jueves, 24 de enero de 2013

PARA QUIENES TODAVÍA NO LES LLEGA LA NOTICIA

EL NACIONAL - DOMINGO 24 DE ENERO DE 1999 / OPINION
La Constitución sirve para todo
RUBEN MONASTERIOS

La fecha de hoy, así como la potencial confrontación entre los poderes Legislativo y Ejecutivo por las diferencias concernientes a la Asamblea Constituyente, hacen recordar uno de los más infaustos acontecimientos de nuestra historia patria, el Asalto al Congreso, ocurrido precisamente el 24 de enero de 1848, cuyas principales consecuencias fueron la pérdida de soberanía de las Cámaras, la facilitación del propósito continuista del presidente José Tadeo Monagas, y en fin, el fracaso de uno de los tempranos ensayos nacionales de ejercicio del poder civil.
Las circunstancias en las que tiene lugar el Asalto al Congreso, también coinciden con algunas de las presentes en la actual situación política venezolana; tanto como ahora, el Congreso era "conservador" y el Gobierno estaba en manos de una tendencia "liberal"; asimismo, la acción del Gobierno de entonces se sustentaba en el populista principio de la "legitimidad", según el cual toda medida que satisfaga los supuestos anhelos del pueblo es legítima; y en nuestros días reaparece en forma poco menos que explícita el propósito continuista, siempre llevado in pectore, por los gobernandes venezolanos.
En una sesión secreta del 23 de enero de 1848, las Cámaras deciden incoporar un juicio contra el presidente Monagas por sus reiterados abusos de poder, así como la creación de una guardia especial que las defienda, por cuanto temen por su seguridad; ya circulaba el rumor de que "el pueblo" invadiría el recinto del Congreso y lo disolvería a mano armada de declararse con lugar la acusación contra Monagas; entiéndase que ambas disposiciones se ajustaban a lo establecido por la Constitución vigente.
Al anochecer del 23 es del dominio público en toda Caracas la decisión del Congreso de someter a juicio al Presidente, y una turba de no menos de 200 personas se agolpa frente al Convento de San Francisco, sede del cuerpo legislativo. Con frecuencia pasan por el sitio patrullas de los milicianos del Gobierno, las que no hacen el menor intento de disolver la concentración vociferante.
Al comenzar la tarde del 24, tal como estaba previsto y como si no ocurriera nada fuera de lo común, acude ante el Congreso el ministro del Interior, doctor José Tomás Sanabria, para presentar el mensaje anual del Presidente de la República; cumplido esto, se abre un debate que aprueba retener en el recinto al ministro Sanabria y llamar a los demás miembros del Gabinete Ejecutivo para que den cuenta de las disposiciones tomadas por el Gobierno para garantizar la seguridad del Congreso.
En la calle, la muchedumbre crece y se inquieta por el retardo de Sanabria, al que se supone preso y amenazado de muerte. De pronto, los primeros disparos; cae muerto el capitán de las milicias del gobierno Miguel Riverol; el jefe de la guardia del Congreso, coronel Guillermo Smith, resulta herido de un bayonetazo. Nuevos disparos: caen muertos y heridos de uno y otro bando. Adentro, la vida del ministro Sanabria corre serio peligro; el vicepresidente del Congreso, José M. de Rojas, esgrime un puñal contra él: "¡Si los asesinos entran por esa puerta, usted será la primera víctima!", le dice.
El licenciado Cristóbal Mendoza apunta a Sanabria con su revólver; otro presente lo amenaza con un bayoneta; quieren obligarlo a presentarse ante la turba para demostrar que está sano y salvo, pero Sanabria teme que le disparen; finalmente acuerdan que mandará un recado al Presidente solicitando protección para el Congreso. Entre tanto, continúan los tiros e imprecaciones recíprocas; la turba popular y la milicia del gobierno llevan la mejor parte en el desigual enfrentamiento, ya que a la masa armada se oponen apenas 30 hombres. Los representantes deciden salir, unos a ver si pueden calmar los ánimos, otros despavoridos; la turba los envuelve; en el tumulto mueren varios, entre congresantes y partidarios del Gobierno; otros cuantos heridos. Total, no menos de una docena de muertos en el incidente, y el Congreso, de hecho, disuelto.
Al día siguiente, el presidente Monagas envía emisarios a los representantes dispersos por toda la ciudad, tratando de convencerlos para que se reintegren al Congreso; la mayoría cede a su maniobra, pero uno, un valeroso periodista conservador, se niega con las siguientes palabras: "Decidle al general Monagas que mi cadáver lo llevarán (al Congreso), pero que Fermín Toro no se prostituye". Así, pues, logra Monagas su objetivo, y con ello mantiene, al menos en apariencia, el régimen constitucional; pero ese es un Congreso castrado, incapaz de oponerse a los desmanes del Ejecutivo.
Todavía hoy no se ha logrado clarificar del todo el papel que jugó José Tadeo Monagas en el Asalto al Congreso; algunas evidencias históricas respaldan la hipótesis de que fue un plan suyo, en el que utilizó al "pueblo" como arma; el hecho es que Monagas logró su propósito de anular a sus opositores conservadores, lo que le permitió gobernar como le dio la gana; y que entre los muertos en el tumulto final fueron asesinados a puñaladas dos de sus enemigos personales, Julián García y Santos Michelena.
En una tertulia del entorno presidencial la misma noche del 25, se comentan los acontecimientos; algunos lamentan que la agresión al Congreso significara una violación de la Constitución; otros celebraban que gracias a Dios y a la voluntad del Presidente se había restablecido de inmediato el "hilo constitucional"; según un testigo presencial, Lucilo Pulido, que más tarde escribiría sus Recuerdos Históricos (1880), Monagas escuchaba la conversación indolentemente tendido en un sofá, y la interrumpió con esta cínica reflexión: "La Constitución sirve para todo".
Tema de la semana de Rubén y sus Corazones Solitarios, por Mágica 99.1 FM, a las 6:00 pm.

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