viernes, 24 de febrero de 2012

PADURA (1)


EL NACIONAL - Domingo 29 de Agosto de 2010 Siete Días/7
La novela del miedo
TULIO HERNÁNDEZ

El pasado domingo, Argenis Martínez, dedicado lector, publicó un agudo y entusiasmado comentario sobre El hombre que amaba los perros, la novela de Leonardo Padura que tiene como tema o, mejor, como gran pretexto, un entrecruce de historias personales y grandes procesos políticos ­la Guerra Civil Española, el estalinismo, la Revolución Cubana­ que confluyen en el asesinato de Trotski, el camarada de Lenin.

Comparto su entusiasmo y digo que el asesinato es un pretexto porque, ahora que acabo de terminar el libro, gracias a la insistencia de Tania Ruiz, otra buena lectora y mejor amiga, he quedado convencido de que en realidad es ésta una gran novela sobre el miedo. Para ser más preciso, sobre el miedo en política.

Adentrándose en los infiernos de las purgas estalinistas, la novela es en realidad un tratado sobre cómo el miedo, en su estado más puro, permite que millones de hombres y mujeres puedan ser sometidos para que acepten los designios, deseos y caprichos de un sólo hombre y una pequeña cúpula, siempre militar. Es también una radiografía del perverso pero eficiente sistema de persecuciones, vigilancia, juicios amañados, vedas a la libertad de expresión, encarcelamientos y asesinatos que los totalitarismos utilizan, degradando y doblegando a los seres humanos, incluso a los más combativos, para que acepten el modo de vida que la selecta cúpula ha decidido es el mejor camino para construir la Utopía que salvará a la humanidad cuando, en realidad, lo que están haciendo, una y otra vez, es actualizar la vieja pulsión humana por el poder absoluto.

El hombre que amaba los perros es, también, una novela sobre el fanatismo. Sobre los mecanismos psicológicos que hacen que una persona sea capaz de incurrir en los crímenes más abyectos, las manipulaciones personales más sucias y los abusos de poder más crueles e indignos, en nombre de una causa que ha aceptado como superior y de un líder al que considera infalible. Esa es la historia de Ramón Mercader, el comunista catalán entrenado durante años por los soviéticos para ejecutar el capricho de Stalin: expulsar a Trotski no sólo de la URSS sino de esta vida.

Ramón Mercader es, simplemente, un manipulado. Tanto como los sofisticados agentes que lo entrenan. Alguien que de joven creyó sinceramente en la posibilidad de un mundo de iguales pero terminó siendo un cínico que ya no puede devolverse en su tarea de asesino. Porque para el fanático el asesinato no es un crimen. Es un deber. Una encomienda de la historia. "Recuerda, cada cabrón segundo de tu vida, que lo más importante es la revolución. Que ella merece cualquier sacrificio. Tú eres el Soldado 13 y no tienes piedad, no tienes miedo, no tienes alma.

Tú eres un comunista de pies a cabeza, Ramón Mercader", le dice, como quien promete la vida eterna a un fanático religioso, Kotov, su mentor, antes de que el joven encaje mortalmente un piolé en el cráneo del perseguido.

En cambio, en su reencuentro en el Moscú de 1968, ya viejos y vencidos, el mismo mentor concluye: "Olvídate de que luchábamos por el socialismo. ¿Qué socialismo, qué igualdad? Me contaron que Brézhnev tiene una colección de autos antiguos". Porque al final, el relato de Padura es también una novela del desencanto. Al revés de los cuentos de hadas, la Verdad, así con mayúscula, besa en la mejilla al príncipe azul y éste se convierte en una fea rana.

Y termina la historia. Y no hay final feliz.

Estamos frente a una novela de esas que han sido escritas para que el lector no duerma tranquilo y para que si, por casualidad, algún día tuvo profesión de fe por ideologías totalitarias como el comunismo ruso, chino o cubano, pero también el nazismo, el fascismo, el franquismo o las dictaduras militares latinoamericanas, ponga de inmediato sus barbas en remojo.

"Muerta y enterrada la URSS", dice el autor en su apostilla, "quise reflexionar sobre la perversión de la gran Utopía en la que muchos invirtieron su esperanza y tantos hemos perdidos sueños, años y hasta sangre y vida". Y, sin embargo, en Venezuela, todavía muchos no se han enterado a pesar de que lo escribe un cubano que vive en Cuba.

Si pueden, avísenles por favor. Antes de que sea definitivamente tarde.

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