lunes, 13 de febrero de 2012

CONCIERTO ¿INCONCLUSO?


A propósito del aniversario del MAS
Luis Barragán


Pocas veces hay tan auspiciosa conjunción de los astros para fundar un partido, como ocurrió en enero de 1971 con el MAS. Únicamente el arribo al poder de Chávez Frías le restó un poco de trascendencia histórica a aquella división del PCV, a favor de la otra más lejana de Douglas Bravo, aunque desesperará por un reporte zodiacal que le advierta de la urdimbre y destino de las fracciones, grupos o tendencias de un gobierno que las ata gracias al presupuesto público.

Son varios los asuntos que podemos citar a propósito de un partido que fue innovador de la cultura política, quizá sintetizable en la mayor de las curiosidades: por ejemplo, la conducta asumida por Eleazar Díaz Rangel que inmediatamente después condensó en un libro de crónicas los eventos de división, ahora de postura contrastante frente al régimen. O el tránsito diabólico por el poder, luego de 1993, que elevó las cotas de un pragmatismo tal que fulminó aquella básica identidad renovadora, partiendo de la defenestración de Enrique Ochoa Antich como secretario general hasta desorbitar al liderazgo fundacional. No obstante, deseamos consignar una observación a propósito de unos breves comentarios que recientemente leímos sobre el aniversario de COPEI.

En efecto, solemos cuestionar a un determinado partido apelando a los prejuicios en boga que imperan sobre la universalidad. Renunciamos a las observaciones concretas en beneficio de un conjunto que merece, por lo menos, otro ejercicio crítico, por lo que es simplista acusarlos – por ejemplo – que únicamente les interesa la copada agenda de sus diferencias e intrigas internas. Y es que, si fuere éste el caso, tampoco nos preguntamos cómo superarlas, alimentando la circularidad de sus vicios.

El asunto estriba – por una parte - en nuestra omisión e impotencia, porque, reclamándonos afectos, no intervinimos directamente en el drama y nos resignamos con prontitud, y – por otra – no los abandonamos definitivamente, procurando la construcción de otra alternativa, embargados de nostalgia. He acá una distinción importante para la segunda y siguientes generaciones de militantes: haber recibido o llegado a un partido construido o creado que requiere de un difícil esfuerzo de reconstrucción o recreación: la costumbre fue la de solazarse en lo creado y no construir.

De modo que hay más quejas y deserciones que elaboración teórica y trabajo en muchos de los críticos que, a su vez, pueden sociológicamente representar una suerte de post-militancia o adhesión provisional que, en nombre de una historia común, sirva para reincorporarse a la organización por un inadvertido éxito electoral o burocrático que los debe alcanzar. A esta expectativa de una suerte de “prestaciones sociales”, en nombre de la trayectoria personal, insurge la comodidad, porque no idean otras herramientas de agregación de intereses.

Pasa con el MAS como ocurre con otras entidades que demandan una cierta perspectiva de las personas, el mundo y las cosas, algo negado a los parapetos pragmáticos del momento. Insistimos, en el fondo persiste el rechazo hacia los partidos que sirve de pretexto para condenar a uno u otros específicos, sin librar batalla alguna por salvarlos, y con olvido del papel asumido por los medios de comunicación social.

El problema es el de la golpeada institucionalidad partidista, cuya desatención y desprecio tienden a agravarse impunemente, por falta de un rápido costo político. Sumemos la imposibilidad del debate objetivo, sobrio y coherente sobre ésta y otras materias, eje real de una crisis de las organizaciones cívicas en Venezuela en términos de estabilidad, confianza, coherencia y también reciedumbre.

Hay una manifiesta incapacidad de autorregulación, banalizada la cuestión por aquello – se dirá – de los socialistas antiborbónicos que no encuentran partido para realizarse. Acontecimiento común a los socialcristianos, socialdemócratas y liberales, el otro detalle está en la complejidad de matices alcanzados por estas corrientes en el galope de la presunta postmodernidad, impidiendo las antiguas y no menos presuntas simplificaciones o encasillamientos partidistas.

Dependerá de sus actuales activistas conocer si el MAS, como otras entidades históricas, está agotado. Paradójicamente, el mejor baremo apunta hacia otros partidos de más reciente fecha: ¿renovaron la noción misma de partido por estos años dejando atrás a los más viejos, delatándolos?, o – algo semejante – ¿estos son los que sobreviven por el increíblemente rápido agotamiento de aquellos?.

Valga la coletilla, hubo un sentido práctico muy distinto al hoy exagerado pragmatismo en uso, por lo que respecta al juego político que dio nacimiento al partido. Además del romanticismo ideológico de los que igualmente resultaron precursores de la escuela gramsciana que no hallaba cupo todavía en el país, hubo una estrategia maquiavélica en la división, como bien lo apunta Steve Ellner en su ya clásica obra sobre el MAS, una vez confirmada por Teodoro Petkoff en la vieja y larga entrevista que le concediera a Ramón Hernández.

Fuente: http://www.medios24.com/p49291.html
Ilustración: Georges Braque, "Bodegón del violonchelo".

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