EL UNIVERSAL, Caracas, 3 de diciembre de 2016
Castro y los misiles
Gustavo Linares Benzo
El momento más dramático de la humanidad, los días más desesperados, fueron unos de octubre de 1962 y en ellos Fidel Castro tuvo un papel destacado: la crisis de los misiles soviéticos en Cuba. Durante siete días la raza humana estuvo al borde de la extinción y el líder cubano fue actor principal, fiel a su principio de mantenerse en el poder a toda costa, en este caso a costa de la vida de centenares de millones de seres humanos y de la entera civilización.
(Antes de que aflore la mentalidad del malsín de “tú más” en descargo de Castro, hay que decir que la principal responsabilidad de este holocausto nuclear hubiera sido de Estados Unidos y de la Unión Soviética. Desde entonces, con gran hipocresía, ambas y otras pocas potencias afirman que estas armas son inmorales solamente cuando están en manos de otros).
Pero Castro, hasta donde puede saberse de las fuentes norteamericanas y rusas ya desclasificadas, porque Cuba es una caja negra, jugó al apocalipsis para asegurar la inmunidad de su régimen frente a Estados Unidos, entregándose al protectorado soviético y garantizando su territorio como base de misiles atómicos. El fidelismo bien vale la muerte de la humanidad, cálculo literalmente diabólico. Tanto, que dicen buenas fuentes que cuando Kruschev retiró los misiles, Fidel desahogó su frustración golpeando un espejo.
Desde la muerte de Fidel se han hecho todos los juicios imaginables. Pero dentro de la lista de los males, mucho mayor que la de los bienes, poco se ha dicho de esta perversidad única. En algún momento, ya entregado a la Unión Soviética, alguien (¿Gromyko, Kruschev?), le hizo saber que la isla, ya era su isla, sería base de armas atómicas. En ese momento supremo, Fidel Castro escogió el riesgo de una hecatombe global y, por supuesto, de la aniquilación de toda la población cubana, frente al imperativo de la mínima rectitud: negarse de plano y defender su socialismo por otros medios, así fuera la guerra convencional.
Ese es el evento crucial en la vida de Fidel Castro. Para los dictadores socialistas, mantenerse en el poder es más importante que cualquier cosa, así sea el fin de la humanidad.
La historia lo absolverá, o no, dependiendo de quien la escriba. Lo cierto es que ahora Castro está ante el Señor de la historia.
Fuente:
http://www.eluniversal.com/noticias/opinion/castro-los-misiles_629504
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