EL NACIONAL - Jueves 31 de Enero de 2013 Opinión/7
Lo demás es paja
VICENTE DÍAZ
Se crió en un barrio del Banco Obrero. Vivía en último piso de un bloque sin ascensor. Él los subía corriendo. Su abuela, con paso lento aprovechando los rellanos para recuperar el aliento. Dentro, el techo daba sombra, y goteras durante la lluvia. Pero el calor era agobiante, la platabanda parecía derretirse bajo al ardiente sol guaireño.
No se ponía camisa; zapatos, sólo en la escuela, pública, nunca en colegio privado. Un solo cuaderno, el de ensalada; feo, compacto y concreto. Las hembras les hacían márgenes con creyones y con reglas. Sólo anotaba lo básico, pero leía de todo siempre.
En Navidad todas las casas tenían las puertas abiertas. Todos entraban en todas. Nadie quedaba por fuera. Al acercarse las fiestas, al bloque lo acomodaban, entre todos, en cayapa. Cortaban el monte, pintaban las rejas, le echaban manguera al piso, adornaban los pasillos. No había conserje. Cada quien mantenía su pedazo. Los pedazos compartidos entre todos se cuidaban.
Peleas nunca faltaban, pero dentro se quedaban. Los de fuera los encontraban unidos, más de uno llevó palo.
Ya más grande y con camisa andaba buscando pelea. Las fiestas eran para todos. Todos eran arroceros. Los viernes había rumba, en la casa de cualquiera. Las hebillas se pulían al calor de las hormonas.
Había ricos y había pobres. El primero era taxista. La envidia mataba al resto. Los más pobres con dupletas completaban la semana. Fiestas y entierros juntaban los diferentes, dolores y alegrías también en cayapa se vivían.
En el liceo y en el barrio había que mejorar cosas. Había que organizarse. Juntas de vecinos, centros de estudiantes, asociaciones culturales y deportivas, periódicos comunitarios. Todo merecía atención. En todo se metió. A muchos impulsó.
Quería mejorar. La UCV era gratis. Quiso estudiar genética, terminó en Sociología, fue una bendición. Nunca pagó pasaje para llegar. Un cartón decía por un lado UCV, por el otro La Guaira. Esa fue la llave de su carro, cuando todavía se podía pedir y dar cola. Siempre comió en el comedor, dos bolívares de los débiles. En ocasiones no llegaba ni a eso. No le preocupaba. Pelar era normal. El dinero, una excepción.
Sabía que al obtener el grado todo eso cambiaría.
El prematuro trajín a Petare lo mandó. Día tras día descendía, enguacalado en los jeeps que daban servicio a los barrios, desde las cumbres de La Dolorita. La ruta cerraba a las 9:00 de la noche.
Más de una vez no llegó. El agua se cargaba en tobos, la luz se tomaba desde los postes de alumbrado público. Los disparos competían con los grillos para romper el silencio de la noche.
Hasta graduarse hizo de todo.
Vendió papelón con limón, perros calientes, libros; fue obrero, también mensajero, dio clases.
Sus compañeros igual. En el barrio y en la universidad los había peludos, pelados, tatuados, fornidos, famélicos, lampiños, barbudos. Hacían de todo: motorizados, cargabolsas, choferes, cachifas, peluqueras, albañiles, preparadores, vendedores. Gente del pueblo. En una mesa de más de dos cubiertos pedirían un manual de instrucciones.
Los llamaban chusma. Los miraban con desdén. Pero le hicieron caso a Dios, crecieron y se multiplicaron. Son 80%. Son la mayoría. Son un poder. Lo van a ejercer. Cobran los maltratos con votos. Cobran el desprecio con votos. Cobran la arrogancia con votos. Saben lo que quieren.
Este cuento, no es un cuento... nadie me lo contó.
A ese pueblo hay que enamorarlo. Ser uno con ellos. Sudor con sudor, risa con risa, llanto con llanto. Sin ínfulas. En sus códigos, con su estética, aprendiendo de lo que Gino González grafica en su canción: "...Somos los empobrecidos, los obreros, los del barrio, los que hacen los edificios pero viven en los ranchos (...) Nosotros somos los pobres (...) Somos los pata en el suelo (...) Los `cara e’ culpables’ (...) Somos pa’ los poderosos chusma, turba, monos, malandros, zarrapastrosos, borrachos, vagos y flojos, los sarnosos, las cachifas, los macacos, el perraje... Nosotros somos la calle".
El carpintero de Nazareth les habló a ellos, los enamoró, les lavó sus pies, curó sus heridas, reconfortó sus almas. En él se reconocieron, con ellos cambió el mundo. En lo político es igual: por ellos pasa cualquier cambio en Venezuela. Ese es el camino, lo demás es paja.
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