Difícil juramentación la de ayer. Un acto institucional devenido espectáculo riesgoso para los opositores, por muy parlamentarios que fuesen.
Las premiliminares pintaron todo: movilización paulatina de los partidarios del chavismo diosdadesco-nicolasoide (una versión, no más), militarización de los espacios, palcos para denigrar de la disidencia por más alto-burócratas que fuesen (o precisamente, por ello), diretes - más que dimes - vergonzosos.....
Claro que dijeron verdades, a medias: por ejemplo, Pedro Carreño, con razón, acusa de la inasistencia a las comisiones permanentes; sin embargo, ¿cuántas veces son convocadas y desbloqueadas para hacer su trabajo?...
Día terrible que lo salvó, además, el discurso de Hiram Gaviria. Empero, faltó una evaluación cruda y corajuda de la gestión de 2012.
Hay otros detallitos y cosas, en la acera opositora: más adelante habrá que decirlas y, por prudencia, denunciarlas en el seno de la bancada.
La masiva presencia de todo el gobierno nacional y el alto mando militar, lo que reveló fue una dramática medición y confrontación del poder. Aparente unidad, pues hay una desproprocionada lucha interna en la que el pueblo, tantas veces invocado, es un artefacto de manipuación.
Ambiente cargado el de ayer. Hicieron que el señor Cabello jurara mil veces. Y este
espectáculo es denigrante.
El diputado José Gregorio Hernández y el suscrito, regresando a Pajaritos, dimos la vuelta para intentar a proximarnos lo más que pudimos al mitín post-sesión.
La estampa gubernamental a la distancia: nomenclatura en crisis. Los formalmente trajeados, los intocables, salen a la calle a mitinear.
Poca gente. Quizá más agentes de seguridad y soldados que civiles, espontáneamente presentes y curiosos. O militantes.
Poca gente, ciertamente, a pesar de los recursos públicos empleados. Tomamos algunas gráficas y salimos. La nota de prensa es de El Nacional de hoy.
LB
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