lunes, 27 de febrero de 2012

PUBLICIDAD DEMOCRÁTICA


El vértigo de lo irreal
Luis Barragán


Siendo varios los precedentes, aparentemente el país está atado a la suerte personal de Chávez Frías. Apenas conocemos la versión que él o sus voceros autorizados pueden dar sobre el curso de la consabida enfermedad, incluyendo el margen que deja a toda suerte de conjeturas, por obra de un ya comprobado y perverso cálculo tan inherente a los conflictos internos y clandestinos que el ejercicio del poder irremediablemente impone entre sus seguidores y beneficiarios.

Intentando una más elaborada reflexión, distinta a las enfebrecidas y también interesadas reacciones que suscita el caso, hallamos la de un consumado constitucionalista español, recientemente fallecido, cuya postura política en vida – por cierto – no lo invalida o demerita. Manuel Fraga Iribarne llamó la atención en torno al binomio de la pluralidad y publicidad, propio de las democracias occidentales, en su obra “La Constitución y otras cuestiones fundamentales” (Planeta, Barcelona, 1978: 111 ss.).

Contrario a lo que ocurría en las democracias – valga el eufemismo - populares del este, era harto difícil la absoluta confidencialidad de los asuntos que concernían a todos, añadida la vida – por muy personal que fuese – de los gobernantes. Al reconocimiento de la multiplicidad de los pareceres organizados, se unía el de la publicidad, cuya mejor garantía era el debate público canalizado política, parlamentaria y hasta judicialmente.

Concretamente, el órgano legislativo no era concebido como una mera caja o cámara de resonancia, adquiriendo una mayor eficacia con la libre discusión de los problemas y de todas las vicisitudes que angustiasen al colectivo. Igualmente, a Fraga Iribarne la preocupaba el principalísimo rol de la televisión y sus deformaciones informativas, alcanzada una importancia semejante al ágora ateniense, el foro romano o el mercado de las ciudades medioevales.

En Venezuela contamos con una oposición múltiple social y políticamente, muy a pesar del régimen, que debe lidiar con el secreto y las correlativas mentiras inherentes a la actual conducción del Estado, sin que haya oportunidad de ventilar institucionalmente todas las circunstancias que lo abultan. Y, curiosamente, cercados los medios de comunicación alternativos, son las emisoras radiotelevisivas oficiales las que se empeñan en subvertir la realidad aunque no puedan esconder el enorme absceso que la gesta provoca.

De nuevo, no hay un diagnóstico médico exhaustivo y confiable, como lo merece el país, sobre los padecimientos presidenciales, siendo – apenas – una apuesta a la consigna del “viviremos” que reemplazó el llamado a la muerte de las festividades de Estado. Sin embargo, recordemos, en el pasado sobrevivimos a la desaparición política y hasta física de Guzmán Blanco o Gómez, pero - ¡atención a los escandalosos y cómodos opositores de las redes sociales también infiltradas! – deseamos que Chávez Frías viva, sea derrotado electoralmente y tenga el coraje de disentir de la transición democrática que tenemos pendiente, fundada en el pluralismo y la publicidad que tanto detesta.

La democracia participativa formal que ahora nos aqueja, descansa en el secreto o la confidencialidad como principio. Novedad alguna en el horizonte de los regímenes autoritarios que, es nuestro caso, convierten la enfermedad del mandatario en una pieza teatral de total insinceridad que es, en última instancia, miedo.

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2012/02/el-vertigo-de-lo-irreal/
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=845604

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