domingo, 24 de agosto de 2014

DIZQUE EL MAL MENOR

Amuay en la República Biométrica de Zumaque (y ética de la crueldad)
Luis Barragán


Dos años atrás, supimos de la inmensa tragedia de la refinería de Amuay.  En su momento, más de 40 personas muertas e innumerables heridos. El tiempo ha demostrado la incompetencia y displicencia del gobierno actual que deja atrás la conducta asumida por una ya vieja dictadura (http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=898876). Como si faltara poco, siendo imposible callarlos, botó a Iván Freites y a otros líderes de los trabajadores, llevándose por el medio el fuero sindical. Así actúa al que gustan llamar “presidente-obrero” por estos lares. La negación de una convincente investigación parlamentaria, no impidió que los diputados de la Movida junto a reconocidos especialistas, investigaran el caso en forma independiente e hicieran la debida denuncia por ante la Fiscalía General de la República. Nada ha ocurrido con la morbosa tragedia que paradójicamente resulta en la incriminación de las víctimas.

Ética de la crueldad

Seguramente, los criminólogos pueden advertir una inédita y creciente tendencia en relación al delito abominable  en Venezuela que, no por casualidad,  se compagina con la martirizante situación que confrontan las morgues, añadida la frecuente escasez de ataúdes.  Siendo la vida  ajena un dato trivial, puede perderse hasta por la negación de un cigarrillo en un medio público de transporte y a la luz del día, por no mencionar los casos más publicitados de jóvenes de costumbres aparentemente  frívolas, contrastantes con los coetáneos de una pobreza convertida en hábito de anonimato y silencio.

Sentimos que hay una correspondencia con el autoritarismo acentuado en los últimos años, por decir lo menos. La represión y la censura actuales,  favorecidas por la agresión física y verbal que ha sedimentado el poder establecido, también  explica y complica el fenómeno delictivo cotidiano, delatando un deliberado propósito político.

El país del susto permanente, no es fruto del azar ni obedece a una patología natural y característica de quienes lo habitan. Hay un horripilante trasfondo que creemos involuntariamente  esbozado  por  José Ovejero en  “La ética de la crueldad” (Anagrama, Barcelona, 2012), una obra fundamentalmente literaria, pero que suscita la inevitable reflexión sobre el acontecer venezolano por siempre merecedor de una explicación.

Existe una considerable distancia con el delito de antaño, añadido el emplazamiento que se le hacía al gobierno de turno. Fueron incontables los problemas y de variada eficacia las medidas adoptadas, pero nunca pueden compararse con la displicencia con la que los gobernantes de ahora tratan el asunto, escurriéndose tras las consignas, paradójicamente sintetizadas por un llamado al amor y emblematizadas por un corazón de sonados éxitos publicitarios.

Siendo imposible una directa y libérrima interpelación de los medios de comunicación y de las otras instancias institucionales, como el parlamento, tienen por ventaja la puntual declaración, el escueto boletín de prensa o el expedito Twitter. La pauta es moral o moralista, intentando la conspiración opositora en cualesquiera actividades delictivas que, sencillamente, no logran argumentar.

Frecuentemente, la víctima es la culpable que tiene por único mandato la de su indelegable supervivencia, así como procuran la suya quienes gozan del privilegio de orbitar la burocracia. Y, con mayor razón, al tratarse de la feroz represión de aquellos que osen protestar, pues, al banalizarla,  lo que le importa al represor y a su intérprete, es sobrevivir en un régimen calificado de irremediable, intentando los méritos para un ascenso y la cercanía de una feliz jubilación que, posiblemente, signifique recuperar los más elementales escrúpulos.

Más arriba, en el vértice, por cierto, importando poco los gastos suntuarios que esperan por una futura clasificación de secreto de Estado,  persiste el llamado a la paz, a la concordia y a la felicidad que los hechos niegan. Ensayando la épica, tratan de forzar la empatía de una población que intuye la prefabricación o artificio de los muchos conflictos que la hastían, intentando - imposiblemente –  la abulia.

Quizá haya una evolución moral del oficialismo con la tendencia denominada Marea Socialista en el seno del principal partido de gobierno, a contrapelo de una involución que desea obligarnos al optimismo infundado, a la ciega creencia, a las certezas oficiosas, sembradas como minas en esta guerra psicológica. A diferencia de Ovejero, apostador por una literatura que haga de la miseria y crueldad motivo de interrogación y superación por el lector, la trabazón de los  antivalores en boga, la recurrente y tenebrosa versión del pasado cada vez más lejano, convierte o dice convertir al régimen, en última instancia, en un mal menor como ha ocurrido en Cuba o en Corea del Norte.

Fuente:
http://www.noticierodigital.com/2014/08/amuay-en-la-republica-biometrica-de-zumaque-y-etica-de-la-crueldad
http://www.noticierodigital.com/forum/viewtopic.php?t=1048654
Fotografía de Amuay (2012):
http://www.ultimasnoticias.com.ve/la-propia-foto/amuay-el-recuerdo-de-una-tragedia/77c7838d-a5bf-4604-ae92-7f49420c816f.aspx?titulo=Amuay:%20El%20recuerdo%20de%20una%20tragedia&nro=4#titulo

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