Llamado petrolero
Ox Armand
Hay materias muy especializadas, aunque por serlas no significa que la gente común pueda dar una opinión valedera sobre los problemas que las explican. El pretendido aumento de la gasolina y la no menos pretendida venta de Citgo nos impone de una complejidad de asuntos que jamás impedirán que ensayemos e implementemos la solución más sensata, básica, elemental, sustancial: aumentar o no, vender o no. Claro está, los expertos orientan, precisan, aclaran, detallan sobre las operaciones y riesgos que comportan o, mejor, sus consecuencias previsibles. Pero, además del problemón que significa el par de decisiones pendientes, tenemos otros: los expertos confiables, reconocidos, acreditados y, agregaríamos, hasta representativos, escasean. Uno de los milagros de Midas que hemos tenido a lo largo y ancho de quince años, es que el elenco notable de esos especialistas quebró. Me refiero a los que contribuyen a eso que llaman la opinión pública o lo que siguen llamándose partidos políticos. Con las rigurosas excepciones, los “petrólogos”, dedicados exclusivamente al tema y ampliamente conocidos, cuyas actividades y convicciones ideológicas generan cierta fe en lo que dicen, ya no están al frente de las empresas, atrevidos a asomar sus diferencias, ni en las direcciones partidistas y, menos, sentados en el parlamento. Golpeadas tan duramente las instituciones republicanas o las nociones que están asociadas a ellas, quedan los estudiosos de toda cosa que la necesidad obliga, como al principiar el siglo XX, abiertamente subestimados y desechados por los clanes de opinión y políticos, pues se impuso el “como vaya viniendo, vamos viendo”. Esa necesaria sociología política del último siglo que tanta falta hace, por lo menos en los cursos universitarios que arrojen sendas tesis, útiles y valederas, anuncia algunas características del anterior debate petrolero venezolano. Nombres como los de Rómulo Betancourt, Arturo Uslar Pietri, Radamés Larrazábal, Eduardo Acosta Hermoso, Aníbal R. Martínez, Manuel Pérez Guerrero, Domingo Alberto Rangel, Rafael Tudela, Alberto Quirós Corradi, Ezequiel Monsalve Casado, Domingo Maza Zavala, entre otros, eran referentes en la materia, aunque más voluntaria que involuntariamente, necesitando de interlocutores, auspiciaron con el debate mismo la aparición de grandes especialistas que inexorablemente ocuparon grandes responsabilidades de Estado en el área, partiendo de las páginas de opinión, la gerencia privada o las jefaturas partidistas. A pepa de ojo, citamos a Hugo Pérez La Salvia, Rafael Alfonzo Ravard, Valentín Hernández, Andrés Sosa Pietri, Arturo Hernández Grisanti, Celestino Armas, Humberto Calderón Berti, Ignacio Moreno León, y habría que añadir la sucesión, con la denominada V República, de Alí Rodríguez Araque, Alvaro Silva Calderón, quedando en el tintero Bernardo Alvarez, José Rafael Zanoni o David Paravisini, a favor de alguien del que no se sabía en la discusión pública como experto en petróleo: Rafael Ramírez.
Toda esta perorata me parece necesaria, porque subir la gasolina no es cosa fácil ni vender Citgo tampoco, convencido como estoy que moralmente este gobierno no tiene autoridad alguna en una materia u otra. Esta sola convicción me permite calificarlo de vende-patria, pero ando ocupado en mis cosas y para perfeccionar esa convicción que tengo, busco la opinión de los especialistas o expertos de cada acera. Consigo es la campaña propagandística del gobierno por doquier y muy poco de la oposición. Ya dije, hay una realidad en términos de la sociología política actual. Pero ella merece remediarse. Injustamente olvidado por Chávez Frías y Maduro en todos estos años, Paravisini, el mismo que en los noventa fustigaba con argumentos la política petrolera de Caldera II, tratando de promoverse así sea tardíamente, dice en La Razón (17/08/14) que Citgo es un mal negocio, derrumbado por la corrupción desde sus orígenes, a pesar de reconocer que tiene un margen de ganancias, y nadie quiere comprarla. Y propone que se debata en televisión lo de la gasolina. Vale decir, con el monólogo de una cadena presidencial. Ahora bien, mi llamado petrolero (si se puede catalogar así), es que alguien diga, con cierta autoridad, si es mal o buen negocio, por no mencionar que, vivo, Calderón Berti (por citar un ejemplo), debe decirnos algo al respecto. Y, si no lo hace, los integrantes de la comisión de los asuntos petroleros de la Asamblea Nacional. Que en ésta haya integrantes no expertos, arbitrariamente destinados a esa Comisión, bueno, hay que echar pa’lante y asesorarse bien y decir algo (¡por favor!) con cifras en mano. Mis convicciones necesitan de respaldo y las que dan los publicistas del régimen no logran cambiarlas. Así que espero, pues.
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