Una legítima convicción
Luis Barragán
Tiempo atrás, compartimos un acto político de regular asistencia, entre otros, con un joven jerarca de partido que se resistía a hablar. Susurrante en el presídium, nos confesó que jamás lo había hecho en público, algo que nos extrañó porque – al menos – un delegado de curso ha de someterse al veredicto del salón, pero – luego – le dimos enteramente la razón al constatar su estrepitosa intervención.
La escena contrasta con un acto de masas, celebrado en una suerte de encrucijada de calles que anudaba la tarima, después de arrancar decididamente la protesta ciudadana, en el presente año. Los jóvenes que empuñaron el micrófono, hablaron con la firmeza, coherencia, seguridad, énfasis y soltura que únicamente autoriza el inequívoco compromiso con los hechos que generan, el hábito de las explicaciones que cada día deben y el coraje de protagonizarlos: justo en ese momento, despejamos nuestras dudas e inquietudes respecto a la genuina emergencia política de las juventudes venezolanas que, muy luego, madurarán el estilo de comunicación, haciéndose de eficaces metáforas, siendo lo más importante que haya acontecimiento real y efectivo.
La muchachada que espabila en medio de las consabidas jornadas contestarías, hacen y hablan de política, … haciéndola y hablándola. Tienen por deber y obligación, responder a los hechos que provocan, concediéndoles una potestad moral frente a los más adultos que no la tienen o simulan, así de simple.
Hay principios y valores que compensan la falta de experiencia, pero les permitirán desarrollarla sin complejos. E, inevitable, contrasta con los que sienten o dicen sentir una vocación política, iniciándose con alguna sagacidad en medio de las intrigas de partido, procurándose un feliz “selfie” con la dirigencia canosa y consagrada, envalentonándose con el teclado en sus audaces incursiones digitales: unos declaran en el Sebin, mientras otros fatigan las redes sociales.
Quizá, en una democracia estable y convincente, las relaciones públicas sean una dimensión inexcusable de las prácticas políticas, pero ellas no se entienden en situaciones de riesgos y peligros, propensas a la frivolidad. La cruda y brutal realidad enseña y, más temprano que tarde, moldeada por los principios y valores, lo político, la política y los políticos, sabrá del rico aporte de las más recientes promociones generacionales.
Fuentes:
http://www.medios24.com/una-legitima-conviccion-por-luis-barragan.html
http://diariocontraste.com/es/una-legitima-conviccion/
Pieza: Gustavo Torner.
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