sábado, 11 de febrero de 2012

IR SIN HABER IDO NUNCA


EL UNIVERSAL, Caracas, 11 de Febrero de 2012
Regreso sin gloria
Cualquier campaña sucia o exceso de pasión se traslada a las bases votantes
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CARLOS RAÚL HERNÁNDEZ

Líderes y partidos políticos escogerán el 12 de febrero candidatos de un modo tan temerario (y democrático) que casi no existe: elecciones primarias multipartidarias, directas y abiertas, sin precedentes, salvo lejanamente las de Copei en 1993 y la Concertación chilena. En EEUU ni Europa hay algo similar. Audace, audace, toujour audace, dijo Danton.

Mantuvieron el pacto de sangre unitario en medio de tentaciones destructivas (abstencionistas, colaboracionistas, restauradores, exchavistas, ninís, terceras opciones putativas, estadísticos y actuarios, anti-CNE, radicales, comeflores, partidistas, antipolíticos). Merecen hasta ahora un cálido reconocimiento y no el mohín acrimonioso, la pesadez de paquidermos amargados.

Las primarias las sacó de su cabeza y las incorporó a la política Teodoro Roosevelt para enfrentar la alianza de las grandes corporaciones y el presidente Taft que le cerraban el regreso a la presidencia.

Logró imponerlas en 1912, pero él y su adversario perdieron las elecciones generales. A partir de allí se estandarizan en EEUU, con participación porcentual modesta. En algunos estados abiertas, en otros cerradas o mixtas. El record histórico de votantes rondó 20% en 2008, pero no escogen al candidato sino colegios electorales que deciden en convención.

Europa las ignoró hasta que en 1995 las convocaron los protofascistas italianos de la Liga del Norte, y en 2005 la alianza Verde Oliva de Romano Prodi, para candidatos regionales. En 2011 el Partido Socialista Francés escoge así su nominado presidencial, Francois Hollande -exmarido de Segolene Royal, la anterior candidata- y aclamaron que asistiera 6.25% del electorado. Sarkozy desestimó los resultados por escuálidos aunque es posible que pierda la presidencia con Hollande.

Las de Venezuela tienen tres componentes de máxima de apertura y riesgo. Son abiertas y por lo tanto cualquiera puede votar, con riesgo -teórico, pero latente- del llamado raiding por los norteamericanos: que partidos adversos decidan inflar un precandidato contrario, como al parecer ocurrió alguna vez en Vermont.

Al ser multipartidarias y decidir el abanderado de una coalición de rivales, dependen en gran medida de la lealtad competitiva, del espíritu olímpico. Basta que cualquiera de los derrotados las denuncie, para rayarlas. Algunos han jugado la ruleta rusa con "la presencia del CNE". Por eso el candidato triunfador tiene que asegurar a los vencidos todo tipo de garantías y no amenazar su existencia. Ese es otro riesgo.

Y un tercero. Cualquier campaña sucia o exceso de pasión se traslada a las bases votantes, crea resentimientos laboriosos de regresar después, y es difícil convencerlas que era sólo un juego, cosa que los dirigentes entienden con tranquilidad.

La participación máxima mundial en primarias ronda 20%. En Argentina el 14 de agosto de 2011, participó 82% del registro electoral. Pero en vez de primarias fueron unas elecciones generales anticipadas. Fue algo de naturaleza integralmente distinta a los procesos analizados antes.

Cada partido concurrió ese día por imperativo legal a escoger -entre incontables postulantes-, quiénes serían sus propuestos a presidente y vicepresidente, 130 candidatos a diputados y 24 a senadores nacionales. Voto obligatorio y abstención penalizada por la ley, hacen una diferencia abismal con primarias de participación voluntaria, tal como las conocemos.

Golpistas sin gloria. Amplia satisfacción siento de saborear con ojos y manos, hojear (¿será ojear?) el libro de mi queridísimo amigo Manuel Malaver, con quien he compartido tres décadas de jugo de limón agrio, mientras quienes tenían que cuidar la democracia, los partidos y la modernización los degollaban con nosotros en la impotencia. Difícil que se oyeran nuestros gritos en el Coliseo.

Narra la inverecundia y la traición de las elites cultas a la democracia, con su brillante estilo de periodista todoterreno, intelectual cosmopolita y hombre generoso. Con Mirtha Rivero, Enrique Krauze y pocos más, rescriben una historia oficiosa según la cual los "buenos" eran los desestabilizadores, resentidos y golpistas, y los "malos" los desmañados demócratas.

Siento en el intercostal izquierdo las varias referencias a este servidor, especialmente cuando con mi hermano Jean Maninat, denunciamos en 1983 el horror del estalinismo cubano y la entronización sandinista. Mucho hubo que pagar por atreverse, pero valió la pena sólo para verles la cara hoy a los sicarios sin gloria de entonces.

EL NACIONAL - Viernes 10 de Febrero de 2012 Opinión/9
Al compás de los días
Golpistas sin gloria
MANUEL FELIPE SIERRA

El 4 de febrero de 1992 cuando Hugo Chávez reconoció el fracaso de la asonada golpista no se imaginaba que en sólo seis años habría de asumir el poder mediante el voto mayoritario de los venezolanos. No es fácil explicarse cómo un militar desconocido, cuya popularidad se limitaba a su actuación como animador de las veladas cuartelarias, pudiera en tiempo récord (incluida una prisión de dos años) colocarse al frente de un movimiento que lo llevaría al poder por las reglas del juego democrático.

En 20 años mucho se ha escrito sobre la llamada asonada de los "comacates", un tema que aún da margen para todo tipo de interpretaciones y análisis de diversa naturaleza. Si la atención del historiador se limitase al juicio sobre esta descabellada acción, resultaría claro que se trató de una típica intentona conspirativa. Pero el 4-F fue mucho más que eso. Sin que Chávez y sus compañeros se lo propusieran, la operación disparó una señal sobre la fatiga de un modelo político y dio luz verde a diversos eventos (golpe del 27 de noviembre, defenestración de Carlos Andrés Pérez y victoria de Rafael Caldera) que habrían de pavimentar el camino hacia el poder del jefe golpista, y desde allí iniciar un cambio político que después de 13 años confirma su orientación antidemocrática.

Manuel Malaver, periodista, analista político de reconocida lucidez y testigo privilegiado de la escena política venezolana, ofrece ahora a los lectores Golpistas sin gloria (A veinte años del 4 de febrero de 1992), con el sello de Los Libros de El Nacional. Un valioso y útil ensayo de exploración sociológica sobre los antecedentes, la asonada, las dramáticas consecuencias de ella, y el desplome en cámara lenta de una clase dirigente desprevenida, seducida por la fortuna petrolera y víctima del espejismo de la "videocracia".

Sin renunciar a la crónica y el registro anecdótico, Malaver insiste en las razones por las cuales los partidos y sus líderes históricos, las élites económicas y sociales, los medios de comunicación y los círculos intelectuales más influyentes no advirtieron que con ello cavaban la fosa del sistema democrático y creaban las condiciones para la emergencia de una curiosa forma de anacronismo caudillista, a contrapelo de la modernidad del siglo XXI.

En el esclarecedor texto de Malaver se encuentran también las claves para aproximarse al fenómeno del "chavismo": sus orígenes, su verdadera naturaleza, su vigencia y su inviabilidad en el complejo contexto histórico de la época. Como si fuera poco, Golpistas sin gloria da cuenta de hechos y diversas situaciones registradas en las últimas dos décadas, lo cual permite al autor demostrar que en 20 años generalmente ocurren muchas más cosas que las que suele repetir el viejo tango de Gardel.

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