La obra, editada a mediados de los ’80 del XX
por el Museo de Arte Contemporáneo, con la mejor muestra representativa
de la tendencia, nos permite una rápida e inicial observación: la
dificultad y el costo de editar sobre el arte, por las inevitables
exigencias de calidad. Además, otras notas, no entendemos un museo y,
menos del Estado, que no complemente poderosamente su labor con otra de
carácter editorial; ha de orientar y, por costoso que sea el ejemplar,
llega por diferentes vías al gran público (así sea por vía del depósito
legal de la Biblioteca Nacional); esas obras editoriales quedan e
ilustran, pero a la vez dan cuenta de la actualización o no – digamos –
de la curaduría, pues, les impone el reto de superar la de otros países;
más de las veces, las obras referidas, estuvieron expuestas en el Museo
de Arte Contemporáneo; y también, respecto a su propio patrimonio, la
divulgación o publicidad, permitía saber qué teníamos en una institución
de carácter público. Inevitable la alusión, abulta el contraste con la
situación actual del Museo de Arte Contemporáneo Sofía Imber (¿le
quitarían el nombre?). Ni siquiera hoy, emplean las redes para esa
labor pedagógica a la que aludimos. Y, populacheros, creyendo
engañarnos, celebran la recepción de “La Odalisca” de HM, con un
espectáculo triste, tratando de evadir las circunstancias de su
“sustracción” (como dijo el ministro): un vulgar robo de la pieza que,
por obra del imperialismo, ha retornado.
LB
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