miércoles, 9 de enero de 2013

¿PREDICAMENTO INÚTIL?

EL NACIONAL - Miércoles 09 de Enero de 2013     Opinión/7
La compasión
No se necesita leer al Freud en librito de bolsillo ni tampoco ser elitesco paciente en el diván psicoanalítico, sino una persona común y corriente que hace esfuerzos por entender y practicar el adjetivo "humano"
ALICIA FREILICH

Nada que ver con lástima mucho menos con intransigentes, lo mismo judíos ortodoxos, católicos del Opus Dei, musulmanes fanáticos o practicantes afines de otras religiones, humildes santos que tantas veces lo son de la boca para afuera y en su vida diaria ejercen como oficiantes de la máxima crueldad en todas sus variantes. Se dan golpes de pecho y lloran suplicantes mientras rezan en sus templos y al salir son politicastros en el sentido total que tiene esta palabra en la actual Venezuela.
Sí amigo lector, ordenan la prisión o muerte lenta de sus adversarios ideológicos y/o víctimas de un odio personal, niegan el perdón y hasta la posibilidad de un beso sinceramente fraterno a quienes lo piden por haber analizado sus errores cometidos en momentos pasionales y por eso ruegan la posibilidad de convertir el rencor en amistad no condicional. Nada. Los santurrones se sirven del resentimiento y el desprecio como herramientas de beneficio inmediato. A veces, improvisados, simulan sus perversiones en forma opuesta y metódica, por ejemplo el adicto al sexo con infantes y púberes se vuelve maestro y hasta ministro que pretende modelar buenas conductas en sus oyentes o el ignorante vengador cobarde usa su enferma compulsión comandando un país represivo, ilegalmente criminalizado.
No hay que oírlos hay que fusilarlos, gritó el heroico y todavía emblemático Che Guevara, modelo para criaturas siglo XXI.
En hebreo antiguo y moderno, mucho del arameo que hablaron Abraham, Moisés, Jesús de Nazareth y otros personajes bíblicos, compasión es rajmanot, y ni siquiera se relaciona con caridad cotidiana ni con la hermosa Pietá, artísticamente famosa Se trata de una condición especial de los apasionados, precisamente aquellos que en ocasiones o de por vida, tienen la sagrada, divina posibilidad de ser auténticos, intensos hasta "comprenderse-comprenderte-comprendernos-comprenderlos", la capacidad de equivocarse y experimentar lo peor para alcanzar la inteligencia emocional, superación profunda de un daño que puede ser genético, impuesto, adquirido o seleccionado. De allí que en el muy sabio castellano ya españolizado y por demás internacional, la palabra proviene de pasión más el prefijo latino "co" que significa literal y efectivamente unirse, compartir, ser pana, compañero, ver-oír-sentir a tu prójimo como si fueras tú mismo, juntarse, colocándote en su lugar y experimentando en esa real o virtual compañía idénticas emociones que puedes entender, disfrutar o sufrir, asimilando a fondo su sensación.
¿Perorata de vieja cacatúa ridícula? ¿Consejos bobos de abuelita? ¿Paja verbal de la que estamos tan hartos los venezolanos de hoy? ¿Predicamento inútil? Puede ser. Pero algo es seguro. Sobre todo actualizando en robo a Jorge Luis Borges, si se conoce la Historia Universal de la Infamia revolucionaria del siglo XX. Quien carece o desconoce la compasión termina destruyendose porque maldad y bondad son energías de igual potencia. No se necesita leer al Freud en librito de bolsillo ni tampoco ser elitesco paciente en el diván psicoanalítico, sino una persona común y corriente que hace esfuerzos por entender y practicar el adjetivo "humano" como urgente necesidad primaria de sobrevivencia decente.
Quienes son humanitarios por naturaleza o adquieren esa cualidad mediante pedagogía casera, escolar o religiosa, tienen el privilegio que permite dominar o encauzar el Tánatos, vocablo griego para esa nuestra mitad oscura salvajemente animal. Y mediante el ejercicio político racional, lógica que regula la conducta colectiva desde principios democráticos inventados por el hombre, coexisten con esa otra mitad, la de Eros, luminosa y creativa.
De éstos precisamente, sí serán los breves pero placenteros reinos de este mundo.

Ilustración: Sophie Taeuber-Arp.

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