa felicidad, su empatía y su alegría de vivir hacia la comunidad circundante. Aunque lo había perdido de vista por años tuve la suerte de verlo hace pocos años, aquí en Washington, donde vive una hija. Me contó que su salud era razonablemente buena, después de haber combatido un cáncer de estómago con éxito.
Acabo de enterarme de su fallecimiento. Pienso en, y veo, en mi imaginación, al adolescente que fue mi amigo, en ese brillante adolescente que luego llegaría ser rector magnífico. Y siento ogullo de lo que hizo con su vida, salido del Los Teques pequeño y cordial donde fuímos tan felices. Los recuerdo a todos ellos: Eulogio, la Nena, Morelia, Leticia, Luis José, Teofilito, el Dr. Moros y su esposa, quienes se parecían mucho fisicament de tanto vivir juntos. Más que vecinos y amigos fuímos familia. Hoy despido, conmovido, a uno de mis “hermanos” tequeños y les envio un abrazo de solidaridad a quienes lo lloran.
Mensajes: 1036
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=932787
Post-data LB: Inevitable, se dirá, Moros Ghersi en la prensa oficialista. Pero si quieren, no lo hacen como suele ocurrir. La de oposición, ¿lo resaltó como merecía? Les importa más Rosita y Diosa Canales: http://www.ciudadccs.info/?p=372666
Fuentes:
http://www.noticierodigital.com/2013/01/carlos-moros-ghersi/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=932787
http://opinionynoticias.com/opinionnacional/13667-de-carlos-moros-ghersi
http://www.analitica.com/va/sociedad/articulos/3001484.asp
Un gran venezolano
Gustavo Coronel
En el Los Teques donde crecí los pobladores eran más que vecinos y amigos, eran casi familia, por virtud de la plácida vida del pequeño pueblo. Una de las familias con las cuales teníamos más contacto era con la familia Moros Ghersi. Mi hermana Cristina pasaba todos los años nuevos en la casa de los Moros, donde se bailaba, mientras que yo, miembro del Club de Tímidos, caminaba por las calle del pueblo con otros miembros del club, hablando de Herman Hesse o de Puccini, cuando anhelábamos estar bailando al ritmo de Billo’s con alguna joven del pueblo. Crecimos juntos con los Moros, mi hermana muy amiga de Morelia y de Leticia, yo muy amigo de Carlos Alberto, Cabeto.
Cabeto era menor que yo un año, nacido en 1934. En el Liceo San José yo estaba un año más adelantado, en razón de la edad, en un grupo donde recuerdo a los hermanos Gonzalez Barreat, a Antonio Pasquali, recién llegado de Robato, Brescia, a un gigantón de apellido Puertas a quien nunca vi después de salir del liceo, al “gordo” Acevedo, a Luis Segnini de Maracaibo y a algunos otros. Nuestros profesores eran el Padre Ojeda, Puyula, los dos Padres Gonzalez y el Dr.Mendoza (nos daba matemáticas), el padre de Edgar, Paco y Pipina y esposo de Alcira.
Sin embargo, conocía a Cabeto desde pequeño y admiraba su aplicación. Era el primero de su clase, seguido de cerca por José Luis Bonmaison, de Valencia, quien también llegaría a ser rector universitario. En esos años Rosalio Castillo Lara era aun un joven sacerdote y de él recibí una medallita de San Juan Bosco, que aun conservo en mi bolsillo, unos 63 años después, medallita que gané por argumentar, casi solo, que no era necesario ser católico para ir al cielo. Era un grupo que tendría destacada figuración ciudadana, académica e intelectual.
Cabeto salió del Liceo San José, se hizo médico como su padre, Teófilo, y su hermana Morelia y tuvo una brillante vida professional y académica, hasta llegar a ser rector de la Universidad Central de Venezuela, un hombre digno, ejemplar, de intachable conducta ciudadana, como le habían enseñado en su casa y sus maestros salesianos. Era uno de los favoritos del Padre Ojeda, aunque ese maravilloso sacerdote siempre nos hizo sentir a todos como si cada uno de nosotros fuésemos su favorito.
Una niñez feliz generalmente produce ciudadanos de primera clase. Cabeto fue un niño feliz y durante toda su vida proyectó esa felicidad, su empatía y su alegría de vivir hacia la comunidad circundante. Aunque lo había perdido de vista por años tuve la suerte de verlo hace pocos años, aquí en Washington, donde vive una hija. Me contó que su salud era razonablemente buena, después de haber combatido un cáncer de estómago con éxito.
Acabo de enterarme de su fallecimiento. Pienso en, y veo, en mi imaginación, al adolescente que fue mi amigo, en ese brillante adolescente que luego llegaría ser rector magnífico. Y siento ogullo de lo que hizo con su vida, salido del Los Teques pequeño y cordial donde fuímos tan felices. Los recuerdo a todos ellos: Eulogio, la Nena, Morelia, Leticia, Luis José, Teofilito, el Dr. Moros y su esposa, quienes se parecían mucho fisicament de tanto vivir juntos. Más que vecinos y amigos fuímos familia. Hoy despido, conmovido, a uno de mis “hermanos” tequeños y les envio un abrazo de solidaridad a quienes lo lloran.
Mensajes: 1036
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=932787
Post-data LB: Inevitable, se dirá, Moros Ghersi en la prensa oficialista. Pero si quieren, no lo hacen como suele ocurrir. La de oposición, ¿lo resaltó como merecía? Les importa más Rosita y Diosa Canales: http://www.ciudadccs.info/?p=372666
No hay comentarios:
Publicar un comentario