miércoles, 15 de febrero de 2012

DESTIERRO


EL NACIONAL - MIÉRCOLES 15 DE FEBRERO DE 2012 CULTURA/4
LIBRO Ediciones B publica la colección de crónicas del autor de Blue Label / Etiqueta Azul
Eduardo Sánchez Rugeles explora el exilio venezolano en Los desterrados
Lautaro Sanz es un álter ego de su creador, un apátrida que juzga su gentilicio desde la ironía


No existía Twitter ni Facebook se había convertido en una libreta de contactos de escala planetaria cuando la revista en línea ReLectura, dirigida por Luis Yslas y Rodrigo Blanco, comenzó a publicar una columna firmada por Lautaro Sanz, heterónimo de Eduardo Sánchez Rugeles. El autor nacido en 1977 era entonces desconocido, pero desde que ganó en 2009 el Premio Iberoamericano de Novela Arturo Uslar Pietri, con Blue Label/ Etiqueta Azul (Los Libros de El Nacional, 2010), no ha parado de cosechar éxitos.

"Aunque pequeño, ReLectura era un espacio muy activo en el que se hablaba sobre literatura y diversos asuntos de interés cultural", indica el autor de Transilvania Unplugged (Alfaguara, 2011), obra que también clasificó en el concurso, ahora inexistente, que honraba la memoria del autor de Las lanzas coloradas.

Crónicas y ficciones. Trece de las columnas de ReLectura integran el libro Los desterrados (Ediciones B). Se trata de "una desternillante serie de crónicas caraqueñas amparadas en el imaginario de la televisión, la publicidad, la música y el cine venezolanos de los años noventa", escribe Yslas en el prefacio. Para el editor, en esta colección los textos están "contaminados más de ficción que de realidad" y su "costumbrismo maldito’, ya curtido por la experiencia escritural" le otorga unidad y proyección al incendiario estilo del autor.

Algunas crónicas del libro tienen una relación particular con el tríptico del exilio al que pertenecen las dos novelas publicadas del autor caraqueño, así como Liubliana, ganadora del Certamen de las Letras del Bicentenario, Sor Juana Inés de la Cruz 2011.

"Compartí las entregas mensuales de las columnas con la redacción de esta novela, por eso utilicé los textos de Lautaro para explorar y experimentar sobre las angustias de Gabriel Guerrero, su protagonista. Las entradas `La redención’, `La indiferencia’ y `La culpa’ tienen hilos de conexión muy directos con el argumento de la novela, quizás no son tan visibles a primera vista pero yo sé que están ahí", expresa el autor residenciado en Madrid.

La generación `noventera’. Como en sus novelas, la cantera de temas y de personajes a la que se refiere Los desterrados alude a una generación cuya temprana juventud transcurrió en la década de los años noventa. Cuando Fernando Carrillo era un galán de teleculebras. Cuando Aristóbulo Istúriz era alcalde del municipio Libertador. Cuando Venezolana de Televisión transmitía series estadounidenses.

Cuando Hugo Chávez era sólo un militar golpista. Los `noventeros’ (así se refiere a ellos Sánchez Rugeles) son los hijos de las parejas del ta’barato y la primera generación de profesionales en afrontar una crisis financiera sin precedentes en el país.

Porque conocieron fracasos donde sus padres vivieron en la bonanza, son los primeros en emigrar en masa de Venezuela. Porque su moneda de cambio es la frustración y no el petrodólar, andan por el mundo sin arraigo, cuestionando hasta el hartazgo su gentilicio. Y es de este cuestionamiento, cuando pase el tiempo y las otras generaciones se harten de llamarlos apátridas, que surgirá una nueva identidad nacional.

"Yo no sé quién inventó la ficción de que el venezolano es de pinga. Nunca he estado nes se harten de llamarlos apáen un lugar en el que se tenga tanto desprecio por el prójimo", dice uno de "los desterrados" de Sánchez Rugeles, a quienes otras generaciones le critican su falta de apego a una Venezuela que no les ha dado sino preocupaciones.

Cuando más adelante escribe que "el venezolano siempre sospecha que algo está mal, que el mundo conspira contra él, que la ley de Murphy es un decreto publicado en Gaceta Oficial", el autor no sólo redunda en la mordaz crítica contra el gentilicio sino que evidencia una marca de la generación a la que pertenece. Una de desterrados, aunque continúen viviendo en el país que los vio nacer.

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