viernes, 24 de febrero de 2012

RARO LIBRO


EL NACIONAL - Lunes 06 de Febrero de 2012 Escenas/2
Libro raro (I)
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Se cumplen este año los cien de la edición definitiva del Libro raro, obra del escritor merideño Gonzalo Picón Febres, autor cúspide de la literatura nacional. Aparecido en 1912 (versión previa en 1909), en producción de la Imprenta de A. Bethencourt e hijos, domiciliada en Curazao, se convertirá muy pronto en uno de los repertorios fundamentales en la descripción del español distintivo de Venezuela.

Teniendo por motivación inicial explicar voces y locuciones criollas frecuentes en la novela Fidelia, texto del propio autor, la materia profusa y notable se le escapa de las manos y conduce al escritor a elaborar uno de los registros más amplios en la lexicografía del español venezolano. Más de 400 páginas permiten conocer y calibrar la incidencia que el léxico propio del país tuvo y tiene en una particular manera de desarrollar la lengua española, salpicada y enriquecida con voces expresivas que hacen la delicia lingüística de la patria de Bello y Baralt. Y, precisamente, entre uno y otro ocupará Picón Febres lugar para observar lo que debemos como respeto a la tradición del buen hablar y lo que tenemos como corrección a la actualidad del mediano decir. Sin caer en las fauces del purismo, el escritor es capaz de apuntar desajustes. Sin levantarse en contra de toda novedad, el escritor deviene en dócil admirador de la creación por la palabra. Su detracción, sin embargo, estará presta en la voz enérgica e inclemente de Julio Calcaño, el anciano campeón del correctivismo lingüístico, que polemizará con la joven promesa andina y al que sentenciará como portavoz de nuevos oficios para la lexicografía que nunca podrá admitir.

Como una mueca del destino, el viejo y el joven morirán, separados por más de cuarenta años de diferencia, el mismo año, ese fatídico 1918. Antes de morir, deja inédita el pensador andino una pieza maestra del ensayo denigratorio en homenaje inverso al senecto académico. Le da por título "A un escribidor senil" y con ella traza la línea divisoria entre los modos literarios vetustos y los insipientes y con ella despide con tintes funerarios y con sabores acres al más remoto y gastado siglo diecinueve, padre de revoluciones y caudillos, de atraso y miseria, de desvergüenza y oprobio. Tras título tan críptico e irónico, Picón Febres ofrecerá una suma léxica de nuestra lengua y aportará una visión de la literatura nacional como hospedaje del hablar nacional, signo y símbolo de lo que somos en los ambientes del retrato verbal (el retrato por medio de la palabra).

A cien años de su primera navegación, esta obra representa un poderoso recordatorio de cuánto debemos a nuestra lengua y de cómo ella es capaz de dibujarnos en progreso interior y en retrato de bien. Resuenan en estas páginas nuestros mejores decires y brillan en ellas las voces que significan escaños bien ganados de nuestra cultura. Espécimen extraño de título singular, anuncia ya cuánto de rareza se comenzaba a apreciar en todo aquello que en el país significaba permanencia venezolana. Cambios en la vida que la lengua captaría y que este libro poderoso no hará sino auspiciar en su tiempo. Un siglo más tarde, no hará sino recordarnos la persistencia de una lengua sencilla, franca y verdadera.


EL NACIONAL - Lunes 13 de Febrero de 2012 Escenas/2
Libro raro (2)
PALABRAS SOBRE PALABRAS
LETRAS
FRANCISCO JAVIER PÉREZ

Gloria de la lexicografía venezolana o imagen lingüística de una época, el Libro raro de Gonzalo Picón Febres celebra este año el centenario de su primera edición. Aunque había sido publicado en versión preliminar el año 1909, no sería sino hasta 1912 cuando vería su edición definitiva, considerada por ello la primera. Una tercera, en homenaje por el centenario del nacimiento del escritor, se presentaría en Mérida, en 1964, en la Biblioteca de Autores y Temas Merideños, con prólogo de Pedro Pablo Barnola.

El extenso repertorio muy pronto se entenderá obra fundamental para el conocimiento del léxico venezolano y, en el terreno científico de nuestra lexicografía, alcanzará reputación como estadio intermedio entre los tonos ásperos de la preceptiva y el dogma asentados en El castellano en Venezuela (1897) de Julio Calcaño y las melodías de noble estudio del Glosario de voces indíge- nas de Venezuela (1921) y de los Glosarios del bajo espa- ñol de Venezuela (1929) de Lisandro Alvarado.

Picón Febres privilegia y potencia el léxico popular y coloquial venezolano desentendido del molesto asunto de la corrección o del didactismo (rostros encubiertos del purismo) y, en su lugar, se acerca a las voces venezolanas para entender las piezas de etnografía y folklore lingüísticos en un intento por preservar desde la lengua los valores permanentes de la venezolanidad. A contracorriente con las modas literarias de su tiempo, ganadas por los escapes del preciosismo modernista, quiere para su obra temas de verdadera esencia venezolana dentro de un marco de evaluación aguda y crítica. Portando agudeza y criticismo compondrá una obra maestra para confrontar la literatura nacional con las corrientes de la literatura general y universal: La lite- ratura venezolana en el siglo diez y nueve (1906). Ánimos similares serán observados en el Libro raro, donde queda instalada una irónica rareza de nuestro léxico frente a la primera oleada de extranjerismos que recibe el habla del país (era ésta una preocupación de gran alcance en los intelectuales de este tiempo).

Siendo un diccionario, el Libro raro resulta más que un diccionario, pues, el método libre que permite que coexistan la escueta brevedad del artículo léxico con el escrito testimonial, el artículo de costumbre y el ensayo personal. La libertad que reclama el autor para la descripción lexicográfica versionará un resultado generoso en observaciones, justo en definiciones, rico en auspicios y rotundo en pareceres críticos. Promoverá la naturaleza e independencia de nuestro léxico frente a la del léxico general de la lengua teniendo como referente a la vista el emblemático Diccionario de la Real Academia Española, del que se aprovecha como fuente de contrastes y al que contribuye con no pocas observaciones de enmienda crítica.

Recordar el centenario de esta obra singular significa, no instalarnos en la loa clemente hacia las producciones del pasado, vistas desde los tiempos indisciplinados del presente, sino insistir en la mirada afectiva del ayer productivo de la lexicografía para promover la idea de que describir la lengua en el diccionario deviene en la mejor forma de entender profundamente el país y en su gesto más permanente de cultura.

No hay comentarios:

Publicar un comentario